Ama de casa argentina recibe premio ambiental
POR: Raúl Ayrala/Especial para El Mensajero
11:50 pm
04/18/2012
El Mensajero
El Goldman Environmental Prize es uno de los galardones mundiales más importantes para defensores de la Tierra
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La argentina Sofía Gatica (centro) recibió en San Francisco el prestigioso premio ambiental Goldman. Foto: María A. Mejía/El Mensajero
CONTEXTO
SAN FRANCISCO.— Una mujer de mediana edad sube al escenario del Teatro de la Ópera en San Francisco. Está vestida y peinada de manera sencilla y casi no lleva maquillaje. Se llama Sofía Gatica, es argentina, y va a recibir el premio Goldman, el más importante del mundo para los activistas de base a favor del medioambiente. Es lunes 16 de abril de 2012.
“Mis hijos” contesta ella cuando El Mensajero le pregunta qué la motivó a involucrarse en una lucha larga y muy complicada contra gigantes multinacionales como la compañía química Monsanto. Sofía no tiene instrucción universitaria: es una mujer de clase trabajadora que vivía donde la ciudad de Córdoba (segunda en importancia en su país) deja de ser una urbe y sus casas se entremezclan con el campo.
La soya —o soja como se la llama en la Argentina— llega casi a los umbrales de las viviendas del barrio obrero de Ituzaingó Anexo; y con ella las fumigaciones aéreas y terrestres. Es el cultivo milagroso que hizo crecer la economía después de la devastadora crisis a comienzos de la década pasada. Esto, para algunos. Otros, como Sofía y muchos residentes del vecindario cordobés, creen que la soja es la muerte verde.
“Nunca estuve involucrada en cosas sociales, yo era un ama de casa común y corriente. Pero cuando te toca, cuando le toca a tus hijos ... no tienen derecho de venir a arrebatarnos la vida de nuestros hijos...” dice, mientras se le va quebrando la voz y pide perdón.
“Yo comencé mi lucha a fines del 2001, cuando comencé a ver muchos niñitos con barbijo, personas con pañuelos en la cabeza por la quimioterapia”. Era “a muy poco tiempo de que yo había perdido a mi hija, por malformación del riñón, y me di cuenta de que estaba pasando algo”.
“Empecé a hacer un censo, yendo casa por casa —dice— y casi todas las enfermedades [de los consultados] eran oncológicas: cáncer de mama, de intestino, de pulmón... Chiquitos que habían nacido sin el maxilar, sin el huesito de la cabeza, algunos con seis dedos”.
La señora Gatica refiere que presentó sus hallazgos al Ministerio de Salud de la provincia de Córdoba en 2002. “Lo cajonearon, no nos llamaron, no nos informaron nada”. Entonces “salimos a la calle diciendo ‘Tenemos cáncer, tenemos leucemia’ ” y enseguida “nos llama el ministro [provincial] y nos dice que estaban investigando qué es lo que estaba enfermando a la gente, y dio [la investigación oficial] que había endosulfán en el agua que habíamos estado tomando”.
Endosulfán y glifosato
El endosulfán, según el periódico argentino Página 12, es el insecticida de mayor uso en la Argentina, prohibido ya en setenta y cuatro países. La agencia de Protección del Medioambiente de EEUU (EPA) aceptó que “puede presentar riesgos neurológicos y reproductivos inaceptables a los trabajadores rurales y a la vida silvestre”.
El glifosato es un herbicida, conocido en Argentina y también en Estados Unidos como Roundup, la marca que le puso su fabricante: Monsanto.
Esta empresa asegura que el glifosato no es tóxico para los humanos. Pero un estudio de 2008, citado por la Organización Goldman de defensa del medioambiente, dice que el herbicida “causa la muerte de las células de embriones humanos”.
El endosulfán y el glifosato se usaron para fumigar la soja que rodea al ex barrio de Sofía.
Madre coraje
En la charla telefónica con El Mensajero ella recuerda a su hija, muerta a los tres días de nacer. Dice que la bebita le dio la fuerza para que formara su grupo Madres de Ituzaingó Anexo. Gracias a la lucha de estas mujeres, a sus conferencias de prensa y manifestaciones, la presidenta argentina Cristina Fernández ordenó al ministro de Salud de la Nación que se investigara el impacto de los pesticidas en Ituzaingó Anexo.
Y finalmente en 2010, la Corte Suprema del país —en una decisión sin precedentes— prohibió que las fumigaciones con agroquímicos se hicieran cerca de áreas pobladas, y determinó que serán ahora los productores de soya y los gobiernos quienes tendrán que probar que los pesticidas y herbicidas no afectan la salud de los argentinos.
En el camino, pasaron muchas otras cosas. Sofía se mudó del vecindario para proteger a su familia. Hubo amenazas, presiones, insultos: “Hay vecinos que a mí no me dejaban comprar en sus negocios. Me decían que [yo] había desvalorizado sus viviendas, que sus hijos no conseguían trabajo”. En 2007, un individuo entró a la casa de Gatica y, apuntándole con una pistola a la cabeza, le exigió que “se dejara de joder con la soja”.
Pesticidas a juicio
En junio próximo comenzará el primer juicio oral y público en Córdoba a dos productores sojeros y a un aviador acusados de poner en riesgo la salud de los vecinos de Ituzaingó Anexo con las fumigaciones de la soja.
“Este juicio va a sentar precedentes para todo el país, y varios países más” se entusiasma Sofía. Y se sincera más aún cuando El Mensajero la encuentra en San Francisco en persona después de recibir su premio: admite haberse sentido “nerviosa” en ese teatro colmado de gente, pero confía en que, más allá de las tres personas acusadas, la demanda ante la justicia argentina “será contra las compañías [químicas], en realidad”.
Una hora antes, sobre ese mismo escenario, Sofía Gatica había dicho —ahora sí, sin que le temblara su voz— “Compañeros y compañeras, recuerden que el planeta es uno y es para todos, sin distinción de razas ni estatus social”.
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