Además de afectar la biodiversidad del bosque nativo, el propio glifosato está generando su némesis: especies nativas resistentes al mismo herbicida.
Esta es la conclusión más importante de un trabajo realizado por científicos del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv, perteneciente al Conicet y a la Universidad Nacional de Córdoba) y publicado hace unos días en la revista Ecotoxicology and Environmental Safety.
Los investigadores analizaron los efectos del glifosato, el herbicida más usado en Argentina, en 23 especies nativas del bosque chaqueño cordobés.
Recolectaron semillas de remanentes de montes ubicados en zonas agrícolas de Río Ceballos, de Colonia Caroya y de San Agustín. Luego las hicieron germinar en un invernadero y aplicaron diferentes dosis del herbicida.
El 70 por ciento de las especies murieron o tuvieron efectos subletales (dificultades para crecer) cuando se les aplicó un cuarto de la dosis de glifosato recomendada para uso agrícola.
Esta proporción es la cantidad de herbicida que podría llegar a un relicto de bosque nativo producto de la deriva ocasionada durante la fumigación de un campo cercano.
Con la mitad de la dosis recomendada, el porcentaje de plantas nativas afectadas fue del 92 por ciento. Estos efectos fueron observados en los plantines luego de 21 días de vida.
Analizaron especies herbáceas, arbustos y árboles, como tala y aromillo.
Estos resultados siguen la tendencia observada en otros estudios realizados en otras regiones biogeográficas.
Entre los efectos negativos de esta práctica, está la pérdida de biodiversidad en estos relictos de bosque nativo, como también cambios en la estructura y la composición de las comunidades naturales. “Las especies más sensibles podrían sufrir extinciones locales”, indica el trabajo.
Pero hay un efecto inesperado: la generación de malezas debido a la exposición constante y a las bajas dosis de glifosato.
“Esta estrategia repetida puede causar una gran presión para seleccionar biotipos y una resistencia posterior al herbicida”, explica el trabajo.
Y agrega: “Nuestros resultados sugieren el desarrollo de biotipos tolerantes en muchas especies de bosques del chaco. Algunas de estas especies nativas pueden potencialmente convertirse en malezas”.
Leonardo Galetto, uno de los autores del estudio, asegura que la aparición de malezas resistentes ya se viene dando hace varios años.
Un ejemplo es la campanita ( Ipomoea purpúrea ), una enredadera de flor azul a violeta que ya está invadiendo los campos.
Los investigadores vieron que, aunque muchas especies mueren, también muestran un gradiente de tolerancia al herbicida.
“Esto se debe quizá a que ya hay una historia de 20 años de exposición al glifosato, y algunos biotipos se vuelven resistentes”, explica Galetto.
Y agrega: “Numerosos estudios a nivel global indican el potencial que tienen dosis muy bajas de glifosato para seleccionar rápidamente biotipos con altos niveles de resistencia”, dice.
Otras malezas nativas que ya sufren los campos cordobeses son diferentes especies nativas de la familia de los amarantos, las rubiáceas y las malváceas.
“El manejo agronómico actual termina complicando tanto la conservación de la flora nativa como la producción al seleccionarse germoplasma que se vuelve resistente al glifosato y comienza a invadir los campos. Son malezas inmanejables para los agricultores”, explica Galetto.
GLIFOSATO ¿El problema es el herbicida o cómo se lo aplica en Argentina?
Por ejemplo, aplicarlos en días sin viento, con una modalidad y cantidades de producto recomendadas en el momento del ciclo del cultivo apropiado y en el sector del lote en que es necesario.
También plantea que se deberían crear zonas “ buffer ” cercanas a estos relictos de monte donde se prohíba la fumigación.
Galetto cree que quizá ya es hora de repensar si a largo plazo esta tecnología y este modelo de producción son los mejores.
“Nos debemos un debate como sociedad para explorar otras opciones que son tanto o más exitosas que las que se implementan actualmente, para mantener una renta en la producción de cultivos y cuidar el capital natural del que disponemos”, reflexiona.
El grupo de investigación. Integrantes: Leonardo Galetto, Florencia Ferreira y Carolina Torres, del Imbiv, y Enzo Bracamonte, de la Facultad de Ciencias Agropecuarias.
EDICIÓN IMPRESA
Esta es la conclusión más importante de un trabajo realizado por científicos del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv, perteneciente al Conicet y a la Universidad Nacional de Córdoba) y publicado hace unos días en la revista Ecotoxicology and Environmental Safety.
Los investigadores analizaron los efectos del glifosato, el herbicida más usado en Argentina, en 23 especies nativas del bosque chaqueño cordobés.
El 70 por ciento de las especies murieron o tuvieron efectos subletales (dificultades para crecer) cuando se les aplicó un cuarto de la dosis de glifosato recomendada para uso agrícola.
Esta proporción es la cantidad de herbicida que podría llegar a un relicto de bosque nativo producto de la deriva ocasionada durante la fumigación de un campo cercano.
Con la mitad de la dosis recomendada, el porcentaje de plantas nativas afectadas fue del 92 por ciento. Estos efectos fueron observados en los plantines luego de 21 días de vida.
Analizaron especies herbáceas, arbustos y árboles, como tala y aromillo.
Estos resultados siguen la tendencia observada en otros estudios realizados en otras regiones biogeográficas.
Entre los efectos negativos de esta práctica, está la pérdida de biodiversidad en estos relictos de bosque nativo, como también cambios en la estructura y la composición de las comunidades naturales. “Las especies más sensibles podrían sufrir extinciones locales”, indica el trabajo.
Pero hay un efecto inesperado: la generación de malezas debido a la exposición constante y a las bajas dosis de glifosato.
“Esta estrategia repetida puede causar una gran presión para seleccionar biotipos y una resistencia posterior al herbicida”, explica el trabajo.
Y agrega: “Nuestros resultados sugieren el desarrollo de biotipos tolerantes en muchas especies de bosques del chaco. Algunas de estas especies nativas pueden potencialmente convertirse en malezas”.
Leonardo Galetto, uno de los autores del estudio, asegura que la aparición de malezas resistentes ya se viene dando hace varios años.
Un ejemplo es la campanita ( Ipomoea purpúrea ), una enredadera de flor azul a violeta que ya está invadiendo los campos.
Los investigadores vieron que, aunque muchas especies mueren, también muestran un gradiente de tolerancia al herbicida.
“Esto se debe quizá a que ya hay una historia de 20 años de exposición al glifosato, y algunos biotipos se vuelven resistentes”, explica Galetto.
Y agrega: “Numerosos estudios a nivel global indican el potencial que tienen dosis muy bajas de glifosato para seleccionar rápidamente biotipos con altos niveles de resistencia”, dice.
Otras malezas nativas que ya sufren los campos cordobeses son diferentes especies nativas de la familia de los amarantos, las rubiáceas y las malváceas.
“El manejo agronómico actual termina complicando tanto la conservación de la flora nativa como la producción al seleccionarse germoplasma que se vuelve resistente al glifosato y comienza a invadir los campos. Son malezas inmanejables para los agricultores”, explica Galetto.
GLIFOSATO ¿El problema es el herbicida o cómo se lo aplica en Argentina?
Recomendaciones
Galetto señala algunas recomendaciones que surgen de este trabajo, como lograr un mayor apego de los productores a las buenas prácticas de aplicación de agroquímicos.Por ejemplo, aplicarlos en días sin viento, con una modalidad y cantidades de producto recomendadas en el momento del ciclo del cultivo apropiado y en el sector del lote en que es necesario.
También plantea que se deberían crear zonas “ buffer ” cercanas a estos relictos de monte donde se prohíba la fumigación.
Galetto cree que quizá ya es hora de repensar si a largo plazo esta tecnología y este modelo de producción son los mejores.
“Nos debemos un debate como sociedad para explorar otras opciones que son tanto o más exitosas que las que se implementan actualmente, para mantener una renta en la producción de cultivos y cuidar el capital natural del que disponemos”, reflexiona.
El grupo de investigación. Integrantes: Leonardo Galetto, Florencia Ferreira y Carolina Torres, del Imbiv, y Enzo Bracamonte, de la Facultad de Ciencias Agropecuarias.
EDICIÓN IMPRESA
El texto original de este artículo fue publicado el 11/07/2017 en nuestra edición impresa. Ingrese a la edición digital para leerlo igual que en el papel.
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