Rosario también es un pueblo fumigado
La desobediencia de las medidas de seguridad ambiental al momento de cargar los buques con los cereales producidos en Santa Fe provoca la aparición del famoso “polvillo” infestado con agrotóxicos provenientes de los granos. Las autoridades estatales se desentienden de los hechos, argumentando la falta de jurisdicción en el asunto.
El origen del veneno
Una nube de contaminación recorre los barrios de Rosario. La problemática viene desde hace años y afecta con más fuerza a los vecinos que habitan los márgenes de la ciudad, junto al Río Paraná, donde se hallan los puertos desde los cuales se exporta la producción agraria de gran parte de Argentina.
Las personas que viven en cercanías de silos que almacenan granos poseen problemas respiratorios y, eventualmente, alergia, que se agudiza durante la cosecha y en los momentos de carga, debido a la emisión de polvo de soja, trigo y maíz. En las zonas donde la concentración del polvillo es muy intensa incluso se genera una capa de grasa que impregna plantas, ropa y ventanas de los vecinos.
A la contaminación por vía aérea se le suman las carencias estructurales que sufren las barriadas más populares, en particular sobre el tratamiento del agua, esto deriva en la su intoxicación a raíz de la emisión del “polvillo”, el cual contiene el glifosato utilizado para la plantación de los cereales.
En la ciudad hay 180 silos de almacén de cereales, de manera diaria se movilizan 700 camiones entre los almacenes y las terminales. Según las propias empresas la cantidad de granos transportados diariamente asciende a 800 mil toneladas.
Problemas de salud
José “Pepe” Sanzeri, vecino de barrio Grandoli, (zona sur) vivió toda su vida en ese lugar, y desde hace 10 años sufre alergia, tras realizarse los estudios encomendados por su médico llegaron a la conclusión de que no podían asegurar de dónde provenía su malestar.
Pepe vive a 800 metros del puerto y los silos. Cada vez que llega el momento del despacho y la cosecha, su alergia se agrava, generándole problemas respiratorios e irritaciones en toda la piel. Dentro de su casa caen las cascarillas de la soja arrastradas por el viento a medida que avanza el polvillo.
Victoria es también vecina de Grandoli, vive desde hace 26 años allí y habita la tercera torre, a 200 metros del complejo portuario. Su ventana da directo al basural que rodea la zona. Ella también sufre de alergia, y los síntomas aparecen dependiendo de las condiciones ambientales.
El médico no marca ningún tipo de causa para sus problemas. Tampoco para su hijo recién nacido, que sufre de una malformación en su oreja, que se encuentra plegada, dejando tan sólo un pequeño espacio para su oído.
Si bien quienes están más cerca de la zona son los más afectados, el polvillo se propaga por toda la ciudad, no descartando la posibilidad de que quienes habitan en lugares céntricos puedan ver su salud afectada.
Este hecho anula la posibilidad de “solucionar” el asunto a través de una normativa que establezca un límite espacial para el despacho del grano y las zonas residenciales, como se ha intentado en los lugares rurales. Esa medida no evita que los agrotóxicos alcancen igualmente a los que están a sus alrededores.
Los portuarios relatan que el polvillo que circula por las terminales es un material inflamable que, al mezclarse con el aire y al tener un chispazo con el motor, puede prenderse fuego. Si hubiera gran acumulación en el aire y recibe una chispa podría reventar el silo (como ocurrió en Villa Constitución).
Para los trabajadores del puerto, los problemas de salud se recrudecen, ya que se encuentran en medio de la mayor concentración del polvillo. Los problemas respiratorios se agravan llegando a estados hemorrágicos donde la tos se mezcla con sangre.
¿Quiénes son responsables?
Es obligatorio que las terminales portuarias tengan y utilicen, en el momento del embarque, hidrantes que arrojan agua sobre la zona de carga para mitigar el polvillo resultante de la operación, así como también la utilización de “mangas” para conducir del grano de camiones o silos a buques.
Incumplir esta práctica viola normas ambientales como la resolución 201/2004 sancionada en Santa Fe el 21 de diciembre de 2004 que en su artículo segundo aclara: “Se entiende por contaminación del aire a los efectos de esta Resolución, la presencia en él de cualquier agente químico, físico o biológico, o de la combinación de los mismos, generados por la actividad humana, en concentración y tiempos tales, y la frecuencia de ocurrencia, que puedan ser nocivos para la salud humana o perjudiciales para la vida animal o vegetal, o que impidan el uso y goce de las propiedades o lugares de recreación”.
Si bien la Prefectura Naval Argentina incluye en su función de Policía de Protección Ambiental la prevención y lucha contra la contaminación de las aguas por hidrocarburos y otras sustancias nocivas y peligrosas provenientes de buques, se desentiende de esto y afirma que los municipios son los responsables.
Por su parte las autoridades provinciales ante el hecho consumado deberían accionar si se tiene en cuenta que el artículo 14 de la Resolución Nº 177/03 sobre almacenamiento, distribución, acondicionamiento y conservación de granos explica que “cuando se detecten episodios de contaminación atmosférica en el área de un establecimiento, en razón de las emisiones que genere su funcionamiento, superándose los Niveles Guía de calidad de aire establecidos en el Anexo I, la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable evaluará el establecimiento, su ampliación y/o modificación de actividades, requiriendo las correcciones necesarias para adecuarlo a la presente Resolución”.
Leandro Yanson, desde Rosario.
Foto: Cooperativa de Comunicación La Brújula
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