Una persona sin celular
Psicóloga del Programa Coordinación Sida, dice que los teléfonos móviles crean irresponsabilidad.
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GRACIELA FERNÁNDEZ CABANILLAS. SIEMPRE PUNTUAL. Y CON LA ATENCIÓN A FULL, EN UN MUNDO DE TELÉFONOS FIJOS.GRACIELA FERNÁNDEZ CABANILLAS. SIEMPRE PUNTUAL. Y CON LA ATENCIÓN A FULL, EN UN MUNDO DE TELÉFONOS FIJOS
Es nota Graciela, ya van a ver. Pero decíamos, la curiosidad periodística se perdió desde que los prenseros pusieron un pie en las redacciones. Antes, la observación –esa materia prima– no se movía en dicotomías extremas (excepción/obviedad). Raro lo que está pasando, y más cuando se dice que el periodismo es un espejo de las sociedades. Por ejemplo, el diario que mostró a Jazmín de Grazia muerta lo entendió a la perfección. Puso el espejo o el charquito de aguas servidas –usted elija su propio manera de reflejarse– y la edición se agotó. Todo dicho.
Graciela Fernández Cabanillas es una vaca volando: en el país donde hay más celulares que habitantes –50 millones de aparatitos, según una encuesta–, Graciela –a ver, Iliana Calabró–, Graciela no tiene ce… Graciela no tiene celu… No tiene ce-lu-la… ¡¡No tiene celular!! “Ser una habitante inhallable es como un desafío
–sonríe–. No estoy a disposición. Es eso, nada más. Me gusta tomarlo como una militancia. Aparte, soy una fanática de las buenas costumbres y el teléfono celular se encarga de derogarlas. La tecnología me parece maravillosa, pero la hiperestimulación, resta”.
Leemos: los celulares aparecieron hace menos de dos décadas y tuvieron un explosivo crecimiento en los últimos años, cuando el sector telefónico viene liderando la expansión en el consumo de servicios públicos. “No sé cómo se le dirá al contra-nerd. Quizás yo sea la otra cara de la moneda. Es complicado nadar contra la corriente estando dentro del sistema. Pero estas son mis pequeñas resistencias y las llevo adelante sin molestar a nadie”.
Oponerse al consumo tecnológico debe ser la cruzada más emocionante desde lo del Quijote y los molinos de viento. “Que quede claro una cosa: no me gusta diluirme en determinadas masas. Ni celular, ni redes sociales. Llegué hasta el mail, que es un llamado en diferido y dije basta para mí”.
Graciela es psicóloga, trabaja en salud pública y es uno de las principales referentes del Programa Coordinación Sida. También es puntual. Lo de la puntualidad no es un detalle del non-fiction para hablar de un reloj con apliques de oro; la puntualidad es una virtud que caducó desde que se inventaron los teléfonos celulares. “Es muy feo lo que está pasando. El celular permite que uno sea más irresponsable. Si el paciente llega tarde, o tu amiga se demoró, la culpa es mía por no tener telefonito. Insólito… Bueno, no atender pacientes privados tiene que ver con no estar como un bombero de acá para allá. Calculo que la atención particular me obligaría a modificar hábitos”.
Mírenla bien: Graciela no sabe mandar un SMS. No conoce la diferencia entre asterisco y numeral. Nunca un ringtone, nunca una prótesis de Blackberry. Ahí sentadita, y vos teniendo la renovada sensación de que sólo desviará la mirada para recordarle al mozo que traiga el tostado. ¿Sabés cómo se llama eso, Cumbio? Eso se llama prestar atención.
Un debate embustero el de Jazmín de Grazia. Si los diarios se hubieran apilado en los kioscos, vaya y pase. Pero hay que hacerse cargo. Como Graciela. “Tampoco me interesa la apología. Si la hiciera, estaría sufriendo mi decisión de estar al costado, y no es mi estilo. Ocuparme de todo el mundo, acumular amigos, banalizarlos en Facebook... Todo eso es muy agotador, tanto como quitar el cuerpo, ahora que parece no haber diferencia entre distancia y acercamiento. La intimidad está en bancarrota, ya lo sabemos. Basta con viajar en colectivo para darnos cuenta que la discreción se perdió. El sonido de las charlas telefónicas en los medios de transporte debe ser el ruido más molesto del mundo. Además, el teléfono y las redes sociales tratan de volver interesantes a un montón de personas que no tienen nada que ofrecer. A mí no me interesa. Paso… No, ni idea, ¿en serio hay una organización contra el uso de teléfonos celulares? ¡Cuenten conmigo!”
En dos minutos, Graciela saldrá a la calle y habrá que esperarla llegar a cualquier lugar. No quedará más remedio. Graciela cruzará la avenida pensando en quién puede ser capaz de querer estar acompañado por tan aterrador sinnúmero de gente. Y seguirá caminando, la vemos alejarse. Lo que nadie sabe es que se trata de un fantasma, uno que no entorpece el universo de los vivos y que entre tanto sentimiento de igualdad lo único que precisa es sentirse un poco más libre.
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