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miércoles, 4 de abril de 2018

Por un cucharón, un sueño coreano: de inmigrante ilegal en Fuerte Apache a industrial. Un ejemplo de resielencia y buena onda. LA NACION, Carlos Manzoni



Sueño coreano: de inmigrante ilegal en Fuerte Apache a industrial

Ascenso - crisis y oportunidad: el coreano Do Sun Choi llegó en los 70 sin plata y sin hablar español y hoy es el dueño de la empresa de electrodomésticos Peabody
Ascenso - crisis y oportunidad: el coreano Do Sun Choi llegó en los 70 sin plata y sin hablar español y hoy es el dueño de la empresa de electrodomésticos Peabody Fuente: LA NACION - Crédito: Mauro Alfieri


Carlos Manzoni 



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4 de abril de 2018  
Un rústico cucharón de aluminio es el tesoro más grande que Do Sun Choi guarda en su casa. Su padre, Man Young Choi, lo fabricó durante su paso por un campo de concentración estadounidense a fines de la Guerra de Corea. Casi 70 años después, el fundador y CEO de Peabody dice: "Mi papá lo hizo pensando que lo iba a usar fuera de prisión, porque creía en un futuro más allá de su calvario. Es un mensaje. Yo empiezo cada día de trabajo pensando en cuál va a ser mi cucharón". Con eso en mente pasó de ser un inmigrante ilegal que ni siquiera hablaba español a crear una exitosa empresa de electrodomésticos que hoy factura $650 millones por año solo en el mercado local.
Pero, al igual que su padre, que fue esclavo de los japoneses en la Segunda Guerra Mundial y emigró después de la Guerra de Corea hacia Corea del Sur (había nacido en el Norte), Do Sun tiene una larga historia para contar hasta llegar a su realidad actual. La foto del helicóptero que desalojaba a Isabel Perón de la Casa de Gobierno fue la primera imagen que vio de la Argentina. "Acá nos vamos", le dijo su padre, mientras le mostraba la foto en un periódico.
Llegó como inmigrante ilegal en 1977 y se instaló con sus padres y su único hermano en Fuerte Apache. Tenían carencias de todo tipo, pero, según recuerda hoy, lo peor no fue la falta de dinero. "Tengo muy presente que lo que más padecí en esa época no fue la pobreza económica, sino la cultural. Estábamos en un país del qué ignorábamos casi todo, no conocíamos el idioma y vivíamos sin documentos en medio de una dictadura militar. Pero esa misma adversidad me forjó para el futuro", afirma.
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Do Sun tenía solo 12 años cuando dejó su Seúl natal y pisó por primera vez Buenos Aires. Pese a su corta edad, pronto empezó a trabajar: toda la familia comenzó a fabricar ruedas para una bicicletería. "Esta tarea es la parte más difícil de toda la cadena. Por cada 400 ruedas que armábamos, nos pagaban con una bicicleta, que después vendíamos. Así nos fuimos acomodando", cuenta. En paralelo con su trabajo, Do Sun empezó a estudiar. Su condición de ávido lector le permitió adquirir la habilidad de traducir del coreano al español. Esta cualidad lo ayudaría en 1983 (justo el año en que obtuvo sus documentos) a conseguir trabajo como traductor en Daewoo, una empresa coreana que se había instalado en la Argentina. "Entré para hacer unas traducciones, me quedé 15 años y terminé siendo gerente comercial", relata.
Hasta su salida de Daewoo, Do Sun se dedicó a toda la parte de exportación de productos agrícolas (granos, aceite de soja, pellets de soja) que tenía la firma. Uno de los principales mercados era justamente Corea del Sur, por lo cual la crisis asiática de 1997 golpeó muy fuerte el negocio. "Eso me pegó mucho, porque era un trabajo que me producía mucha adrenalina y me llenaba de orgullo. Entonces fue cuando decidí irme y tener mi propio emprendimiento", señala.
Se metió de lleno en la comercialización de computadoras y componentes electrónicos para la industria de Tierra del Fuego. Todo iba muy bien hasta que llegó la gran crisis económica de 2001/2002. Ahí todo explotó. Con un solo dato, Do Sun grafica la situación: en 2002 (año de Mundial de fútbol) se esperaba vender 1,5 millones de televisores y finalmente solo fueron 250.000. "Eso fue inaudito en la historia y yo estaba metido en ese negocio", se lamenta.
Luego de estar 18 meses consecutivos sin ingresos, decidió fundar Goldmund, grupo que hoy maneja la marca Peabody. "Sin la crisis de 2001 no hubiera nacido la empresa actual. Por eso pienso que las crisis siempre son una oportunidad. Pero, al mismo tiempo, creo que todavía no hay conciencia de las consecuencias que tuvo esa crisis. Mucho de lo que hoy vivimos proviene de ese estallido", sostiene.
Goldmund, que hoy tiene 136 empleados directos, se inició en 2003 con tres personas (Do Sun, una secretaria y un cadete), y no tenían marca comercial ni activos. "No teníamos nada", remarca. Entonces, compró la marca Peabody a la fábrica de heladeras Helametal y ahí comenzó otra historia. ¿Qué sucedió? "El quiebre de 2001/2002 hizo desaparecer a muchos jugadores en el mercado de electrodomésticos y permitió la aparición de otros como nosotros", comenta el empresario.
Al comienzo de Goldmund, como no tenía fábrica propia, comenzó producir a façón, con terceros fabricantes. También importaba heladeras, secarropas, cocinas a gas de Brasil, México y Corea.
"Pero actualmente ya fabricamos una línea de calefacción eléctrica tipo convección, ventiladores, planchas, aspiradoras y pequeños electrodomésticos de cocina, como licuadoras de mesa y licuadoras de mano. Las heladeras nos las provee una fábrica que está en Rosario", dice Do Sun.
Con cursos en Japón, donde perfeccionó su modelo productivo, logró explotar el potencial de sus fábricas. En 2014 su planta tenía solo 2095 metros cuadrados, mientras que en la actualidad ya tiene 16.995. En el mismo período, pasó de contar con 59 empleados a 136. Hoy exporta a Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile, pero ya tiene planes para vender a Corea del Sur. "Mi sueño, igual, es que mis productos se vendan desde Estados Unidos hasta Chile", confía.
Mientras buscaba dar forma a su empresaria, Do Sun también construyó una familia: se casó en 1993, tuvo a su hija Pilar el 2 de julio de 1997, luego se separó y volvió a forma pareja con Eugenia, con quien está esperando un nuevo hijo. Lejos quedaron los tiempos de Fuerte Apache, de la falta de documentos y del trabajo a destajo en la bicicletería. Hoy, en su oficina de Palermo, rodeado por sus productos en exhibición, el hombre comenta: "Todo esto es mi cucharón". Enseguida abre su notebook, señala una foto y confiesa: "Igual, el tesoro más grande que tengo es ese cucharón de aluminio que hizo mi padre".

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