CONTAMINACIÓN
Glifosato: Por qué quedan cada vez menos peces en el río
viernes, 16 de marzo de 2018 · 09:16
En los últimos días grupos ambientalistas señalaron la elevada mortandad de Lobos Marinos que se está produciendo en el descanso de los lobos en Puerto Quequén, en la margen necochense del río, sobre el ingresod e la escollera sur. Acompañando la denuncia, los proteccionistas señalaron una sospechosa reticencia de las autoridades de promover estudios sobre el agua del río, cuya contaminación representa un evidente peligro para toda la vida, no solo la de los animales.
En Necochea se realizó en 2014 un operativo para "sembrar" cientos de miles de pejerreyes en toda la cuenca del Río Quequén, dado que la especie parece haber quedado extinta o, cuanto menos, reducida drasticamente. Las causas de su desaparición rara vez se comentan en los medios de comunicación y el usod e agroquímicos de manera intensiva podría tener la respuesta.
Según un estudio realizado en 2015 por la Universidad de Buenos Aires a través de su Facultad de Ciencias Exactas, en la Argentina, desde fines de la década de 1990 hasta 2013, la superficie cultivada con soja aumentó de 9 millones de hectáreas a más de 20 millones. "Como consecuencia de ello, la aplicación de herbicidas y pesticidas se incrementó de 127 mil toneladas, en 1999, a más de 280 mil en 2013: Teniendo en cuenta que esas sustancias potencialmente tóxicas van a parar a las lagunas y ríos, es dable pensar que los peces que habitan en esos cuerpos de agua pueden verse afectados", indica un reporte de la universidad que data del 2015.
En efecto, si el pejerrey (Odontesthes bonariensis) es expuesto a un formulado de glifosato, su metabolismo energético resulta afectado, lo que indica que la presencia del herbicida le genera estrés, según indica Renata Menéndez Helman, investigadora que desarrolló su doctorado en el INQUIMAE (Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía) de Exactas UBA. Asimismo, se observaron efectos del principio activo sobre el sistema nervioso central de otra especie nativa ampliamente distribuida en la región: la madrecita (Cnesterodon decemmaculatus).
Gasto energético
“El objetivo era evaluar efectos subletales, es decir, que no produjeran la muerte sino que sirvieran como señales tempranas de la exposición a contaminantes”, explica Menéndez Helman. Ella se ocupa de estudiar el metabolismo energético, es decir las reacciones de síntesis y degradación de las moléculas energéticas en el interior de la célula en distintos tejidos (hígado, cerebro, músculo) del pejerrey. Estos experimentos formaron parte de su tesis doctoral, dirigida por María dos Santos Afonso (investigadora del INQUIMAE) y Alfredo Salibián, de la Universidad Nacional de Luján, y fueron realizados en colaboración con Leandro Miranda del INTECH Chascomús.
Los investigadores midieron los niveles de las moléculas de ATP, “que es la moneda energética de la célula”, según comenta la investigadora. Cuando el organismo necesita energía, el ATP entrega fosfatos y se convierte en ADP, pero puede seguir cediendo energía hasta convertirse en AMP. “Cuando disminuye el ATP y aumentan las otras especies, ello es indicador del estado energético de las células”, comenta Menéndez Helman. Cuando un organismo está expuesto a un estresor ambiental, tiene un mayor gasto de energía. En consecuencia, la medición del balance entre los adenilatos (ATP, AMP y ADP) puede informar si un organismo estuvo en situación de estrés.
Para evaluar los efectos del herbicida, los peces fueron colocados, durante quince días, en recipientes con agua que contenían 1 ppm (una parte por mil, que equivale a un miligramo por litro) y 10 ppm de glifosato, que son concentraciones dentro del rango de las reportadas en cuerpos de agua de la llanura pampeana.
Luego de la exposición al glifosato, la investigadora realizó la disección de los peces, extrayendo el hígado, el cerebro y el músculo. Estos tejidos fueron luego procesados con el fin de obtener las moléculas y medirlas mediante una técnica específica denominada HPLC (cromatografía líquida de alta eficacia). Según indica la investigadora, “la extracción de las sustancias es un proceso muy delicado, debido a que éstas son poco estables, y se degradan con facilidad”.
Al realizar las mediciones en los tres tejidos, tanto en los peces expuestos al glifosato como en los que funcionaron como control, los investigadores encontraron significativas diferencias. “En particular, en el hígado y en el músculo encontramos que disminuyen los niveles de ATP frente al total de adenilatos, y esto muestra, de alguna manera, que al ser expuesto al herbicida el organismo está sufriendo estrés”, confirma Menéndez Helman. Estos resultados fueron publicados en Ecotoxicology and Environmental Safety.
Tóxico para las neuronas
En otros experimentos, Menéndez Helman quiso averiguar si el glifosato ejercía algún efecto en el sistema nervioso de los peces. Para ello, analizó la actividad de la enzima acetilcolinesterasa, cuyo rol fisiológico es inactivar un neurotransmisor, la acetilcolina, al finalizar la transmisión sináptica. La inhibición de esta enzima provoca una acumulación anormal de acetilcolina, con la consiguiente sobre estimulación de la sinapsis.
Precisamente, ciertos insecticidas inhiben la acetilcolinesterasa en algunos organismos. Tal efecto se produce porque los pesticidas organofosforados, del subgrupo fosfato, se unen a esa enzima de manera irreversible.
“El glifosato es un pesticida organofosforado, pero no pertenece a ese subgrupo, por lo que no se esperaba que tuviera algún efecto sobre la enzima”, indica Menéndez Helman. En realidad, algunos estudios realizados con el formulado de glifosato mostraban efectos, por ello la investigadora quiso indagar qué sucedía con el principio activo, y probó con madrecitas de agua.
“Hicimos ensayos de exposición aguda, durante 96 horas, en concentraciones desde 1 hasta 35 ppm, y encontramos que el glifosato, en esas condiciones, inhibía la enzima”, asegura Menéndez-Helman.
Las intoxicaciones por inhibidores de la acetilcolinesterasa pueden culminar con un colapso cardiorrespiratorio y conducir a la muerte. En peces, cuando están expuestos a esos contaminantes, se han observado problemas en el equilibrio y efectos sobre los patrones de locomoción.
El glifosato junto con algunos pesticidas ya forma parte de la lista de cancerígenos “posibles” o “probables”. En efecto, en marzo de 2015, este herbicida, al igual que los insecticidas diazinón y malatión, fueron clasificados por la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC), que depende de la Organización Mundial de la Salud, como “probablemente cancerígenos para los seres humanos”.
Estadística mensual de Nogal de Vida
Muchas gracias queridos lectores
Patricia
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