Domingo 09 de Julio de 2017
Denuncian por homicidio a
una firma de agroquímicos que no protegió a un ingeniero
enía 37
años y dos hijos de 3 y 5. Falleció de un cáncer en la médula. La empresa nunca
le proveyó ropa adecuada para manipular los productos
Hace diez años, el ingeniero agrónomo Cristian Perno empezó a trabajar
en una multinacional dedicada a la comercialización y distribución de
agroquímicos. Su función era hacer repartos y recorrer campos recién fumigados
para comprobar que los productos se hubieran aplicado en forma correcta. Perno
murió a los 37 años, en 2012, de un tipo de cáncer que afecta a la médula ósea.
Poco después, su familia inició una demanda civil que aún se encuentra en
trámite contra la firma para la que trabajaba al entender que la enfermedad fue
generada por los agroquímicos con los que estuvo en contacto. En mayo pasado
decidió interponer también acciones penales por homicidio culposo al considerar
que la empresa no proporcionó los elementos de seguridad necesarios para resguardar
la salud del hombre. La semana pasada solicitaron convertirse en querellantes.
"La manipulación de químicos se habría realizado sin los elementos
de seguridad necesarios para la actividad y bajo órdenes directas del personal
de la empresa", dice un fragmento de la solicitud de constitución de
querellante presentada por Mariana S., la viuda de Perno, representada por el
abogado Aldo Bilbao Benítez.
La causa penal se inició el 22 de mayo pasado, después de que el letrado
presentara una denuncia penal en el Ministerio Público de la Acusación al
entender que la muerte de Perno fue un homicidio culposo. Recayó en el fiscal
Walter Jurado. Bilbao Benítez solicitó, además, constituirse como querellante.
En julio de 2007 Cristian Perno tenía 32 años y empezó a trabajar como
dependiente en Agroservicios Pampeanos SA (ASP), una empresa dedicada a la
comercialización de semillas, fertilizantes y agroquímicos que pertenece al
grupo canadiense Agrium. En Rosario, sus oficinas están en bulevar Argentino
7879, en Fisherton.
De acuerdo con la denuncia penal y con la causa civil que tramita en el
Juzgado Laboral Nº 7 desde 2012, a poco de ingresar en la empresa Perno fue
trasladado a Estación La California, cerca de la localidad santafesina de Las
Rosas. Le dieron el cargo de jefe zonal técnico y una camioneta con la que iba
a distintos campos para entregar agroquímicos —como glifosato— que a veces le
hacían guardar en su casa durante la noche; asesoraba a los productores y
recorría campos recién fumigados para comprobar los efectos de la aplicación de
los productos.
"Jamás la empleadora proveyó ropa de trabajo adecuada y elementos
de seguridad para proteger su salud (barbijos, guantes, ropa especial), atento
el manejo y contacto directo —durante muchas horas al día— con los
productos", dice la presentación penal.
Según la causa, en mayo de 2010 fue ascendido a gerente y trasladado a
Villa María, Córdoba. El trabajo de recorrer los campos disminuyó y pasaba más
tiempo dentro de la oficina, a metros de depósitos de agroquímicos. En agosto
de ese año comenzó a presentar problemas de salud y luego de estudios se le
diagnosticó "mielodisplasia severa con mielosis megariocítica y aumento de
blastos". Se trata de un tipo de cáncer que afecta la médula ósea.
Con ese cuadro, la empresa volvió a trasladarlo a Rosario, adonde
comenzó un tratamiento médico que incluyó un trasplante de médula. El 12 de
noviembre de 2012, Perno falleció a causa de su afección.
Homicidio
Para Bilbao Benítez, la muerte del ingeniero agrónomo fue un homicidio
culposo, y eso es lo que originó la denuncia penal que está en manos de Walter
Jurado. El fiscal solicitó al Juzgado Laboral de la 7ª Nominación las
actuaciones para evaluar posibles medidas a tomar. Desde el Ministerio Público
de la Acusación consideraron que los cinco años transcurridos desde la muerte
hasta la denuncia dificultan recolectar nueva evidencia.
"Existe un nexo causal entre la enfermedad y la orden de alguien de
la empresa para que Perno trabajara de ese modo, sin protección", sostuvo
Bilbao Benítez, quien detalló que la firma sólo le proporcionó una remera y
unos guantes de mota.
Para el letrado, de la investigación penal tiene que surgir quién o
quiénes dieron la orden de que se trabajara de ese modo, sin tener en cuenta la
salud de la víctima. "Es necesario que se investigue para que ésto no le
ocurra a otras personas", consideró.
bajo la lupa. El profesional trabajaba para una empresa que
comercializaba fertilizantes, semillas y agroquímicos, y asesoraba a los
productores.
Un joven profesional que tuvo que someterse a dos trasplantes
Cuando Cristian Perno murió, sus hijos tenían 3 y 5 años. Era 2012 y
hacía 18 años que estaba en pareja con Mariana, una ingeniera en sistemas que
lo siguió hacia todos los destinos que lo llevó la empresa Agroservicios
Pampeanos SA (ASP). Hoy ella vive en Rosario con los chicos, en una casa que
alquilan. Hasta hace unos meses, tuvo un trabajo on line para una empresa de
Estados Unidos, pero ahora está desocupada.
La vida de la familia Perno cambió en 2010, cuando vivían en Villa
María. "En agosto empezó a tener algunos problemas de salud. Se hizo
análisis y le dieron mal. Tenía muy bajos los glóbulos rojos, pocas
plaquetas", contó Mariana a La Capital.
Con ese panorama, la familia se volvió a Rosario, donde comenzó el
tratamiento médico. "Le hicieron una punción en la médula y le
diagnosticaron mielodisplacia. El tratamiento requería de quimioterapia y de
una trasplante de médula", recordó Mariana. Cristian comprobó su
compatibilidad con varios familiares. En 2011, se sometió a un trasplante con
su hermana. El año que siguió fue de controles médicos constantes. En 2012 las
células cancerígenas volvieron a aparecer. En octubre se sometió a un nuevo
trasplante, pero su cuerpo no resistió. En noviembre sufrió una falla
multiorgánica y falleció.
Antes de la enfermedad que le quitó la vida y antes de convertirse en
ingeniero agrónomo, Cristian había sido futbolista. "Fue antes de que yo
lo conociera. Jugó en Newell's, pero a los 17 años tuvo una hernia de disco y
tuvo que dejar", contó Mariana, quien recuerda a su marido como un
deportista. "Por eso cuando pasó todo esto nos sorprendimos mucho, porque
él siempre fue una persona sana que no se enfermaba, que le gustaba hacer
deportes. Incluso después del primer trasplante, cuando le dieron el alta,
volvió al gimnasio".
Fue Mariana la
que decidió iniciar las demandas que hoy se tramitan en la Justicia Laboral y
en la Penal. "Siempre tuve el apoyo de mi familia para esto",
remarcó.
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