■ OPINIÓN
Permiso para matar
Desde el 20 de marzo de este año, el Centro
Internacional de Investigaciones sobre Cáncer (CIIC), publicó un informe sobre la evaluación de cinco insecticidas y herbicidas organofosfatados, dentro de los cuales se encuentran aquellos que contienen glifosato, creado y promovido por Monsanto, a través de su emblemático “Roundup”, herbicida con el que se fumiga desde el aire las planicies argentinas. El informe es resultados de varios años de estudios de 17 especialistas independientes de 11 países, sobre los efectos de este tipo de agrotóxicos sobre la salud humana especialmente. La conclusión es que glifosato es un “cancerígeno humano probable”. A raíz de este informe, Colombia suspensión las fumigaciones aéreas de los cultivos de coca y numerosos países como Francia, Suiza, Bermudas y Sri Lanka, entre otros lo prohibieron, o bien limitaron su empleo.
Como era de esperarse, Monsanto reaccionó atacando el informe y tratando de desacreditar a los especialistas, argumentando que se emplearon datos obsoletos; que se habían ignorado otros estudios que arrojaban resultados contrarios; que no se presentaron evidencias científicas; que no se demuestra una relación directa entre el empleo del glifosato y la aparición de cáncer; y acusando al CIIC de falta de objetividad. Como siempre, la virulencia de la reacción es directamente proporcional a los miles de millones de dólares que estarían en juego si este veneno se prohibiera tan solo en Europa. A partir de ese momento, la transnacional inició una intensa campaña de propaganda y cabildeo, cuyo resultado fue que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), el 14 de noviembre pasado, publicó un informe en sentido totalmente opuesto al del CIIC que concluye en que: “es improbable que (el glifosato) suponga una amenaza cancerígena para los seres humanos”, argumentando que su estudio se basó en el análisis del glifosato en su estado puro, mientras que la CIIC, lo estudió en sus presentaciones comerciales en donde aparece mezclado con otras sustancias…argumento risible y absurdo ante el cual cabe preguntarse si existe en el mercado la venta del glifosato puro, pues en la realidad se aplica como se presenta en el mercado y no aislado en su estado puro. Esta resolución absurda equivale darles carta blanca a las empresas para “matar”, no sólo a la naturaleza, sino a la humanidad entera.
Cuando se habla del poder destructivo de los transgénicos, a veces se olvida la segunda parte, es decir, los OGM destruyen y privatizan la biodiversidad natural, pero además, el protocolo de la siembra de transgénicos (soya, maíz, arroz, entre otros), exige la aplicación masiva de herbicidas que contienen glifosato, para eliminar las malezas que no sólo le robarían nutrientes a los cultivos, sino que además contaminarían la cosecha con la presencia indeseada de otras semillas. A todos los efectos criminales del uso de estos agroquímicos altamente tóxicos, hay que añadir el efecto destructor que están teniendo sobre las poblaciones de abejas a nivel mundial. Hay que recordar la lucha de los productores de miel de Yucatán y Campeche en contra de la autorización por parte del gobierno entreguista de la siembra de soya transgénica, lo que conlleva automáticamente el uso del glifosato y la desaparición de la miel.
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Estadística mensual de Nogal de Vida:
Muchas gracias queridos lectores.
Patricia
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