Alma de Nogal : Los Chalchaleros

martes, 27 de noviembre de 2012

Por Wilsón Cuenca.Sin brazos y sin una pierna, también se puede soñar.Manuel Rolando Medina Yondapiz, es un niño de trece años que nació sin brazos y solo una pierna, presuntamente, a causa del glifosato que aplicaba el gobierno en ejecución de las operaciones del Plan Colombia a los cultivos de amapola en el Cauca. Colombia, el mundo que dejamos...

Sin brazos y sin una pierna, también se puede soñar

Martes, 27 de Noviembre de 2012 02:26

Manuel Rolando Medina Yondapiz, es un niño de trece años que nació sin brazos y solo una pierna, presuntamente, a causa del glifosato que aplicaba el gobierno en ejecución de las operaciones del Plan Colombia a los cultivos de amapola en el Cauca.

 


Manuel Rolando Medina Yondapiz, nació sin sus brazos y una pierna, no tenía muchas esperanzas de vida, sin embargo ya tiene trece años y quiere seguir luchando por sus sueños.

En esta vivienda de bahareque, sin pisos y sin servicios públicos, vive Manuel junto a su familia.

A pesar de su discapacidad, el niño aprendió a escribir a los cinco años, sus profesores lo admiran por ser muy dedicado al estudio.

El niño vive con sus padres y su hermanita quienes lo cuidan y lo apoyan en las actividades que él no puede hacer por sí mismo.

Por Wilsón Cuenca

Especial Diario del Huila

La familia Yondapiz Medina es natural del municipio de Belalcázar, en el departamento del Cauca, allí vivían en el resguardo indígena Avirama, ubicado dentro de la escarpada geografía de la cordillera Occidental.

Por esa época, el Gobierno Nacional con la cooperación de Estados Unidos en desarrollo del Plan Colombia, realizaba operaciones en la zona de extinción de cultivos ilícitos, específicamente amapola, para lo cual empleaban avionetas tipo Cessna acondicionadas para fumigar los cultivos con un veneno denominado glifosato. Sin embargo, estos herbicidas no caían únicamente sobre las plantas prohibidas, también iban a parar sobre afluentes hídricos y otros cultivos de yuca y plátano que existían en la zona.

Para ese tiempo, Luz Elena Yondapiz Pardo ya esperaba a su primer hijo, fruto de la unión con Cristian Miller. Ellos crecieron con las costumbres indígenas, así que nunca se hizo un control prenatal, ni mucho menos supo qué era una ecografía, por lo que durante la etapa de gestación de Manuel, los padres no se enteraron de cuáles serían las condiciones en las cuales, su Manuel vendría al mundo.

Pasaron los nueve meses. La madre sintió los dolores naturales, la hora de dar a luz se aproximaba. Los familiares llamaron a la partera tradicional de la región, el trabajo empezó y todo salió como lo esperaban, todo, menos un detalle que sorprendió a todos. Manuel nació vivo y vio por primera vez la luz del mundo, sin embargo, lo que enmudecía al ver al bebe quienes ayudaban en el proceso, fue que no tenía brazos y, además, le faltaba una pierna.

Para nadie fue una grata sorpresa que el niño hubiese nacido sin sus extremidades completas. Esa noche su madre solo pudo conciliar el sueño vencida por el cansancio del trabajo de parto. Su padre solo lo conoció hasta el día siguiente, pues no se hallaba presente el día del nacimiento. Para ambos fue duro y se cuestionaron sobre cómo criarían a un niño en esas condiciones, de cómo iba a ser su vida, además de preguntarse por qué había nacido así y no completo como los demás niños del resguardo. Algunos habitantes de la comunidad incluso les manifestaron que el niño no viviría mucho, sin embargo, ellos lo aceptaron y lo amaron desde el primer momento.

Los días se convirtieron en meses y estos en años. Manuel Rolando crecía como un niño normal, al menos lo intentaba, su madre recuerda lo impresionante que era verlo tratar de gatear, pues se arrastraba sobre su vientre mientras trataba de empujarse con la única piernita que posee, incluso cuando tuvo la edad suficiente para caminar él buscaba la manera de movilizarse pues daba pequeños saltos sobre su única pierna para ir de un lado a otro.

Los padres vieron cómo Manuel se desarrollaba como un niño completamente normal, aprendió a comer por sus propios medios, ir al baño y hasta tender la cama. A los cinco años llegó la hora de ir a la escuela, en un principio una maestra lo visitaba en la casa para enseñarle las primeras letras, Manuel aprendió a escribir y con buena caligrafía, no obstante sus padres conservaban la inquietud sobre el por qué el niño había nacido así, pensaron que el problema era de alguno de los dos, pero sus escasos recursos económicos, más el contexto sociocultural en el cual vivían no les permitía hacer estudios científicos ni brindarle algún tratamiento al niño.

Para el año 2004 lograron vincularse a una EPS, con esta entidad lograron ir hasta la ciudad de Bogotá, allí obtuvieron una prótesis temporal que le permitía al niño caminar, sin embargo esta medida era temporal, pues la prótesis que necesita es supremamente costosa.
En esa ciudad fue donde Elena escuchó a un médico que decía, que cabía la posibilidad de que la falta de formación de los miembros del niño pudo ser ocasionada por una ingesta del veneno de las fumigaciones a los cultivos de amapola, afirmación que hasta el momento no ha podido ser confirmada.
En Bogotá solo pudieron permanecer un mes ya que el seguro no siguió financiando la manutención del niño en esa capital, ni tampoco las nuevas prótesis por su alto costo.

Regresaron a Belalcázar. La pareja se quedó con el temor del origen de la malformación por lo que decidieron no tener más hijos, pero, como lo manifiesta Elena, por accidente quedó embarazada por segunda vez, solo que en esta ocasión si se realizó todos los cuidados que se deben tener en un embarazo. Asistió a controles médicos constantes, en camino venía Lucy Mayerli, quien nació completamente sana, lo que alegró mucho a la familia. Ahora Manuel tiene una hermanita con quien compartir.

Las condiciones socioeconómicas de la familia nunca han sido buenas, razón que hace tres años los llevó a migrar hacia el departamento del Huila, donde creyeron encontrarían un mejor futuro, así llegaron al municipio de Paicol.

Con los escasos recursos que contaban solo lograron ubicarse en una pequeña parcela ubicada en la vereda Altos de San Miguel, a una hora del casco urbano, en plena cordillera Central. Llegar al sitio es toda una odisea, sin embargo allí se establecieron y construyeron una humilde vivienda de barro, no cuentan con servicio de energía, gas o agua potable, ni siquiera un piso de material.
Manuel actualmente cursa séptimo grado de bachillerato en el colegio ‘Luis Édgar Durán Ramírez’, allí sus maestros lo apoyan y sus compañeros lo quieren, y manifiestan que es un niño muy activo, deseoso de adquirir conocimientos. Le va muy bien en los estudios comentan sus padres, incluso sueña con ser un profesional, sin embargo la mayor dificultad de Manuel, fuera de su propia condición física que ya de por sí es difícil, es la distancia que debe recorrer todos los días desde la montaña hasta el pueblo para poder ir a estudiar, todos los días debe abordar un bus escalera que no es el adecuado, para transportarlo durante cerca de una hora de escarpado camino.

Por esto, la familia, los profesores y los medios de comunicación han tocado puertas para que Manuel y su familia puedan tener una vivienda digna en el casco urbano de Paicol, donde el niño tenga todas las garantías para tener una mejor calidad de vida, distinta a las difíciles condiciones en las que vive en la vereda Altos de San Miguel.
Este llamado ha cruzado el Atlántico y ha tenido eco en España, donde una asociación de la que hacen parte 47 colombianos, 10 vascos y un italiano, denominada Acolsole, que tiene como eslogan ‘Con poco hacemos mucho’, ha venido trabajando desde la provincia de Euskadi, por diferentes causas sociales en Colombia, básicamente en el departamento del Huila, donde con su trabajo ha obtenido positivos resultados en varios municipios para la gente más necesitada.
Actualmente Acolsole ha programado algunas actividades como loterías y presentaciones culturales en ese lugar, con el fin de buscar fondos para poder cumplir el sueño de Manuel. Así mismo, busca que la comunidad huilense se conduela de la condición de este pequeño y la de su familia para que los apoyen como puedan para que ellos logren tener su casita en Paicol.



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