Coronavirus. Científicos argentinos desarrollan una técnica para "desactivar" el virus en la ropa de los médicos
Test rápidos, un suero hiperinmune, ensayos con plasma. La ciencia argentina demostró una vez más su rapidez de reflejos y su capacidad de respuesta ante una crisis, esta vez a nivel mundial. Ahora, un grupo de profesionales del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) desarrolla contrarreloj una técnica para proteger a los trabajadores de la salud, sin dudas los más expuestos ante el inminente pico de contagios de coronavirus en la Argentina.
Se trata, a grandes rasgos, de recubrir los elementos de protección de médicos, enfermeros, camilleros y el resto del personal que tiene contacto directo con enfermos de SARS-CoV-2 en clínicas y hospitales de todo el país. Según el último informe del Ministerio de Salud de la Nación, más de 3000 profesionales de la salud ya se contagiaron. Se trata del 8,5 por ciento del total de los infectados .
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"Nos pusimos a pensar que una porción importante de los contagiados son del área de la salud, en cómo podríamos mejorar los elementos de protección que usan. Porque esos elementos [barbijos, camisolines, cofias, etc.] son filtros de agentes infecciosos, pero cuando ellos terminan de usarlos, los virus quedan concentrados ahí, no se desactivan", explica a LA NACION Leandro Monsalve, doctor en química, investigador de Conicet y miembro del departamento de nanomateriales funcionales del INTI.
Desactivar el virus
El proyecto que lidera Monsalve busca desarrollar recubrimientos antivirales en los tejidos que se utilizan en la confección de los elementos de protección. Para ello se utilizan dos técnicas, que podrían complementarse.
La primera de ellas es el uso de quitosano, un biopolímero que se obtiene a partir de desechos de la industria pesquera. Caparazones de crustáceos y partes de langostinos tienen la capacidad, mediante un proceso químico, de ser viricidas. La idea del proyecto es impregnar las telas con esa sustancia de modo que el virus quede "desactivado".
El segundo método es con nanopartículas de metales como plata y cobre, que también tienen la capacidad de inhibir el virus. "En este caso, lo que se hace es sumergir los tejidos en una batea que contiene una solución de agua con las nanopartículas, para que se metan en el entramado. Luego se quita el excedente de agua y se seca", explica Fabricio Molinari, ingeniero químico, miembro del departamento de textiles del INTI y uno de los encargados de las pruebas, que hasta el momento son exitosas.
Molinari explica, además, que el INTI busca generar pruebas lo más sencillas posibles, porque la idea es que la técnica pueda ser rápidamente adoptada por los fabricantes que ya hay en el mercado.
"Ya estamos haciendo los primeros recubrimientos para evaluar cómo queda la performance física del material después del tratamiento" , explica Molinari. Esta etapa de pruebas es fundamental por dos motivos. Los estudios deben garantizar que las nanopartículas no se escapen de los tejidos, y que las telas, luego de ser tratadas sigan cumpliendo con sus funciones. "Esto es clave porque por más antiviral que sea un barbijo, si luego no permite respirar correctamente, no sirve para nada" , grafica el ingeniero.
La tarea de validar la capacidad viricida de ambos tratamientos está a cargo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
¿Cuándo podría estar listo?
Si bien las pruebas al interior del INTI ya llevan varias semanas, todavía faltan algunos meses para ver los resultados en clínicas y hospitales. "El proyecto tuvo bastante difusión. Y eso nos ayuda a contactarnos con las empresas que producen. Hablar con ellos y que ellos se encarguen de producir", explica Monsalve. Su proyecto tiene presupuesto propio, pero además hace poco ganó un subsidio conjunto de la Agencia de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación y la Fundación Bunge y Born.
Sin embargo, este dinero (unos $2.500.000), será destinado al desarrollo de técnicas y no a la producción. "Nosotros tenemos la capacidad de desarrollar y certificar. No de producir", insiste el líder del proyecto, que estima que en unos seis meses las empresas interesadas en estas técnicas podrían estar en condiciones de presentarse ante la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat). Son ellos quienes deberán aprobar los productos antes de que salgan al mercado.
Por: Tomás Rivas
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