El humo y el reflejo de un sol abrasador dejan el cielo de color ceniza en Marabá, uno de los municipios del estado de Pará que registran puntos de fuego diseminados por su territorio y en el que militares establecieron, por orden del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, una cabecera para enfrentar los más de 11.000 incendios que este año aceleraron la destrucción de la Amazonia.
En la ciudad, un pujante polo comercial, industrial y agrícola que la explotación de mineral de hierro de la gigante compañía minera Vale convirtió en un nodo logístico que interconecta carreteras y ferrovías, se habla del humo y de la deforestación de la selva, y también de las acusaciones contra productores agropecuarios, que defienden su actividad y niegan su responsabilidad por los incendios, habituales en la región en esta época de sequía, pero que este año se incrementaron a niveles no vistos en más de una década.
Por la ruta BR-222, que desde Marabá a la vecina Morada Nova serpentea entre vegetación reducida a cenizas y pastizales humeantes, se llega a la aldea Akratikateje, parte de una reserva indígena de 62.000 hectáreas donde viven unos 12.000 indios de los pueblos Kratikatejé, Kyikatejé y Parkatye.
La jefa de la aldea es la cacique Katia Silene Tonkyre, primera mujer cacique de su pueblo, quien recibe a Clarín junto a su hija, Takwyiti Hrompryti Valdenison. Juntas, piden auxilio al mundo para salvar a la selva.
“Mi pueblo viene enfrentando varios impactos sobre nuestra tierra indígena. Ahora son los incendios. Las grandes empresas, las quemas, que ocurren todos los años, van perjudicando nuestra naturaleza, nuestro bosque. El año pasado se quemó más de un kilómetro de selva. Este año no es diferente. Perdemos animales, árboles, maderas. Esto perjudica a la naturaleza y a nuestros niños, que enferman de los pulmones y de gripe”, dijo la cacique Tonkyre. “Nadie hace nada”, agregó.
Tonkyre es crítica de las políticas ambientales e indígenas del presidente Bolsonaro, partidario de terminar con la demarcación de tierras para protección ambiental, que considera un obstáculo al desarrollo de la región amazónica. El mandatario también es favorable a dar a los indios la propiedad y el derecho de vender tierras, que son federales. El ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, dijo recientemente que lo que la Amazonia necesita son “soluciones capitalistas”.
“Escucho mucho al presidente Bolsonaro decir que el indígena tiene derecho a explotar la Amazonia y la naturaleza. Yo no estoy de acuerdo, porque incentiva a los indígenas a explotar oro, vender madera, plantar eucalipto, convertirse en hacendados. Nosotros respetamos la naturaleza. Pensamos en crecer, pero no con un proyecto volcado al capitalismo, si no con un proyecto sustentable, con mucho respeto a la naturaleza”, aseguró la cacique.
Entusiasmada por un posible viaje a Roma en octubre para participar en el Sínodo para la Amazonia organizado por el Vaticano, Tonkyre, sentada en la escuela de la aldea en la que enseña su hija Takwyiti, una licenciada Intercultural Indígena en Ciencias Naturales y Matemática por la Universidad Estadual de Pará (UEPA), dijo que pedirá al Papa Francisco “respeto por la Amazonia y ayuda para el pueblo indígena”.
Autoridades ambientales del gobierno de Pará dijeron a Clarín que el aumento expresivo en el número de incendios en el estado, el segundo del país con más focos de fuego después de Mato Grosso, se debe principalmente a una baja base de comparación registrada el año pasado, cuando lluvias abundantes provocaron una gran disminución de las quemas, habitualmente usadas para despejar terrenos para pastoreo y que fueron prohibidas por Bolsonaro en todo el país por 60 días.
El presidente, en la noche del jueves, volvió a atacar a su colega francés, Emmanuel Macron, por haber puesto en duda la soberanía de Brasil en la región amazónica y ofrecer “limosna” para mitigar los incendios, en una referencia a los 20 millones de dólares anunciados en la reunión del G7 para ayudar al país.
También, en medio de un torrente de críticas a periodistas, medios de comunicación, animadores de TV y hasta al gobernador de San Pablo, el también derechista Joao Doria, Bolsonaro volvió a cuestionar la actuación de las ONGs en la región amazónica por supuestos ilícitos que no detalló y a la demarcación de tierras.
“El problema no es desforestar, es desmamar a esa gente”, aseguró, reiterando que “no usaré mi lapicera” para crear más áreas indígenas, que “inviabilizan” la agricultura y la ganadería.
Bolsonaro también lamentó “la imagen de un país acusado de negligencia” y acusó a la prensa de magnificar los hechos.
En tanto, en Pará, la policía dijo que identificó tres sospechosos de quemar más de 5.000 hectáreas de bosques nativos. Se trata de hacendados de Sao Félix de Xingú, un área con gran cantidad de puntos de fuego, que se encuentran prófugos. Los bosques quemados se extienden también al municipio de Novo Progresso. Los sospechosos serán acusados de delitos ambientales.
En los municipios de Belém, Marabá, Altamira, Sao Félix do Xingu y Novo Progresso, todos de Pará, hay 1.500 militares desplegados para combatir los incendios, por vía terrestre, fluvial y aérea. Los agentes del estado amazónico, también, intensificaron junto al Ejército, la Marina, la Fuerza Aérea y las agencias de vigilancia ambiental, los combates a la actividad maderera clandestina y la minería ilegal.
PB