La inspiradora historia de una chica que se curó de coronavirus con plasma convaleciente y la recuperada que lo donó
https://www.infobae.com/sociedad/2020/05/29/la-inspiradora-historia-de-una-chica-que-se-curo-de-coronavirus-con-plasma-convaleciente-y-la-recuperada-que-lo-dono/Marisol San Román se recuperó de Covid-19 y dió sangre dos veces para que le extraigan plasma en el CEMIC. Bárbara Piccardi estaba grave en terapia intensiva, recibió la donación de esa institución y sanó casi de inmediato. El plasma convaleciente es una de las terapias más efectivas contra la enfermedad. Ellas son las puntas de una cadena que debe crecer: hay 4.788 recuperados y muy pocos donantes. Y cada uno de ellos puede salvar 9 vidas
Ya fue dos veces a donar sangre para plasma, e irá por una tercera. Marisol San Román (25), la “paciente 130” de Covid-19, sabe que ella es una de las claves para curar a quienes enferman gravemente por coronavirus. “Mi médico, el doctor Villar, me envió un flyer del CEMIC contando sobre la donación de plasma para pacientes convalecientes. ‘Es importante que una vez que te recuperes puedas ayudar a otros que la están pasando mal’, me dijo. Todavía faltaban varias semanas para que llegue el momento en que pudiese donar, pero entendí que era importante. Mi respuesta fue un rotundo ‘sí’”, contó.
Marisol cuenta que la primera vez que donó “no me encontraban la vena. Había estado 45 días en cama y no estaba fuerte, me tuvieron que pinchar dos veces, pero yo solo pensaba en un chico que conocí en España, que tenía 23 años y falleció en una terapia intensiva por Covid-19. Con un tratamiento con plasma se podría haber salvado. Hay que cambiar esa connotación negativa que tiene ir a donar. Más que hacerlo porque vimos a alguien morir, hay que hacerlo porque vamos a hacer que una persona pueda vivir”.
Ya lo hizo dos veces en el CEMIC. “La primera vez sé que mi plasma llegó a tres personas. Pero el caso más importante sin dudas fue el de Bárbara, una chica que estuvo mucho tiempo en terapia intensiva con un pronóstico grave. Fue, para mi, como darle la huella que te quedó de la lucha, entregarle los soldaditos que ayudan a ganar la batalla”, sostiene hoy.
Del otro lado de esta cadena de amor está Bárbara Piccardi (31), empleada administrativa en un hospital público (que pidió no identificar), que se contagió de Covid-19 a mediados de abril. “Al trabajar en un hospital, siempre tomé todos los recaudos: me lavaba las manos seguidos, usaba alcohol en gel, al llegar a casa me cambiaba la ropa, me limpiaba los zapatos con lavandina, también mucho la casa… Y así y todo, me contagié igual”.
Como ella, varios de sus compañeros de trabajos dieron positivo cuando les practicaron el hisopado. Pero dice que, aunque todos fueron aislados, “más que fiebre o tos no tuvieron”. Ella la pasó mal. Y, según relata, no tiene ninguna comorbilidad, no era a priori una paciente de riesgo. “Según los médicos, probablemente lo mío fue peor porque tenía las defensas bajas. Estaba pasando un mal momento anímico por cosas personales, lo que me debilitó”, dice.
Los primeros síntomas fueron “dolor de cabeza y fiebre”, que según recuerda siempre estuvo alrededor de los 38 grados. “Lo primero que hice fue entrar a la página del Ministerio de Salud y llamé al 148. Ahí me preguntaron si tenía obra social, les dije que sí y me indicaron que los llame a ellos”.
Cuando se contactó, tuvo dos videollamadas con los profesionales de su obra social, que le recomendaron tomar paracetamol. Recién al cuarto día le enviaron un médico y se activó el protocolo. La internaron el 17 de abril en la clínica ITOIS de Avellaneda, ciudad donde ella vive.
En su casa -que comparte con su madre, su hermana y dos sobrinos- la única que se contagió fue la primera, pero su caso fue leve y ya está recuperada.
“A los pocos días de estar en una sala común -cuenta- no sólo la fiebre no me bajaba, sino que también me empecé a deteriorar desde lo respiratorio. Sentía mucha fatiga y me faltaba el oxígeno”.
A partir de ese momento la trasladaron a terapia intensiva y le colocaron un respirador mecánico. “Estuve sedada durante doce días en posición prono (boca abajo) para que pudiera respirar mejor. El 24 de abril empecé a mejorar y el 4 de mayo me quitaron el respirador, desperté y me empezaron a bajar la medicación”.
El tratamiento que le dieron en el hospital constituyó en una batería de medicamentos: corticoides, una combinación de los antirretrovirales para Sida lopinavir/ritonavir y lo que en un momento fue la gran esperanza y luego se derrumbó, la hidroxicloroquina combinada con azitromicina. Pero según le contaron los profesionales que la atendieron (ante quienes, dice “me tengo que sacar el sombrero”), la clave de su recuperación fue que le inyectaran plasma de personas recuperadas de Covid-19. “Me dijeron los médicos y también mis familiares, que fue plasma de donantes del CEMIC, y a partir de ese momento empecé a generar mis propios anticuerpos y me fui poniendo mejor”, recuerda.
Con la enfermedad controlada y un primer hisopado negativo, regresó a una habitación común para continuar aislada por 14 días. Y después de un segundo resultado negativo, el 20 de mayo, le dieron el alta.
“Ahora estoy en casa, recuperándome -señala-. Perdí motilidad en los músculos por todo el tiempo que estuve acostada. Viene un kinesiólogo tres veces por semana y sigo con medicación, sobre todo porque durante el tiempo que estuve internada sentí una gran angustia por la soledad. Mientras estaba en terapia sólo pude hacer dos videollamadas con mi mamá y mi hermana. Me dan Clonazepan y Respidirona, porque estaba con depresión. También me inyecto heparina a la mañana, y tomo hierro porque estoy anémica”.
Bárbara y Marisol nunca se vieron personalmente y no se conocían. Pero se pudieron comunicar vía Instagram. “Cuando me enteré que mi plasma había ido para ella fue muy emocionante -cuenta Marisol-. Para mi es como haber donado un órgano. Estás dando algo tuyo que le va a dar vida a otra persona. Es mágico que una persona que haya pasado por una terapia intensiva tan larga pueda salir adelante. Fue sólo una hora de mi tiempo, y saber que hay personas muy complicadas que lo necesitan. No hace falta más. Así como yo tuve la oportunidad de vivir gracias a los médicos y enfermeros, siento que puedo ayudar a dársela a otros con mi sangre…”
Para Bárbara, Marisol y quienes donaron su sangre para que ella se salvara siempre serán ángeles, “necesitamos mas gente como ella, que done plasma para ayudar a los pacientes a salir adelante”.
Por ahora, hasta que no esté completamente recuperada por su larga convalecencia, no puede donar. “Pero en cuanto me sienta del todo bien lo voy a hacer. Mi mamá, que ya se recuperó, va a ir el lunes”
.
“Se puede donar tres veces seguidas, con una distancia entre una vez y otra -cuenta Marisol-. Yo dejé pasar dos semanas entre la primera y la segunda. Y el martes que viene iré por la última. Cada donación equivale al tratamiento de tres personas. Significa que cada paciente recuperado que sea donante puede salvar a nueve personas”.
Mientras el número de recuperados ya alcanza a 4.788 personas, Marisol -ya convertida en una militante de la donación- se siente “triste, porque creo que apenas 50 fueron al CEMIC desde que empezó a recibir donaciones de pacientes recuperados”.
Bárbara se une al pedido: “Hay que concientizar que se done plasma, que es tan importante”.
Además del CEMIC, otro lugar donde donar es el Hospital de Clínicas. Se estima que siete de cada diez personas infectadas con COVID-19 desarrollan anticuerpos una vez superada la infección. Según explica la doctora Alejandra Vellicce, Jefa del Departamento de Hemoterapia de ese centro que depende de la Facultad de Medicina de la UBA, “los anticuerpos son defensas naturales del organismo, la primera línea de combate contra la enfermedad. Una vez que la persona se recupera, esos anticuerpos quedan en el organismo, más precisamente en el plasma, la parte líquida de la sangre”.
“El uso expandido para plasma de convaleciente en el tratamiento de pacientes Covid-19 muestra resultados de notable mejoría en 10 de 10 pacientes en los que se utilizó. Es un método experimental ya que hasta la fecha no se cuenta con un tratamiento específico para la enfermedad”, añade Vellicce. .
“Estamos convocando a pacientes que hayan tenido Covid-19 y se hayan recuperado para utilización de estos anticuerpos en pacientes que actualmente se encuentren en estado moderado o grave”, afirma la especialista.
“Una vez que la persona ingresa al Hospital, se realizan los controles necesarios evaluación clínica y de laboratorio y una vez que se verifica que no tiene el virus circulando en el organismo, procede a donar el plasma”, puntualiza.
El plasma se obtiene a través de aféresis, un procedimiento que consiste en utilizar un separador celular -un equipamiento descartable y de único uso- que permite la separación de los diferentes componentes de la sangre: glóbulos rojos, plaquetas y plasma; este último se separa en un volumen a definir en cada donante.
Mientras a través de la punción de una vena del brazo se extrae sangre, por otra, y en forma simultánea, se devuelven glóbulos rojos y plaquetas. El plasma obtenido, a su vez, se reemplaza con una solución fisiológica en un volumen equivalente.
Por otro lado, Arnaldo Medina,secretario de Calidad en Salud de Ministerio de Salud de la Nación, anunció que la semana próxima se iniciará “una búsqueda activa casa por casa” de pacientes recuperados de Covid-19, para que voluntariamente donen su plasma. El funcionario agregó que “este tratamiento no cura la enfermedad, pero permite que determinados pacientes tengan una mejoría y no ingresen a un respirador”.
Para donar en CEMIC: (011) 52991500 o escribir un mail a donacionplasmacemic@gmail.com
Para hacerlo en el Hospital de Clínicas:113614-2839 de lunes a viernes de 9 a 13 horas o escribir a plasmacovid@hospitaldeclinicas.uba.ar
Seguí leyendo:
No hay comentarios:
Publicar un comentario