Investigadores de las Facultades de Agronomía y de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires (UBA) dieron a conocer los resultados de un estudio realizado en el partido de Pergamino, en el que se evaluó el impacto en el ambiente y en la población rural de los agroquímicos utilizados en los cultivos transgénicos.
La investigación se desarrolló durante 2014 y 2015 y contó con financiamiento del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva y del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. En una presentación pública realizada en el Deliberativo local, el ingeniero Eduardo Pagano, investigador responsable del proyecto, junto a los demás integrantes del equipo, pusieron los resultados a disposición de la administración local.
En esta línea, el científico manifestó que uno de los objetivos del estudio fue “obtener una perspectiva que contribuya a la toma de decisiones para proteger la salud y el ambiente, a partir de la aplicación de buenas prácticas agrícolas para lograr que los productos alimentarios no afecten la salud ni la seguridad alimentaria de la población”.
Sobre este eje, la doctora Olga Heredia, miembro del equipo de investigadores, comentó que como parte del estudio se realizaron muestreos en aguas superficiales y subterráneas de la zona agrícola del Partido de Pergamino, desde la confluencia del Botija y el arroyo Pergamino hasta el puente de la ruta nacional Nº8. Además se tomaron muestras de una zona más al norte del Partido.
Tomando como parámetro los valores internacionales (nivel máximo de contaminantes es de 700 partes por billón) y los de la Subsecretaría de Recursos Hídricos (300 ppb para glifosato y 240 ppb para la proyección de la abiota acuática), la investigadora sostuvo que los niveles de glifosato y ampa (su principal metabolito) hallados en la región son bajos, salvo “alguna excepción que puede atribuirse a una contaminación puntual”.
Con respecto a la presencia en el agua de red, detalló que “se han encontrado estos compuestos en algunas muestras, pero en niveles bajos” mientras que especificó que “el arroyo Pergamino se encuentra más contaminado que el Botija”.
En términos generales, la investigadora concluyó: “Se encontraron muestras positivas de estos compuestos pero todos los datos son muy por debajo de los niveles internacionales y nacionales dados para el herbicida”.
Con la colaboración de Agrolimpio y la Asamblea por la Salud, la Vida y el Ambiente y los Centros de Atención Primaria de la Salud del partido, el estudio epidemiológico se realizó en las distintas localidades de Pergamino para lo cual se desarrollaron entrevistas personales, fichas epidemiológicas, muestras de sangre, orina, agua de bebida y en algunos casos comidas.
Al respecto, la doctora María Irigoyen, detalló: “Trabajamos con 149 voluntarios, en dos rondas pre y post aplicación de fungicidas y de los 149 voluntarios de la primera ronda, 110 fueron nuevamente analizados en la segunda, es decir un 75 por ciento”.
Para la realización del estudio se conformaron grupos con las siguientes categorías: expuestos laboralmente; expuestos ambientalmente; y no expuestos o control. El 64 por ciento fueron empleados de Gobierno y el resto particulares y de estos, un 60 por ciento vinculados al agro y un 40 por ciento ambientalistas. El 12 por ciento de los hogares tiene huerta y arboleda y ninguno aplica fitosanitarios; el 59 por ciento tiene jardín o parque; y de este grupo el 49 por ciento aplica algunos insecticidas una vez al año. El 90 por ciento de los hogares usa insecticidas domésticos.
Según el estudio, en el 80 por ciento de las localidades se verificó la presencia de basurales a cielo abierto y en todas las delegaciones se realizan fumigaciones con insecticidas según necesidad ambiental o pedido de vecinos. “Este es un dato que resulta significativo para mostrar que el problema es más abarcativo que el campo”, planteó la investigadora.
“El 68 por ciento de los voluntarios del estudio comentaron padecer algún problema de salud. El 60 por ciento tenía diagnóstico y seguimiento médico; y entre las patologías prevalentes aparecieron la hipertensión, alergias y problemas respiratorios”, apuntó Irigoyen y mencionó que “el 75 por ciento de los voluntarios consume medicamentos en forma habitual y el 30 por ciento se automedica”.
Respecto a la percepción que las personas tienen sobre el impacto de los agroquímicos en la salud, dijo: “En los pueblos, el 80 por ciento de las familias se quejan de los olores y de este porcentaje el 40 asocia malestar y descomposturas con la fumigación aérea. El 65 por ciento percibe que las fumigaciones terrestres con insecticidas los afectan. El 30 por ciento cree que la aplicación de glifosato puede afectarlos. En la ciudad, en cambio, el 35 por ciento cree que las fumigaciones afectan la salud; y el 90 por ciento cree que el glifosato no afecta la salud”.
En otro orden, refirió que se observa un escaso uso de elementos de protección en la aplicación de fitosanitarios y alertó: “el 97 por ciento de los empleados municipales que realizan fumigaciones no conocen las buenas prácticas agrícolas y pocos usan guantes”.
De acuerdo a los datos epidemiológicos del estudio, la población “no expuesta” es la que presenta mayores dificultades respiratorias, algo que consideran “un hallazgo”. El trabajo concluye que hay evidencias de signos y síntomas “asociados a una sumatoria de exposiciones”.
La doctora Edda Villamil, tuvo a su cargo la descripción de los resultados de los análisis de colinesterada realizados sobre la base de las muestras tomadas a los voluntarios, evaluando dos enzimas que se inhiben ante la exposición a ciertos productos químicos de uso en las producciones intensivas de esta zona.
La profesional sostuvo que algunos valores obtenidos indicarían que “la aparición en sangre de algunos compuestos es independiente de las actividades de la persona” y aclaró que de los datos se desprende una hipótesis relacionada a que la exposición podría no estar relacionada con la actividad laboral, algo que a su juicio “es necesario investigar”.
En este punto resaltó: “La comparación de los datos obtenidos en una y otra etapa confirman la hipótesis de que hay una exposición a insecticidas no relacionada a la actividad agropecuaria y posiblemente asociada al uso doméstico de determinados productos”.
En lo que atañe a restos de insecticida en sangre, se investigaron distintos tipos de plaguicidas, muchos de ellos relacionados con el cultivo intensivo que se hace en la zona. Sobre esto, Villamil comentó que los niveles son muy bajos, pero hay restos de agroquímicos en las muestras de sangre.
El estudio concluye: “La frecuencia de aparición de plaguicidas en sangre fue similar a la señalada por otros estudios realizados en el país. No hay diferencias significativas, no podemos decir que en Pergamino la población haya estado más expuesta a este tipo de compuestos. Las concentraciones halladas fueron mayores a las indicadas como valores de referencia, pero son niveles extremadamente bajos”.
Por último, la profesional comentó que los resultados de las muestras de agua analizadas y en líneas generales planteó que “se repite el mismo perfil que en los análisis de sangre. En términos generales las aguas de bebida de Pergamino presentan pocos plaguicidas y en concentraciones por debajo de los niveles de referencia excepto el endosulfan”.
Sin embargo el estudio demuestra que la presencia de Glifosato en la sangre y en el agua a pesar de que sea baja es real, y lo asombroso del estudio es hallar el agroquímico naturalizado en la población. En sus cuerpos y en el agua que beben en el Partido de Pergamino.
Fuente:
El Federal
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Estadística mensual de NOGAL DE VIDA.
Muchas gracias queridos lectores.
Patricia
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