ALAI, América Latina en Movimiento
Argentina
El silencio de los medios
Graciela Gómez
Clarín y La Nación informaban hace unos días acerca del cierre de 4.709 granjas de animales –de un total de 375.000, para intentar frenar un brote de contaminación por dioxinas que afecta a Alemania y que rápidamente se extendió al Reino Unido y Holanda.
La paradoja es que ambos medios dedican extensas notas a los beneficios que se obtiene de la aplicación de nuevos paquetes tecnológicos y hacen de vidriera a las multinacionales más contaminantes del mundo.
Ambos medios nunca ponen acento en la problemática local de las fumigaciones sobre poblaciones enteras o que un niño muera de cáncer rodeado de guano y pesticidas, en la granjita del terror, monopolizando un negocio.
El caso es que las toxinas cancerígenas que afectan a gallináceas y chanchitos europeos, los tiene preocupados a los panfletos porteños. Lo que no parece preocuparlos es que sin cruzar el charco, sus sponsors del suplemento rural hacen cosas peores en nuestro país y sin embargo eso no se publica.
La muerte de Ezequiel en la granja La Huella no les pareció una noticia importante, mientras los dueños gastan fortunas en filmaciones desmintiendo lo indefendible el negocio continúa. Con la esclavitud, los agroquímicos, la justicia ciega y sorda y los inspectores durmiendo la siesta, una buena propaganda oculta todo.
No es necesario estar en Alemania ya que en las pampas argentinas abundan los casos similares. La soja, los feedlot y las granjas avícolas son parte de nuestro paisaje con la doble afectación del ambiente y las de lo seres humanos.
Las granjas usan una cantidad tremenda de agua y esto suele ser un elemento de contaminación ambiental, para los ríos y cursos de aguas cercanos. El agua es usada para limpiar los canales durante el procesamiento y después de este, de cada eviceración, para la limpieza de las instalaciones y para remover plumas, vísceras, y demás desechos a los puntos finales de colección.
Si la camada seca de ave, se separa por zarandas en fracciones, la porción más fina tendrá mayor valor para ser utilizada como fertilizante y para incorporarla en las dietas de rumiantes. Si entendió bien, “rumiantes” o sea vacas.
El negocio es redondo, igual de redondos quedan los pollos después del engorde intensivo que más parece un inflador de bichos sin gusto que engrosan las góndolas.
Pero seguramente no es comida de consumo en la mesa para el Héctor Huergo de la columna sabatina de Clarín, ni de Biolcatti, ni de Felipe Solá. El negocio es comprar un ternero, engordarlo 70 u 80 días y venderlo, inflar los pollos en pocas horas y de ahí a la góndola.
La carne de Feedlot tiene mayor concentración de grasa que hace que el producto sea más tierno. También puede tener mejor color por la cantidad de glucógeno. Este color el consumidor lo asocia con carne más fresca y de mayor calidad, pero compra gato por liebre. En estos sistemas se puede comprar animales en muy mal estado físico, pagarlos poco e introducirlos al Feedlot , ponerlos en condiciones y venderlos.
La eficiencia, acelerar el engorde y prevenir enfermedades, requieren gran cantidad aditivos mezclados en la ración o en el agua. Productos que mal utilizados pueden provocar intoxicaciones y muerte del animal o bien dejar residuos en su carne. Los ionóforos son una clase de antibióticos que alteran las características de la fermentación ruminal, dando por resultado una mejora en la eficiencia de conversión o en la ganancia de peso.
Hace dos años la agencia sanitaria rusa detectó “sustancias prohibidas” en las carnes argentinas. Eran anabólicos u hormonas para incrementar el peso de los animales, que pueden ser tóxicas para el consumo humano. En 2009 un embarque de carnes de nuestro país fue rechazado por la Unión Europea por contener Zeranol sustancia prohibida desde 2004 en todo el territorio nacional. Este producto era implantado para engorde Pero como la ley no se respeta a ningún nivel, los feedloteros pidieron al Secretario de agricultura en 2006 que permitiera el uso de anabólicos para el consumo interno ya que “está probado mundialmente que estos implantes son inocuos, porque no dejan residuos en la carne, que mejoran de 10% a 15% la eficiencia productiva y que cada productor debe poder decidir si los usa en función de su negocio”. La presión es un arma muy común de los nuevos rentistas, ganar a cualquier precio ya que cuidar la salud no da ganancia.
Tampoco es ninguna novedad encontrar informes realizados por veterinarios y agronómicos de Universidades que aconsejan directamente el uso de cama de pollo como subproducto a utilizar en las raciones de engorde, siendo que se encuentra expresamente prohibido por Resolución 1389/2004 del SENASA. Este colchón de los pollos, con excrementos, aserrín, cáscara de arroz y lo que se le ocurra se come en los feedlots. Además de maíz, soja transgénica y lo que venga.
La cama de estos pollos, con excreciones incluídas, son alta en nutrientes como fertilizante. Pero estos sistemas intensivos de producción avícola pueden crear enormes problemas de polución, debido a las grandes cantidades de sustancias contaminantes de origen orgánico (Nitrógeno, Fósforo y Azufre) que se producen y contaminan el suelo y el agua.
Las granjas europeas podrán ser clausuradas ya que además se presume un grado de control. Aquí la experimentación genera rinde. Procesar granos, criar cerdos, tener feedlot y producción de carne aviar es un combo al que muy pocos privilegiados tienen acceso. Saladillo cuasi la capital del engorde, un sitio elegido también por El Tejar y los Grobo, tiene otro privilegio: un video del horror que recorre el mundo donde pueden verse montañas de vacas de feedlot muertas separadas de las vivas solo por un alambrado. Las necesidades básicas del animal son solo un detalle que en el supermercado no se ve. Tampoco en los medios, cuando pasa aquí nomás, sin cruzar el charco, donde Clarín y la Nación no tienen corresponsales.
Fuente: Asociación Argentina de Periodistas Ambientales (AAPA)-Medio&medio
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