Llegar a la localidad de Bernardo de Irigoyen, a 83 km. de la ciudad de Santa Fe, es entrar en una película de ciencia ficción en donde uno no sabe muy bien si ingresa a un casco de estancia, con 1700 habitantes propiedad de quien explota el latifundio o pueblo relacionado a la actividad agrícola.
La sensación es, algo que viene creciendo desde la llegada de la soja transgénica -en el año 2003- a esta parte, la tecnificación agrícola y el monocultivo hace que lo que le sobra a la economía en el campo es gente.
Tal es así que el último caso de consecuencias terribles para una niña de dos años, ocurrido en Bernardo de Irigoyen y la pasividad social ante el hecho, demuestran que el ser humano, la persona, el ciudadano es el último eslabón en importancia en este modelo que parte de los campos, toma las rutas hasta llegar a los puertos privados de las grandes multinacionales y de ahí, en barco, hacia el exterior. El esquema podría prescindir, tranquilamente, de argentinos y hasta parecemos ser un “gasto” y no un fin de la actividad de nuestro país.
El colmo
Ludmila Vecino tenía dos años y meses cuando comenzó con los síntomas de una intoxicación que, posteriormente, se pudo establecer sus causas. Todo comenzó en noviembre pasado cuando la pequeña debió ser internada por lo que aparecía como una simple deshidratación. No tenía apetito y todo lo ingería lo eliminaba mediante vómitos constantes. Un mes entero la niñita estuvo internada para revertir sus síntomas y recuperar sus energías y fortaleza. No se habían determinado las causas cuando volvió, nuevamente, a su hogar.
Las sucesivas recaídas de la chiquita, hicieron que los médicos del SAMCO de Coronda, profundicen las causas del cuadro sintomático, hasta que llegaron a las razones por las cuales Ludmila se encontraba vulnerable al punto de peligrar su vida. Fue diagnosticada por los pediatras del Hospital de Niños de Santa Fe por una intoxicación o envenenamiento que los llevo a percibir, en los distintos exámenes, la presencia de glifosato en la sangre del paciente pediátrico. Sí, no es un error tipográfico, los exámenes médico determinaron que Ludmila, de 2 años, paciente proveniente de la localidad de Bernardo de Irigoyen, presentaba un cuadro reactivo como consecuencia de la presencia de este agrotóxico circulando por las venas de la niña.
La familia
La familia no tenía mucho que pensar. La casa en la que Ludmila vive y el propio patio en donde ella juega está lindante a un depósito en donde se preparan los caldos de herbicida para la fumigación de los campos de la zona.
Sin ningún tipo de seguridad ni cuidados, el taller realizaba la limpieza de los recipientes utilizados en el preparado detrás de los galpones, a metros de donde la niña jugaba.
El depósito de agrotóxicos de referencia pertenecía a la firma comercial, José Alberto Pagliaricci, cuya razón social inscripta en la AFIP incluye entre otras actividades la de Servicio de pulverización, desinfección y fumigación terrestre.
El deposito, ubicado en la zona urbana de Bernardo de Irigoyen, está ubicado en la calle Juan XXIII 255 y acopia productos tóxicos, entre ellos, Round UP, Glifosato y nonilfenol que es un potente coadyuvante, ya investigado por NOTIFE, y que ha sido prohibido en Europa por considerarse un contaminante hormonal o disruptor endocrino causante de un desastre natural, en los ríos de la cuenca del Llobregat (Cataluña), por el que se produjo una grave desertificación ictícola.
La denuncia
A partir de ese momento y con las pruebas médicas en la mano, la familia concurrió en auxilio ante el jefe comunal para exigir el cierre del depósito y ante la Justicia para que se realicen las investigaciones penales correspondiente. Lo más llamativo es que el jefe comunal no ponga un freno ante una situación tan vulnerable de la familia Terreno. Los intereses económicos, y políticos una vez más juegan un rol preponderante por encima de la vida humana.
Rubén Ramírez, jefe comunal de Irigoyen, pertenece al Frente Justicialista local y asumió en el mes de diciembre el cargo. Ni el actual responsable de la comuna ni los anteriores dieron una respuesta a la familia ni se mostraron preocupados por el peligro al que estarían expuestos, no sólo los vecinos a este depósito, sino el resto de la población a la que representan como consecuencia la irresponsable manipulación de agrotóxicos que lleva la negligencia al punto de volcar, en forma directa al suelo y las napas, el excedente de los caldos de fumigación como si se tratase de un “Car wash”.
Con la ayuda de Roberto Schiozzi, ambientalista representante de ONG de la ciudad de Coronda, la denuncia llegó hasta el Ministerio Público de la Acusación siendo tomada por el fiscal German Nessier quien se comprometió a actuar con celeridad
Schiozzi declaró al medio ANCAP que “el fiscal dijo que se movería con urgencia, estamos ahora en esa espera, para que ese depósito se traslade como manda la ley a dos mil metros de un radio habitado, y que Ludmila tenga su salud como corresponde. El depósito esta hace mucho tiempo en el lugar.
“No nos maten”
De todas las maneras posibles, los vecinos vienen suplicando a los productores por una actitud responsable y hasta humanitaria. El papá de Ludmila ha insistido por redes sociales y en declaraciones a medios ambientalista un pedido que parece ingenuo ante la gravedad de la situación: “Le digo al que haya fumigado que no lo haga más porque el olor era inaguantable en la pieza de mis nenas hace un rato. Hace unos meses atrás la tuve internada grave, por lo mismo, se lo pido por ellas, y por las demás criaturas del barrio”.
Ante este pedido desesperado de un padre la respuesta diaria del dueño del depósito que lleva la firma Jose Pagliaricci, es: un poco más de tiempo. Mientras el tiempo pasa, Ludmila corre riesgo de vida en ese lugar.
Según relató Schiozzi, hay dos personas del barrio que debieron abandonar el lugar por serios problemas respiratorios. Sus nombres están en reserva por pedido de ellos. Nunca quisieron denunciar la contaminación.
El Glifosato contiene niveles tóxicos de arsénico
Un nuevo estudio publicado en Toxicology Reports ha demostrado que las evaluaciones regulatorias actuales de los herbicidas más usados en el mundo son incorrectas, con ingredientes como el arsénico que se encuentra regularmente en los herbicidas a base de glifosato y otros pesticidas en niveles tóxicos. La toxicidad del glifosato está actualmente siendo debatida a nivel internacional por las autoridades reguladoras y de salud, pero rara vez se consideran otros formulantes en herbicidas basados “en glifosato (como el Roundup de Monsanto). Los formulantes usados con glifosato son declarados como inertes y confidenciales por la industria de pesticidas”.
El Prof. Gilles-Eric Séralini de la Universidad de Caen Normandy, Francia, y sus colegas Dr. Nicolas Defarge y Dr. Joël Spiroux, hicieron hallazgos nuevos que aplastan la afirmación de la industria de los pesticidas de que los ingredientes “inertes” en los herbicidas a base de glifosato no necesita regulación: Los herbicidas a base de glifosato muestran contener metales pesados “como el arsénico. Estos no están declarados y normalmente están prohibidos debido a su toxicidad”.
Los efectos comparativos del glifosato solo y 14 de sus formulaciones fueron estudiados por el equipo de Seralini. Se demostró claramente que el glifosato no era el principal compuesto tóxico en las formulaciones de herbicidas. Los compuestos a base de petróleo en las formulaciones de herbicidas eran más tóxicos que el glifosato.
Seralini y su equipo también buscaron otros elementos tóxicos y disruptores endocrinos conocidos en 22 plaguicidas, incluidos 11 herbicidas a base de glifosato. Descubrieron varios metales pesados “en la mayoría de las formulaciones, en particular arsénico, cromo, cobalto, plomo y níquel, que son conocidos por ser disruptores tóxicos y endocrinos. Todas las formulaciones diluidas excepto una contenían un cóctel de estos metales. Por lo tanto, este fenómeno parece estar ampliamente distribuido en el mundo, ya que las muestras de plaguicidas provienen principalmente de la Unión Europea y América del Norte. En Asia, se encontraron grandes cantidades de arsénico en los herbicidas a base de glifosato vendidos previamente en Sri Lanka antes de que el país prohibiera tales herbicidas debido a preocupaciones sobre CKDu: enfermedad renal crónica”.