Una quincena de colectivos vecinales ha solicitado al Ayuntamiento de Santa Cruz el uso de plaguicidas biológicos en los jardines públicos. / DA
CECILIA L. BARREIRO BUSTAMANTE
SANTA CRUZ DE TENERIFE
La presentación de un escrito en el Ayuntamiento de Santa Cruz firmado por una quincena de asociaciones y colectivos de la ciudad, incluida la Plataforma Pro-Parques y Jardines, que reclaman al Gobierno municipal que se prohíba el uso de plaguicidas químicos en todo el municipio, ha provocado un gran debate sobre dichos productos. Esta iniciativa ciudadana surge tras la utilización del producto Imidacloprid en el parque García Sanabria el 11 de noviembre.
El debate, con grandes controversias, se ha visto reforzado por el uso del herbicida Glifosato en el parque Javier Fernández Quesada, en La Laguna, denunciado por la Plataforma Sí se puede debido a que, según la Directiva Europea 2009/128/CE del 21 de octubre de 2009, “el uso de plaguicidas en parques y jardines debe minimizarse o prohibirse. Cuando se utilicen deben preverse medidas adecuadas de gestión del riesgo, así como concederse prioridad a los plaguicidas de bajo riesgo y a las medidas de control biológico”.
A partir de estos hechos, se plantea si el uso de plaguicidas químicos es correcto y, por ello, DIARIO DE AVISOS ha querido consultar a expertos en la materia para saber cuánta peligrosidad representan en realidad y si se deben tomar otras medidas.
Nómina de productos
Los pl icidas. Son sustancias químicas destinadas a matar los seres vivos considerados plagas. No son venenosos pero pueden resultar tóxicos para los seres humanos. Dentro de los plaguicidas nos podemos encontrar los insecticidas y los herbicidas.
Imidacloprid. Es un insecticida neuroactivo fabricado por Bayer. Se utiliza para el control de plagas, tratamiento de semillas y para el control de insectos, termitas y pulgas. Fue prohibido en Francia y Alemania por su peligrosidad para las abejas. Está considerado “moderadamente tóxico”por la OMS. Tiene la potencialidad de ser contaminante de aguas subterráneas y está catalogado como ”probable” carcinógeno por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos.
Glifosato. Es un herbicida que elimina hierbas y arbustos. Es un plaguicida no selectivo de amplio espectro, lo que significa que mata a las hierbas que toque. Está relacionado con posibles malformaciones neuronales, intestinales y cardíacas en embriones humanos de usuarios que han estado expuestos a grandes dosis.
Según Arturo Harrison, catedrático de Toxicología, “la respuesta del dilema de plaguicida sí o plaguicida no, es el uso racional y, por supuesto, en parques públicos y en jardines no tiene sentido utilizarlos porque pueden generar problemas graves a la población. Si se utilizan, nunca deben ser organoclorados, ya que son altamente persistentes. Se podrían utilizar, en cambio, las piretrinas, al ser el eslabón menos tóxico de los plaguicidas.”
El ingeniero agrónomo Javier López aclara que actualmente es legal la utilización de productos fitosanitarios en jardines. “Pero se deben utilizar sólo cuando haga falta y no como prevención. Y además, se deben aplicar las medidas de protección adecuadas, como vallar y aislar la zona. Por otro lado -agrega-, cada vez se conocen más los efectos perjudiciales de estos productos, y por ello, la sociedad presiona para que no se utilicen sino cuando son necesarios e, incluso, la legislación también va en esta línea.”
En el otro lado de la balanza, David Galarza y Antonio Cáceres, dueños de la empresa Aceviños Jardinería, comentan que el Imidacloprid es el insecticida más efectivo. “En Santa Cruz, es la única forma de controlar las plagas. Los jabones potásicos no son tan efectivos debido a que se degradan rápido, y si alrededor hay parques y jardines que no se fumigan, las plagas voladoras se reproducen también en las zonas que están siendo tratadas con estos productos”.
Para Alberto F. Acosta, ingeniero técnico agrícola, “estos productos tienen un registro en el Ministerio de Agricultura y unos permisos para aplicarlos en parques y en jardines. De todas formas, se han utilizado en casos puntuales y no en grandes cantidades. En el mercado hay otros pesticidas más inocuos como los jabones potásicos pero no son tan eficaces. Además, conllevan mayor mano de obra porque perduran menos en las plantas”.
Hay alternativas
En el caso del Glifosato. En primer lugar, se podrían utilizar los medios mecánicos (maquinaria diseñada especialmente para ello). Luego, si estos medios no son los adecuados hay otros herbicidas que son menos peligrosos para la salud, pero que, a diferencia del Glifosato que vale unos ocho euros el litro, estos rondan los veinte.
En el caso del Imidacloprid. El tratamiento menos tóxico y más natural, es el tratamiento sólo con agua. Consiste en aplicar agua a presión en la zona cuando la plaga se está creando. Si la plaga está extendida se puede recurrir a los tratamientos con jabones potásicos o fosfóricos, no son productos tóxicos y actúan degradando la piel del insecto. También se pueden utilizar los tratamientos con plaguicidas porque no incumplen la legislación, pero se debería de intentar evitar por su contaminación. Además, sería conveniente señalizar la zona, aislarla si es necesario y tener unas medidas de precaución adecuadas.
Problemática. Existe un conflicto en el uso de los plaguicidas debido a que hay insectos capaces de volverse inmunes a las dosis de plaguicidas. Esto se debe a que poseen en su constitución genética componentes que les permiten vivir en ambientes con altas concentraciones de pesticidas. Esto se trasmite a las futuras generaciones, de tal manera que en poco tiempo, según la capacidad de reproducción de la especie, toda la población se torna inmune.
Tratamientos biológicos. Debido a la resistencia de los insectos, sería conveniente buscar una medida alternativa como el control biológico. Pero, para utilizar este método se necesita una gran investigación, que puede durar varios años. Y, por otra parte, los parques y jardines al no representar un cultivo productivo, como pueden ser las frutas o las verduras, no cuentan con tanta capacidad económica, pero, según los expertos, sería conveniente que se realizaran investigaciones públicas con el fin de encontrar un método eficaz que no tenga el problema de la resistencia de los insectos y, que a la vez, sea natural, no contaminante y que no resulte tóxico para las personas, los animales y el agua.
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