El glifosato, el drama del cáncer y una batalla que se viene perdiendo
ABRIL 11, 2015 10:55 PM
La Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC) que depende de la Organización Mundial de la Salud, dictaminó hacia fines del mes pasado que el glifosato -el pesticida más utilizado en el mundo – es “probablemente cancerígeno para seres humanos”. Dicho de otra manera, esta categorización significa que hay “limitada evidencia” de que produzca cáncer en humanos. En las investigaciones se encontró riesgo aumentado de linfomas en trabajadores y, en experimentos con ratones, se constató la aparición de diversos tumores, así como daños genéticos.
Esta evidencia de repercusión mundial que puso nuevamente sobre el debate la utilización – ya no se habla de mala utilización – de agrotóxicos, no sorprendió a científicos, médicos, docentes y organizaciones que por mucho tiempo alzaron la voz para alertar sobre los efectos que el glifosato provocaba en la salud de miles de familias en las chacras de Misiones, y en otras provincias del país.
“El análisis ya no debe ser cuantitativo sino cualitativo. Lo que provoca el glifosato ya lo sabemos. Ahora hay que hacer algo para mejorar la calidad de vida de la gente que lo padece”. La reconocida trabajadora social, docente e investigadora universitaria de la Unam, Antonia Husulak, trabajó durante años – junto al médico Hugo Gómez de Maio – en informes, datos, y en exhibir la realidad que padecen a diario familias enteras en la provincia, para sensibilizar y que se tome conciencia de que el daño no solo fue pasado, sino que está presente y será a futuro sin decisiones políticas.
“Nosotros tuvimos que desistir de hacer informes por el alto costo que significaba. Pero lo que provoca el glifosato ya lo sabemos. Es un verdadero drama, una tragedia para esas familias en las que más de una vez observamos un acostumbramiento de las enfermedades que provienen de la utilización del glifosato”, señaló Husulak.
Explicó que hay empresas tabacaleras que tienen un mecanismo para derivar a los enfermos a Buenos Aires. No solo los derivan sino que además se hacen cargo del tratamiento. Incluso afirmó que los propios médicos tratan las enfermedades con la naturalidad propia de un reclamo que no encuentra eco. Husulak afirma sin dudar que ya no se necesitan más datos sino que el tema esté en la agenda pública.
En Misiones – como en todo el país – al tratarse de un químico aprobado, admiten que no hay análisis sobre, por ejemplo, los alimentos que se consumen. Es por ello que se tramita desde el Ministerio de Salud provincial un equipamiento que permitiría hacer estas pruebas de laboratorio, y estiman que este año podrían adquirirlo. El paso siguiente es la capacitación de los bioquímicos y la puesta a punto de la técnica para su funcionamiento.
En la provincia el glifosato está presente en la actividad tabacalera y en la horticultura. De ahí la amenaza de que el herbicida siga afectando la salud de poblaciones rurales y afecte las urbanas a través de los alimentos.
En el marco de esta batalla contra el glifosato, en año 2009 se creó incluso un observatorio para controlar el uso de agrotóxicos. Un espacio conformado por docentes, investigadores, y legisladores, para reunir información científica – técnica, y realizar un seguimiento sobre lo que pasa con las distintas actividades productivas. El observatorio dejó de tener continuidad, pero la preocupación continúa por los efectos y resultados, o la falta de ellos.
Por insistencia
En la Cámara de Diputados de la Nación se volvió a presentar hace un tiempo, (periódicamente desde 2008) un proyecto de legisladores misioneros, entre ellos Julia Perié, para que “se dictamine la prohibición total de la comercialización, uso, y aplicación del herbicida que incorpora en su formula química al glifosato, por su aguda toxicidad”.
El proyecto nunca fue discutido en la Comisión de Agricultura – tal era el pedido – y como hay que volver a presentarlo cada dos años hasta que se logre su tratamiento, se insistió en 2010, 2012, 2014, aunque con algunas modifi-caciones que incluyeron la creación del programa nacional para la Concientización de las Buenas Prácticas Agrícolas orientadas al mejoramiento de los métodos convencionales de producción y manejo en el campo. Se solicitó una campaña de información a los productores agropecuarios y a la población acerca de los riesgos que conlleva la utilización del químico, y que cada dos años se realice la categorización de los agroquímicos que son utilizados en el país para que se pueda rediseñar su implementación.
Para la presentación de este proyecto, se incorporó un informe del doctor Hugo Gómez Demaio, director del proyecto “Uso de agrotóxicos y malformaciones congénitas humanas”, de Misiones. Gómez de Maio lleva más de dos décadas investigando el impacto de los agrotóxicos en el genoma humano. Comenzó a realizar investigaciones por constantes nacimientos de niños con mielomeningoceles, una falla en el cierre del tubo neural, lo que aparece como la exposición de la médula. “Es una enfermedad que produce parálisis de miembros inferiores, incontinencia urinaria y anal, entre otras complicaciones que requieren rehabilitación y un promedio de entre ocho, 10 y hasta 20 operaciones”, explicó el especialista.
Se estudiaron casos con mielomeningoceles, que Demaio consideró “la punta del iceberg, ya que empezamos a estudiar la genotoxicidad, que es la modificación del genoma humano. Fue cuando empezamos a ver que además de mielomeningoceles, se presentaba la genotoxicidad, que es la intoxicación crónica por el uso de estos agrotóxicos”.
Otras investigaciones como las del doctor Gilles-Eric Seralini especialista en biología molecular, docente de la Universidad de Caen, Francia y director del Comité de Investigación e Información sobre Ingeniería Genética, en Criigen, descubrieron en el 2005 que algunas células de la placenta humana eran muy sensibles al herbicida que contiene en su formula el químico Glifosato, incluso en dosis muy inferiores a las utilizadas en agricultura. El investigador había decidido estudiar los efectos del herbicida sobre la placenta humana después de que un relevamiento epidemiológico de la Universidad de Carleton, Canadá, realizado en la provincia de Ontario, que vinculaba la exposición al glifosato, con el riesgo de abortos espontáneos y partos prematuros.
Antes, el 15 de Septiembre de 2003, el Gobierno de Dinamarca, prohibió el uso de herbicidas que contuvieran glifosato, sin duda se trata de una decisión sin precedentes, cuyo soporte científico está constituido por los estudios realizados por el Instituto de Investigaciones Geológicas de Dinamarca y Groenlandia.
En Argentina, el doctor Alejandro Oliva, médico e investigador y encabezado por el Hospital Italiano de Rosario, vinculó malformaciones, cáncer y problemas reproductivos con exposiciones a contaminantes, entre ellos el glifosato y sus agregados.
Uno de los casos más recordados, fue el de la provincia del Chaco. Allí la Legislatura solicitó al Poder Ejecutivo Provincial, que prohíba el uso del glifosato, en función de los estudios realizados por el CONICET, y poniendo como ejemplo los casos de daños a los seres vivos y al medio ambiente en la zona arrocera de La Leonesa y en Gancedo, con grandes áreas de siembra de soja. Los resultados de estudios que se realizaron durante 2010 habían demostrado que en los últimos 10 años en La Leonesa se triplicaron los casos de cáncer en menores de 15 años y que se cuadruplicaron los casos de malformaciones en recién nacidos.
El glifosato está encuadrado en las máximas categorías entre las sustancias tóxicas para el ser humano, según la Organización Mundial de la Salud, siendo capaz de romper la cadena de ADN de una célula humana, la que podría continuar con vida y generar enfermedades terminales. En nuestro país, se utilizan entre 180 y 200 millones de litros de este herbicida.
Se utiliza en los campos con soja transgénica, maíz, girasol, algodón, cítricos, manzana, pera, membrillo, vid, yerba mate, tabaco, pinos y trigo. Más de 28 millones de hectáreas de Argentina. Entre los productores del herbicida figuran Syngenta, Monsanto, Basf, Bayer, Dupont, Dow Agrosciences, Atanor, YPF y Nidera. Según la última estadística de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), en 2012 se vendieron 182 millones de litros de glifosato. La Red de Médicos de Pueblos Fumigados afirma que en los campos argentinos se arrojan 320 millones de litros de glifosato por año.
“Merecemos eliminar el riesgo para la salud humana por la utilización de este tipo de herbicidas ya que a través de enormes raciones de soja elaborada en diversas maneras como hamburguesas, leche, queso de soja, millones de argentinos reciben su dosis masiva de glifosato. Eso nos permite anticipar cómo será el futuro a costa de la salud de millones de personas que ni siquiera están informadas de la existencia del glifosato”, se expone entre los fundamentos del proyecto de ley.
El informe de la OMS señala que “el glifosato es el herbicida más fabricado en el mundo. Su mayor uso es en la agricultura y ha crecido mucho por el desarrollo de cultivos genéticamente modificados. La población queda expuesta principalmente por residir cerca de áreas fumigadas”.
Datos, números, evidencia cuatitativa, como explica Husulak, sobran. ¿Por qué esperó tanto la OMS entonces para reconocer lo que hace el glifosato? ¿Se necesita una ley para evitar que una población sea envenenada?
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