Conformados en asamblea, vecinos de Pueblo Esther buscan limitar y restringir las fumigaciones mediante la redacción de un nuevo proyecto de ordenanza. Denuncian la falta de controles, el aumento de enfermedades de piel y respiratorias y las recurrentes inundaciones en zonas donde antes no ocurrían. A escasos kilómetros de Rosario, la autogestión avanza en defensa de la vida.
Por María Cruz Ciarniello
María despliega el mapa de Pueblo Esther
-Acá está mi casa, dice. Y todo esto –señala- es campo fumigado.
Su casa está rodeada de plantaciones de soja y quintas donde se fumiga con diversos herbicidas, entre ellos, el glifosato. Ella lo sabe, lo denuncia y también lo padece. Tan solo una cuneta separa su casa del campo de 45 hectáreas en el que, por lo menos, se fumiga seis veces al año, tres aplicaciones por cada cosecha.
El relato de esta vecina no escapa al que se escucha recurrentemente en tantas otras localidades de la provincia, y más allá también. Fumigar a metros de los hogares es una práctica habitual en los pueblos. Es lo que también alertan muchos vecinos movilizados por la problemática; afectados en su salud y en la salud de sus hijos. En su cuadra, por ejemplo, hay por lo menos doce niños expuestos a las fumigaciones en plena tarde.
Por eso, y a tan solo 38 kilómetros de Rosario se está gestando una asamblea para denunciar los efectos nocivos que provocan las fumigaciones sobre los campos y quintas sembrados con soja o maíz trasgénico.
Lo que también se reitera es la falta de acceso a la justicia. Muchas veces, las denuncias por fumigaciones ilegales o por que no respetan los metros establecidos, son “cajoneadas” en las comisarías de los pueblos. Desde el año 2006, María lleva su reclamo ante las autoridades sin ser escuchada. Con el asesoramiento de organizaciones como el Centro de Protección a la Naturaleza y Paren de Fumigar, empezó a utilizar el modelo legal para asentar su denuncia. “Empezamos a estar alerta y entrar en contacto con gente del Cepronat y Paren de Fumigar. Con la ayuda de ellos, recibí instrucciones básicas para hacer las denuncias policiales”, cuenta, mientras transcurre la tarde de enero en Pueblo Esther.
Yanina es otra de las habitantes de Pueblo Esther que milita para que el modelo productivo sea otro. Se fue de Rosario hace varios años para vivir en el pueblo, alejada de la urbe y de una ciudad que también está fumigada. De sur a sur.
En su pequeña huerta, Yanina cultiva diversos alimentos, sanos, sin agroquímicos. “Es difícil juntarse porque lo que sucede con la salud es invisible. Lo que está ocurriendo es que con las inundaciones, todo esto se hace mucho más evidente. Porque el problema es el modelo productivo”, remarca.
El agua de las últimas lluvias afectó, como a tantos otros pueblos, las casas y los barrios de Pueblo Esther. La primera gran inundación ocurrió el 26 de diciembre pasado. La otra fue en este enero de 2017, apenas una semana después de que más de cincuenta vecinos del pueblo se juntaran en la sede del SAMCO local para empezar a delinear acciones conjuntas a favor de la vida. Porque no se trata solo del agua que el suelo, plastificado de tanto veneno, ya no absorbe. Es también la salud lo que está en juego.
Por eso, el lugar elegido para las reuniones que los vecinos de Pueblo Esther están impulsando no es casual. La intención es también involucrar a las instituciones sanitarias y a los médicos de la localidad, muchos de ellos visiblemente comprometidos con la problemática. Una de estas profesionales es Antonella Reinhart quién, en declaraciones al Semanario El Eslabón, señalaba: “Además de ser vecina y vivir en carne propia las consecuencias, estoy muy preocupada porque atiendo muchísimos casos que tienen que ver con el impacto de las fumigaciones y la aplicación de glifosato”. “Es desesperante. Los motivos de consulta en la guardia son siempre los mismos. Ahí en General Lagos, hay, además, dos cerealeras, que se suman a todo el veneno que hay permanentemente con las fumigaciones”.
En este mismo medio, Antonella destacó los diversos problemas de salud que afectan a la población de Lagos y Pueblo Esther. Al menos, los que ella atiende a diario en la guardia del hospital: “el principal problema que aparece es el broncoespasmo o asma”. “Hay en casos desde chiquititos menores de seis meses hasta personas de edad, como una que me tocó atender hace poco, que con 71 años tuvo su primera manifestación de asma, lo cual es increíble. Existe un uso extendido de salbutamol e indiscriminado de corticoides”. También se refirió a las afecciones no comunes en la piel, reacciones alérgicas y problemas de fertilidad, cáncer y abortos. Y agregó: “Es impresionante la cantidad de gente del pueblo que tiene hipotiroidismo”.
“Estos productos son disruptores hormonales”, explica María a enREDando quien además, sufre esta patología. También señala que tiene documentado el momento en que se fumiga. Y describe: “Los animales empiezan a sentirse mal, en una de las fumigaciones las abejas se enloquecían y picaban a los perros”.
Finalmente, y asesorada por abogados ambientalistas, su denuncia comenzó a tomar curso en un juzgado de Arroyo Seco. Desde el Cepronat le aconsejaron que realice una denuncia ampliada, es decir, que notifique todas y cada una de las fumigaciones que todavía sigue padeciendo.
Organizarse es la tarea
“No son provincias diferentes”, explica Yanina con ironía. Se refiere a la actual ley provincial N 11.273 que prohibe fumigar a menos de 500 metros. Sin embargo, en Pueblo Esther, las aplicaciones con mosquitos se realizan sin respetar la distancia. Y lo que es peor, llevan el sello del área de Medio Ambiente de la comuna.
“La fumigación debe ser autorizada por las dos comunas: de General Lagos y Pueblo Esther, y por un ingeniero agrónomo que es juez y parte al mismo tiempo. Nosotros fuimos a hablar con las autoridades de Medio Ambiente y lo que nos dicen es que hay que cambiar la ordenanza. Esta ordenanza local tiene muchas zonas grises. Pero lo que sabemos es que la misma adhiere a la Ley Provincial, entonces ellos mismos, firmando una autorización, están en grave falta”, señalan las vecinas.
Cada fumigación es avalada por la Comuna mediante una ordenanza que así como está, viola lo que establece la actual Ley de Fitosanitarios. Por eso, el primer paso de estos vecinxs es lograr una nueva ordenanza donde lo fundamental, remarcan, es que se establezca el órgano de control. También señalan que es necesario trabajar en conjunto con la gente que trabaja en las quintas quienes fumigan con mochilas y en la mayoría de los casos, sin ningún tipo de protección. No llevan cascos ni mascarillas, apenas unas botas.
“Fumigan todo el borde por donde sale a correr la gente y hoy está quemado. Fumigan la banquina, con glifosato que mata el yuyo. El productor es mi vecino y no tienen conciencia de lo que esto produce. Por eso es importante hablar con ellos”, dice Yanina.
Ana es otra de las vecinas preocupadas por la salud de la comunidad. Habla poco pero lo suficiente para señalar que la clave es también generar acciones de sensibilización para hacer visible lo que están viviendo en Pueblo Esther, entre ellas, la realización de un mural colectivo en defensa de la vida.
En Pueblo Esther, el centro de salud está rodeado de tierras donde se siembra maíz, espinaca y otras hortalizas, todas fumigadas con herbicidas. El campo pertenece al anterior presidente comunal de la localidad, lo que demuestra que, en muchos lugares, hasta los propios funcionarios tienen sus intereses íntimamente ligados al agronegocio.
Se repiten las situaciones y los testimonios parecen calcados. El año pasado, enREDando fue parte de la Caravana por la Vida que viajó hasta Basavilbaso. En Nogoyá, Felipe contaba: “Mucha gente dejó de venir porque en la planta urbana seremos unos 27 mil habitantes, y todos tienen algo que ver con el dueño del campo, o es mi cliente o es mi paciente. De hecho, la mamá de mi señora tiene varias hectáreas en Nogoya y es productora agropecuaria y hoy no somos mas de 10 en la reunión, cuando en realidad eramos 60 personas”. En esta localidad entrerriana también están trabajando para modificar la ordenanza local que es totalmente permisiva.
En Chabás, por ejemplo, los datos del Campamento Sanitario de la UNR revelaron que, en esta localidad, hubo una clara prevalencia de las enfermedades respiratorias como principal problema de salud; que la segunda enfermedad crónica que se reitera con mayor frecuencia es el hipotiroidismo y que en los últimos 15 años, los tumores representan la principal causa de muerte, con 167 casos. Se encuestaron 1829 viviendas y 5594 habitantes, lo que representa el 78,2 % de la población total tomando como referencia el último censo poblacional del año 2010. Chabás se encuentra a tan solo 80 kilómetros de Rosario y su estructura productiva es marcadamente agroindustrial.
El ojo clínico
A fines del 2016, estudiantes de la Cátedra de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario, coordinada por el doctor Damián Verseñazzi, se acercaron a Pueblo Esther para llevar adelante un relevamiento en quintas, por el lapso de 3 meses, como parte de la práctica final de la materia. Lo que observaron, y expusieron en una presentación pública en la localidad, es un total incumplimiento de las normas de prevención y cuidado que los aplicadores deberían tener cada vez que realizan una fumigación. Las conclusiones del trabajo realizado por los estudiantes de Medicina fue clave para poder instalar la problemática en la comunidad.
Se estima que en Pueblo Esther hay alrededor de 16 quintas y campos donde hay gran cantidad de producción hortícola, además de soja y maíz. El casco urbano está enclavado alrededor de estas hectáreas rociadas con diversos herbicidas. Y lo que es peor, las escuelas no escapan a esta cotidianeidad.
“Lo que estuvo pasando en la escuela primaria, por ejemplo hasta el año pasado, es que hay un depósito de muebles de plástico al lado y la misma fábrica fumigaba el borde de su tejido para que no crezcan los yuyos, pegado a la escuela. Está el tejido y está el patio donde los chicos juegan”, describen con preocupación.
El trabajo de este conjunto de vecinos es proponer, además de denunciar. Por eso es que ya redactaron un proyecto de ordenanza local que proteja, limite y controle, fundamentalmente, la manipulación y aplicación de los agrotóxicos. El próximo miércoles 22 de febrero se reunirán nuevamente, con el acompañamiento de la abogada ambientalista María Victoria Dunda, Eduardo Rossi, impulsor de la campaña Paren de Fumigarnos, y José Ignacio Mujica, ex intendente de Zavalla, con el objetivo de sumar aportes y miradas al proyecto que elaboraron. Pero saben que con eso no alcanza: insisten que el problema es el modelo; y que el cambio necesariamente debe estar en la matriz productiva.
-Hay producciones agroecológicas cuyo rinde es el mismo, pero ellos están convencidos que eso es mentira, – sintetizan.
En Pueblo Esther, la autogestión en defensa de la vida crece desde el pie. Como en tantas otras comunidades, desde abajo, están luchando para que el cambio, a pesar de todas las adversidades, sea posible.
Contacto: Facebook Pueblo Esther Por la Vida
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