Mabel es enfermera y desde chica ayuda a
animales en situación de calle. Hace dos años, empresarios del Village de Pilar
la llamaron y le ofrecieron $1500 mensuales por llevarse a su casa a todos los
canes que se plantaban en la puerta. Por amor, aceptó, pero la dejaron sola con
todo y ya no puede mantenerlos
Mabel
convive con más de 70 perros sin la ayuda de nadie. Crédito:
A 20 kilómetros de los hoteles más caros de Pilar,
la historia es otra. Allí, en un terreno precario, una mujer generosa montó una
especie de refugio casero al que bautizó Los Olvidados de Pilar. La
solidaridad de Mabel no esconde ningún negocio turbio. Desde chica su amor por
los animales fue auténtico y desinteresado. Siempre ayudó con lo que pudo y
tuvo. Es enfermera, pero hace dos años no puede trabajar porque si deja la casa
que habita en la Lonja, los 70 perros que pensiona gratis en su casa se
atacan entre ellos. "Sería una masacre. Cada vez que intento ir a comprar
para comer, se pelean ferozmente. Me olvidé lo que es tener una vida. Estoy
desesperada", dice llorando por teléfono.
Su salud física se complica porque los
animales le coparon toda la vivienda y hasta se le meten a dormir con ella.
"Rompieron todas las puertas y ya no sé qué hacer. Rezo por poder volver a
sentarme a comer tranquila sin tenerlos encima. Ya no tengo lugar físico. Estoy
desbordada", lamenta sin consuelo.
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Algunos de los perros que esperan ayuda y
adoptantes.
Mabel "no dejaría de cuidarlos por nada
en el mundo", pero esta vez ella necesita ayuda. Su voz se quiebra
mientras cuenta su historia. Desde el teléfono se escuchan los ladridos de
decenas de perros que piden afecto, comida y más atención. Mabel tiene 58 años,
de los cuales 20 hizo trabajos comunitarios y de rescates de animales en
condición de calle. Nunca pidió nada a cambio, pero tampoco recibió.
"Llegué a alojar 110 callejeros. Es la primera vez que tengo miedo por mi
salud física y mental. Me la paso llorando. No tengo trabajo porque no
puedo salir de este lugar. Yo sola con esto ya no puedo más. A veces siento que
voy a terminar mal", expresa.
Sin embargo, lo crean o no, la historia
comienza acá. Hace dos años –precisamente en 2014- empresarios del complejo
de cine de la zona se comunicaron telefónicamente con Mabel sabiendo que
ella era rescatista y haciendo abuso de su buena voluntad. La necesitaban
porque todos los callejeros de la zona se instalaban en la puerta del cine para
pedir comida, robar una caricia o simplemente resguardarse del frío.
Afortunadamente la solución no era el sacrificio y el municipio tampoco hizo
nada. Fue Mabel quien por amor aceptó recibirlos en su casa sin recibir nada a
cambio. Las promesas de bolsas de alimento balanceado, caniles, atención
sanitaria y ayuda de personal especializado en su vivienda no se hicieron
esperar, pero se esfumaron con la misma intensidad con la que habían llegado.
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Mabel se encarga de cada uno de los 70
animales que pensiona gratis.
Primero fueron tres perros. Luego diez y días
después, 50. "Quedate tranquila Mabel que nos estamos moviendo para que
los adopten", le decía esta gente cuyo único interés real era
sacárselos de encima. Un alma como el de esta mujer jamás hubiera negado a un
animal. Así, el número de perros creció y alcanzó los cien. Una proteccionista
intervenía en ese momento en la mujer y los empresarios y era quien la
convencía de que el pensionado era transitoria hasta tanto ubicaran a los
animales. Eso nunca pasó y cuando ella se rehusó a recibir más mascotas en su
casa porque ya era inhabitable, dejaron de mandarle el alimento y de pasarle
los $1500 mensuales para gastos extras como medicamentos.
"Hace doce meses que ya no doy
más. Estoy sola con todo esto. No pasa solo por la plata. Los animales demandan
atención y cuidado. Me han copado la casa al punto que se meten en mi
habitación cuando duermo. De 100 solo logramos adoptar 30. Me coparon la casa y
mi marido ya no está para ayudarme. La situación me ha desbordado. No tengo un
sueldo. Necesito salir a trabajar de lo mío y tampoco puedo moverme de acá por
miedo a que se maten. Mi sueño sería tener una o dos personas que se queden con
ellos para yo salir a trabajar y recuperar un poco mi vida", señala.
Los perros de las calles de Pilar
hoy comen en lo de Mabel gracias a las donaciones de los vecinos que valoran y
agradecen su esfuerzo. Los animales cuentan con asistencia sanitaria gracias a
Julieta, la veterinaria de la zona. Las empresarios que le habían ofrecido
ayuda nunca aparecieron. Tampoco las autoridades del municipio. Carla Russo
es la rescatista que hace cinco meses la ayuda con su caso. "Mabel y los
perros fueron literalmente abandonados. Ella no da más y necesitamos
construirle un espacio físico aparte donde ella viva sin que se le metan los
animales", dice.
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Los perros duermen en camas que ella les
preparó.
"Los perros necesitan ser libres, pero
esto es un desorden y Mabel ya está con problemas físicos del cansancio. Se
ocupa sola de limpiar, de bañarlos, de darles de comer y no se puede mover de
ahí. Necesitamos ayudantes, donaciones y materiales de construcción para
hacerle una habitación con cocina y baño donde tenga su propio espacio",
explica la proteccionista. "Necesitamos adopciones para ir reduciendo el
número. Ya no puede vivir así. Le destruyeron la casa. Es inhumano",
concluye al mismo tiempo que dice que esperarían algún gesto solidario del
municipio para la construcción de caniles y la reparación de la vivienda.
En tanto, el sábado 11 de junio habrá una Colecta y feria
americana a beneficio del Refugio Los Olvidados de Pilar y
jornada de adopción frente a la estación de Pilar. Allí, la gente podrá conocer
a algunos de los animales. "Estamos iniciando la construcción de caniles y
reparación de la casa donde vive Mabel en pésimas condiciones. #porunavidadigna
no nos dejen solas", piden Carla y Mabel en la publicación.
Para ayudar, contacarse por Facebook con LaPeque Carla
Cheroni o al 1531601550
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