SOCIEDAD › EN AGRONOMIA, CONTRA LA EDUCACION DEL MONOCULTIVO
Un congreso por el otro campo
Por Darío Aranda
Un extenso cartel, escrito a mano y colgado en el hall de entrada, expone uno de los problemas del país: “El 2 por ciento (de las explotaciones agropecuarias) tiene el 50 por ciento de la tierra. El 57 por ciento sólo tiene el 3 por ciento de la tierra”. Es el ingreso a la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de La Plata, donde se desarrolló el XXIII Congreso de la Federación de Estudiantes de Agronomía y Afines (FAEA).
Los participantes cuestionaron el actual perfil profesional y explicitaron los efectos sociales de los agronegocios. Se abordó la gran incidencia de las empresas en la universidad pública y reforzaron la necesidades de que la universidad deje de priorizar la soja y aborde la agroecología y la soberanía alimentaria.
“En Agronomía se estudia a los Grobocopatel (grupo empresario agroexportador) como un caso exitoso, a imitar”, comienza Bárbara Kaneko, del Frente Amplio por una Nueva Agronomía (FANA, de la UBA). Sharim Lobo, del Movimiento de Base de Agronomía (MBA, de Córdoba), suma otro ejemplo: “Las empresas de agronegocios deciden qué se investiga.
Gran parte de los docentes investiga para empresas como Monsanto”.
Los ejemplos sobran. Apuntes de cátedra que lleven el logo de empresas, compañías de semillas que realizan eventos en las facultades en busca de mano de obra. “De 42 materias que tiene la carrera, podés tener cuatro que intentan mostrar un camino distinto a los agronegocios. Así como los medios de comunicación invisibilizan a los campesinos, en la universidad se da lo mismo”, compara Fabiana Flores, del MBA de Córdoba.
En FAEA participan agrupaciones estudiantiles de las universidades de Córdoba, Buenos Aires, La Pampa, La Plata, Lomas de Zamora, Luján y Comahue. Es una federación independiente y autónoma que apuesta a la autoformación en base a un trabajo horizontal. Mantienen articulaciones con el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) y el Frente Popular Darío Santillán (FPDS), entre otras organizaciones, con los que realizan pasantías.
“Cuando cursás, casi todo está relacionado con la soja. Te forman para un solo cultivo”, resume Augusto Calandrelli, de la organización Cambium de La Plata, pero deja claro que los ejemplos descriptos tienen un trasfondo mucho más profundo. “El gran quiebre se dio en la década del ’90 con la Ley de Educación Superior, que aún se mantiene indemne y por la cual las facultades comenzaron a hacer trabajos para empresas, como si la misma universidad fuera también una empresa”, denuncia, y resalta que desde FAEA se trabaja para cambiar esa ley, dejar atrás la “concepción mercantilista” del conocimiento y que la universidad sea accesible a los sectores populares.
En el encuentro también hubo lugar para el debate de coyuntura. “El PEA (Plan Estratégico Agroalimentario) es la profundización del modelo de agronegocios, con más soja, desalojos, desmonte y agroquímicos. Es un modelo que no contempla lo social”, alertó Emiliano Martínez, de la Agrupación Tierra y Producción (ATP) de La Pampa. Bárbara Kaneko, de la UBA, completa: “Es insustentable porque extrae nutrientes, agota la tierra, produce desertificación”.
Explican que desde cada organización universitaria impulsan debates, encuentros y pasantías con el “otro campo”, que está invisibilizado en la universidad. “El actual modelo educativo y científico prioriza un modelo productivo que sólo tiene en cuenta lo económico. Nosotros creemos que un modelo diferente, donde tenga prioridad lo ambiental, lo social, lo humano”, resume Martínez. En el Congreso XXIII de FAEA explicitaron que construyen, junto a movimientos territoriales, un modelo distinto basado en la agroecología, la soberanía alimentaria y, sobre todo, un campo con familias campesinas y comunidades indígenas.
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