Alertan por la mortandad de lobos marinos en la Costa Atlántica
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Cambio climático. Especies amenazadas en el mar.
Cambio climático. Especies amenazadas en el mar.
La cantidad de ejemplares hallados muertos en las playas es cuatro veces superior a la habitual.
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Con frío, hambre y deshidratación. Así llegan a morir a las playas bonaerenses un número infrecuente de lobos marinos de dos pelos que vienen desde las colonias reproductivas en el Uruguay. Son ejemplares juveniles que evidentemente no encuentran qué comer en el mar y terminan varados en la arena de la orilla. Son muy pocos los que sobreviven y logran ser rescatados.
Según el decano de la Universidad de Mar del Plata, Diego Rodriguez, quien a su vez es investigador de mamíferos marinos del Conicet, la presencia de lobitos es hasta cuatro veces mayor que lo normal. Si bien no hay una única explicación sobre el fenómeno, la aparición de animales está indicando que algo no está funcionando bien en el ambiente marino, que está muy influenciado por los cambios en las condiciones atmosféricas y de temperatura. La sobrepesca también podría estar incidiendo.
Los lobos están en la zona que va desde el delta del Paraná hasta Bahía Blanca. El Organismo Provincial para el Desarrollo Sustentable -la agencia ambiental de Buenos Aires- ha detectado la presencia de cachorros en la zona del Río de la Plata, mientras que en la Costa Atlántica aparecen ejemplares juveniles, de entre dos y tres años de edad, de entre 10 y 14 kilos.
“Estamos desbordados”, confiesa Sergio Rodríguez Heredia, biólogo de Mundo Marino, un veterano en el rescate y rehabilitación de fauna de las playas del partido de la Costa. “El 98 por ciento aparecen muertos”, revela. Los ejemplares que están vivos se encuentran temblando, porque tienen hipotermia. “Se nos mueren en los brazos”, sostiene.
Las necropsias de los animales revelan que están sin contenido estomacal, carecen de grasa -su reserva energética-, con alta carga de parásitos y sin una patología evidente. Rodriguez cuenta que se han hecho algunos estudios toxicológicos y tampoco hubo resultados que permitan concluir un problema de contaminación. Sin embargo, hay que evitar tocarlos y esperar que un especialista los recoja: los lobos marinos tienen bacterias en sus dientes y pueden contagiar neumonía o hepatitis.
El ecosistema en esta parte del Atlántico está experimentando fenómenos inusuales. En verano, hubo una enorme mortandad de peces -la saraca- por la temperatura alta del agua, y ahora los lobitos. “Nosotros percibimos cambios en la estacionalidad de los animales”, dice Rodríguez Heredia. Antes, en invierno, se encontraban pingüinos, en verano lobos y tortugas. “Ahora se uniformó todo”, dice.
Luis Capozzo, investigador del Conicet y de la Universidad de La Plata, afirma que los lobos marinos de dos pelos (arctocephalus australis) se reproducen en las islas que están frente a Punta del Este y Cabo Polonio. Al revés del lobo marino de un pelo, que son los típicos de Mar del Plata, no comen cualquier cosa. Tienen una capacidad para sumergirse de hasta 200 metros. “Se nutren en zona de pesca compartida entre Argentina y el Uruguay. Van siguiendo cardúmenes. Como son juveniles, son inexpertos”. También teoriza que el cambio climático puede ser un factor porque “modifica los cardúmenes de los que se alimentan”. Y agrega: “El ambiente está cambiando y esta consecuencia la sienten los mamíferos marinos”. Estos están en el tope de la cadena trófica.
Desde Mar del Plata, Rodríguez apunta que los lobitos aparecen deshidratados porque el agua que toman proviene de la alimentación. Y dice que cuando no se están alimentando, es porque falla la oferta. Indica que estos lobitos no han sido recién destetados. Si este fenómeno continuara manifestándose hasta fin de año, estaríamos ante una situación preocupante porque “abarca a la población más vulnerable que son los juveniles”, agrega. En Uruguay aún no detectan anormalidades en las colonias, acaso porque el problema esté mar adentro. Alberto Ponce León, director del área de mamiferos marinos del Dirección Nacional de Recursos Acuáticos, dice que allí lo preocupante sucede en las tormentas de verano, cuando el viento empuja a los cachorros al agua y se ahogan.
Pero aquí están viniendo ejemplares más grandes. Heredia Rodríguez relata que lo primero que hacen es darle terapias de calor e hidratarlos. Y cuando llega el momento de devolverlos al mar, no puede evitar emocionarse, mientras los bichos juegan sorprendidos al reencontrarse con las olas. Cada animal que se rescata es como un pequeño triunfo. Y una página que vuelve a escribirse.
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