Alma de Nogal : Los Chalchaleros

lunes, 4 de agosto de 2014

La historia de una familia que está a punto de perder el rancho. UNO ENTRE RIOS.

LA PROVINCIASábado, 02 de agosto de 2014 | 08:47

La historia de una familia que está a punto de perder el rancho

Marcela, su esposo y sus siete hijos están viviendo atrás del camping de la Toma Vieja debajo de una de las antenas de alta tensión. Enersa les pidió que desalojen el lugar por cuestiones de salud
  
 
A 500 metros se erigen modernos desarollos inmobiliarios. (Foto: UNO/Mateo Oviedo)

Juan Manuel Kunzi / De la Redacción de UNO / jkunzi@uno.com.ar
El nombre de Marcela Guadalupe Verón aparece en diferentes páginas digitales de noticias porque la situación que está viviendo junto a su familia es nefasta.

Para graficar su realidad, lo primero que hay que entender es que esta nota se escribió en dos partes: la primera comenzó después de un rato de hablar con Marcela. En la charla, vía teléfono celular, aseguró que en el transcurso de la mañana de ayer había hablado con Silvina de Acción Social. Le preguntaron si no tenía un terreno, porque en el caso que fuera propietaria de un pedazo tierra el Estado le podía conseguir materiales para armar una casilla. Otro rancho.

Este cronista le pidió a Marcela el teléfono de Silvina para poder llamarla, hablar con ella y así tratar de entender la medida que le estaban proponiendo. El tema es que el aparato tiene la pantalla destrozada y lo único que puede hacer es recibir llamadas.
Mientras tanto, la historia de su familia, se cuenta en las radios y en la televisión. Las páginas “solidarias” de Internet postean la novedad y los comentarios se multiplican.


“Cobro una pensión por discapacidad y otra por tener los siete hijos, pero no me alcanza para alquilar”, manifestó la mujer que quiere congelar el tiempo y que el fin de semana no pase nunca.


Verón agregó que salió a contar su historia en todos los organismos municipales y provinciales que la quisieron escuchar.
“No me dieron respuesta en ningún lado –salvo la idea que le comunicó Silvina–. Los otros días fui a pedir colchones porque dormimos en el suelo y me dijeron que no tenían”, graficó.

El encuentro
La segunda parte de la nota se hizo frente a la casilla de chapa con techo de nylon en donde subsisten desde marzo: Marcela, su marido, los trillizos que tienen 15 años: Cristina, Axel y Claudio. Después vienen Alexis, que padece ataques de epilepsia; Marta, Nazarena y el bebé, Oscar.
El rancho está pegado al cerco que delimita la Toma Vieja, muy cerca de la torre de alta tensión roja y blanca que con mirarla mete miedo.
Dicen que da cáncer o algo así”, reflexionó la madre que decidió contar la historia en los medios para reclamar por una solución.
Una de las nenas, la semana pasada, sufrió dolores en los huesos y volaba de fiebre. Es que la humedad sale del lodo que rodea la casilla y se mete directo al pecho. Se enferma el alma cuando la lluvia moja la ropa y los colchones. Alguien tendría que pensar en las criaturas.

El gauchito está sordo
Marcela, su esposo y sus siete hijos vivían en Puerto Sanchez y pagaban un alquiler de 700 pesos. Dejaron de pagar y se tuvieron que ir. Tenían dos opciones: el terrenito detrás del camping de la Toma Vieja o la calle. Se establecieron en una “zona prohibida” y una cuadrilla de Enersa se lo hizo saber.
Tienen que abandonar, lo poco que tienen, entre martes y jueves de la semana que viene.
Los que por dentro deben estar bastante afligidos son los hijos de Marcela que van a la escuela de La Toma Nueva. Salvo Claudio, el hijo discapacitado y Oscar, el bebito, todos están escolarizados. Tienen amigos en la escuela en donde, quizás, pasan sus mejores horas del día. Las paredes están secas, los cables pasan por dentro de las paredes. Se sienten más seguros. Por un rato abandonan el olor a humedad y después de pasar por el comedor tienen tiempo de viajar con las lecturas y las historias que cuentan las maestras.

Mientras que Marcela espera que se les sequen las zapatillas a sus hijos en el techo del rancho, le sigue rezando a la imagen del Gauchito Gil que cuelga de una de las paredes de chapa.
Una imagen de los que quedaron retrasados, esperando.

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