Gira asiática
En Tacloban, Francisco dio una de las misas más emotivas de su pontificado
"Yo no tengo palabras, el Señor sí", dijo el Papa sobre las consecuencias del tifón que dejó más de 10.000 muertos en Filipinas en 2013; acortó su visita a la ciudad por un intenso temporal
TACLOBAN, Filipinas.- Envuelto en una capa de lluvia de plástico amarilla igual a la que llevaban cientos de miles de fieles, sin papalina, porque las ráfagas de viento eran demasiado fuertes y empapado por la lluvia, el Papa celebró ayer en Tacloban, isla castigada por el tifón Haiyan, una de las misas más emotivas de su pontificado.
Testigo él de esa violencia de la que la naturaleza puede ser capaz, en medio de un tifón que hacía que todo se volara, Francisco cumplió el objetivo por el que hizo este viaje a Filipinas: estar con la gente, acompañar su dolor. De intensidad menor y llamado Amang, el tifón de ayer obligó al Papa a acortar cuatro horas su visita.
"Si hoy todos nosotros nos reunimos aquí 14 meses después de que pasó el tifón, es porque tenemos la seguridad de que no nos vamos a frustrar en la fe", dijo Francisco, en una reflexión que improvisó en castellano, dejando de lado el texto que tenía preparado y emocionando hasta las lágrimas a las 300.000 personas presentes. Entre ellas, había muchas víctimas del tifón mencionado, el más dañino de todos los tiempos, que dejó más de 10.000 muertos y una brutal devastación.
"Cuando yo vi desde Roma esta catástrofe, sentí que tenía que estar aquí. Esos días decidí hacer el viaje aquí. Quise venir para estar con ustedes, un poco tarde me dirán, es verdad, pero estoy", agregó, lo que provocó aplausos. "Estoy para decirles que Jesús es el Señor; que Jesús no defrauda", siguió, creando un clima de inmensa emotividad.
Francisco reconoció que cuando pasan semejantes tragedias es normal dudar. "Padre, me puede decir uno de ustedes, a mi [Jesús] me defraudó porque perdí mi casa, perdí lo que tenía, estoy enfermo. Es verdad eso que me decís y yo respeto tus sentimientos, pero lo veo ahí clavado [a Jesús] y desde ahí no nos defrauda", aseguró, mientras sus palabras eran traducidas al inglés por un colaborador.
Jorge Bergoglio también reconoció no tener palabras ante semejante dolor. "Tantos de ustedes han perdido todo. Yo no sé qué decirles, ¡Él sí sabe qué decirles!", admitió.
"Solamente guardo silencio, los acompaño con mi corazón en silencio", agregó.
Al señalar una imagen de la Virgen con el niño en brazos que había sobre el altar, fue más allá. "Nosotros somos como ese chico que está ahí abajo, que en los momentos de dolor, de pena, en los momentos que no entendemos nada, en los momentos que queremos rebelarnos, solamente nos viene estirar la mano y agarrarnos de su pollera, y decirle: «¡Mamá!». Es quizás la única palabra que puede expresar lo que sentimos en los momentos oscuros: «¡Madre!, ¡mamá!»", dijo, evidentemente emocionado y compenetrado en el dolor que reinaba en el ambiente, marcado por un clima de catarsis colectiva estremecedora.
"No estamos solos, tenemos una madre, tenemos a Jesús nuestro hermano mayor. No estamos solos. Y también tenemos muchos hermanos que, en el momento de la catástrofe, vinieron a ayudarnos. Y también nosotros nos sentimos más hermanos ayudándonos, que nos hemos ayudado unos a otros", siguió, en medio de ráfagas de viento y aguaceros .
"Esto es lo único que me sale decirles. Perdónenme si no tengo otras palabras. Pero tengan la seguridad de que Jesús no defrauda; tengan la seguridad de que el amor y la ternura de nuestra madre no defrauda. Y agarrados a ella como hijos y con la fuerza que nos da Jesús, nuestro hermano, sigamos adelante. Y como hermanos caminemos", concluyó, desatando otro un mar de aplausos.
"Es como Jesús venido a la tierra, estoy feliz, feliz, y le doy las gracias a Dios por habernos mandado a este Papa argentino", decía emocionada a LA NACION Nativity Escalante, anciana de 80 años que perdió a su nuera en el tifón, que como la mayoría de la gente lloraba y al mismo tiempo sonreía de felicidad.
Debido al alerta por Amang, la jornada en Tacloban, ubicada en la isla de Leyte, una hora de vuelo al sur de Manila, comenzó antes de lo previsto. El Papa partió antes de lo programado y, después de llegar en un vuelo bastante turbulento en un Airbus A320 de Philippines Airlines, fue recibido con danzas y cantos eufóricos.
Sin importarle si se empapaba, Jorge Bergoglio se desplazó en papamóvil. Sus guardaespaldas lucharon para ponerle la capa amarilla. Y hasta improvisaron un plástico transparente para intentar protegerlo. Aunque Amang no impidió que el Papa viniera a consolar a la gente, sí determinó que la visita tuviera que acortarse en cuatro horas.
"Los pilotos me dijeron que nos tenemos que ir a las 13 en cambio que a las 17. Me da pena, pero ya me tengo que ir", anunció, provocando un coro de "¡nooo!" en la catedral de Palo, construida por misioneros jesuitas en el siglo XVI y reconstruida después de que Haiyan devastó su techo..
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