Opinión: ¿PARA QUE SIRVEN LAS CORTINAS FORESTALES
EN EL BARRIO PUEYRREDÓN DE LOS TOLDOS?
EN EL BARRIO PUEYRREDÓN DE LOS TOLDOS?
Ayer, fui al campo donde vivió mi abuelo.
Wiñowixan tañi mapu.
Me contó mi abuelo, hace tiempo, la forma en que se sembraba y cosechaba maíz con la mancera. Mi mamá me contó, como juntaban el maíz con las bolsas atadas a la cintura y luego de terminar la cosecha se armaba fiesta, se juntaban las familias enteras para agradecer a la tierra lo que nos había dado.
Cuenta mi abuela, que hacían mürke, tostado con arena caliente, en ollas de hierro, luego se hacían unos ricos pucheros de gallina, tenían como cincuenta gallinas y dos lotes de huerta; al lado mi abuelo tenía un corral donde críaba lechones, y atrás de la casa había algunas vacas y más atrás los caballos. Delante de la casa, había mucho bawen, remedio, flores y un jardín hermoso.
Ayer, fui al campo donde vivió mi abuelo, en menos de 10 hectáreas, con 8 hijos. Todos alcanzaban a comer, vestir poco, estudiar hasta sexto grado. Todos aprendieron a leer y escribir. Eso sí, en castellano, en mapuzungun o mapuche nadie aprendió en la escuela.
A la mañana, la abuela abría la ventana de la cocina y hacía sus ruegos con el mate, hacía pentenfentun. Luego de grande, entendí como se llamaba lo que sigue haciendo hoy mi abuela.
Ayer, fui al campo donde vivió mi abuelo.
Ayer, encontré una tapera.
El campo estaba sembrado de soja, la tierra no era negra. Era grisácea. No había ni caballos ni vacas, ni lechones, no había plantas, no había huerta, no había flores, no había pájaros, ni mariposas, ni perdices, ni gaviotas, ni el cielo azul de mi infancia.
Ayer, fui al campo donde vivió mi madre.
Ayer, no había ni un mapuche viviendo en el campo.
Ayer , pasé por la escuela 6. Se escucharon pocas risas.
Hoy pasé por el barrio Pueyrredon y ví las estacas de álamos que plantamos con el Foro Ambiental, los chicos de la Escuela Técnica y los trabajadores de la Municipalidad.
Pedro, el hijo de Lucho Salas, trabajador de la escuela Nro 6, me dijo : “estamos contentos de lo que han hecho ustedes. Acá la escuela está rodeada de soja, no puede ser...antes había de todo, ahora ni perdices se ven”.
Me quedé pensando. Está en el recuerdo vivo de nosotros, el modo de producción agraria sin lastimar la tierra, con una producción diversificada, en equilibrio con el ecosistema, con el espacio natural y respetando los newenes fuerzas naturales que dan vida a todas las vidas. Los espacios territoriales han sido transgredidos, contaminados con la fumigación y así, ha sido fumigada nuestra salud, nuestro pensamiento y nuestra vida.
¿Para qué sirven las cortinas forestales?
Tienen varias utilidades, pero la más importante es que sirve como sistema de alarma ante la fumigación terrestre y aérea. Cuando las hojas de las plantas están manchadas, quiere decir que ya todo la ciudad está contaminada. La otra utilidad, es para proteger de los vientos, o de los tornados y la más romántica es la de embellecer el predio.
De la cortina forestal, a dos kilómetros más adentro del campo, recién se podría sembrar algún cereal que necesite fumigación, por ejemplo la soja transgénica, ya que esa es la reglamentación o legislación provincial. También la reglamentación dice que es necesario para proteger la salud de la población en general, que las aspersoras terrestres, o llamados mosquitos, no entren a la ciudad, sino que tengan una “zona de sacrificio”, es decir un predio lejos de la ciudad, donde puedan abastecerse, limpiarse y estacionarse. Este predio es irrecuperable ambientalmente, hay que decirlo.
Pero además sería optimo o deseable que en esos dos kilómetros de la cortina forestal para adentro de los campos, pudieran los verdaderos “pequeños productores”, realizar huertas o quintas de alimentos frescos. Cabe aclarar que de los pequeños productores que nosotros hablamos, no son los que dice representar De Angeli o Buzzi. Esos “pequeños”que ellos dicen, pueden exportar 500 toneladas de soja, esos...serán otros pequeños, pero de los nuestros no son.
En todo caso, nosotros sabemos de los “pequeños” que tienen un lote, que tienen menos de 5 hectáreas y viven en su tierra, rodeados de soja, sin la posibilidad de producir de modo orgánico, con el riesgo de envenenar a los animales, con el miedo que le fumiguen los aviones la propia casa, los hijos.
Muchos como Pedro saben, que hay otros modos posibles de producir la tierra. Muchos como Pedro saben, que es necesario respetar la naturaleza, que el ecosistema no puede transgredirse de tal modo que genere sequía o inundación o desastre ambiental. ¿Tendrá algo que ver, la constante agresión a la tierra, la sequía que padecemos hoy? ¿Tendrá algo que ver el monocultivo con la sequía en nuestra región? ¿Tendrá algo que ver el desmonte en el norte con las inundaciones?
Todas las culturas desarrollan actividades teóricas (modelos médicos), técnicas (materia médica) y roles (agentes) para enfrentar y tratar de solucionar los problemas de enfermedad.
Para la cultura mapuche, existe un todo conformado por la especie humana y el ambiente y un conjunto de fuerzas con poder, que rigen sobre los dos primeros.
La enfermedad es el producto de un desequilibrio o transgresión de la persona, de la familia o del territorio donde se habita. No tenemos una concepción filosófica antropocéntrica sino biocéntrica. Si se enferma el territorio, nosotros nos enfermamos.
Quizás, por la coyuntura social y política que atravesamos (conflicto agropecuario de por medio) sea el momento de repensar entre mapuches y no mapuches, qué modelos de desarrollo local nos merecemos, para que no esté solo en el recuerdo de Pedro y de tanto otros como él, una forma de producir, comer, curar, llorar y reír como hacían nuestros abuelos.
Verónica Azpiroz Cleñan
Asoc. Mapuche Epu Bafkeh
Tiempo de siembra,
esperando que no nos fumiguen
Septiembre de 2008
Publicado por Revista LaManuelaMolina
Wiñowixan tañi mapu.
Me contó mi abuelo, hace tiempo, la forma en que se sembraba y cosechaba maíz con la mancera. Mi mamá me contó, como juntaban el maíz con las bolsas atadas a la cintura y luego de terminar la cosecha se armaba fiesta, se juntaban las familias enteras para agradecer a la tierra lo que nos había dado.
Cuenta mi abuela, que hacían mürke, tostado con arena caliente, en ollas de hierro, luego se hacían unos ricos pucheros de gallina, tenían como cincuenta gallinas y dos lotes de huerta; al lado mi abuelo tenía un corral donde críaba lechones, y atrás de la casa había algunas vacas y más atrás los caballos. Delante de la casa, había mucho bawen, remedio, flores y un jardín hermoso.
Ayer, fui al campo donde vivió mi abuelo, en menos de 10 hectáreas, con 8 hijos. Todos alcanzaban a comer, vestir poco, estudiar hasta sexto grado. Todos aprendieron a leer y escribir. Eso sí, en castellano, en mapuzungun o mapuche nadie aprendió en la escuela.
A la mañana, la abuela abría la ventana de la cocina y hacía sus ruegos con el mate, hacía pentenfentun. Luego de grande, entendí como se llamaba lo que sigue haciendo hoy mi abuela.
Ayer, fui al campo donde vivió mi abuelo.
Ayer, encontré una tapera.
El campo estaba sembrado de soja, la tierra no era negra. Era grisácea. No había ni caballos ni vacas, ni lechones, no había plantas, no había huerta, no había flores, no había pájaros, ni mariposas, ni perdices, ni gaviotas, ni el cielo azul de mi infancia.
Ayer, fui al campo donde vivió mi madre.
Ayer, no había ni un mapuche viviendo en el campo.
Ayer , pasé por la escuela 6. Se escucharon pocas risas.
Hoy pasé por el barrio Pueyrredon y ví las estacas de álamos que plantamos con el Foro Ambiental, los chicos de la Escuela Técnica y los trabajadores de la Municipalidad.
Pedro, el hijo de Lucho Salas, trabajador de la escuela Nro 6, me dijo : “estamos contentos de lo que han hecho ustedes. Acá la escuela está rodeada de soja, no puede ser...antes había de todo, ahora ni perdices se ven”.
Me quedé pensando. Está en el recuerdo vivo de nosotros, el modo de producción agraria sin lastimar la tierra, con una producción diversificada, en equilibrio con el ecosistema, con el espacio natural y respetando los newenes fuerzas naturales que dan vida a todas las vidas. Los espacios territoriales han sido transgredidos, contaminados con la fumigación y así, ha sido fumigada nuestra salud, nuestro pensamiento y nuestra vida.
¿Para qué sirven las cortinas forestales?
Tienen varias utilidades, pero la más importante es que sirve como sistema de alarma ante la fumigación terrestre y aérea. Cuando las hojas de las plantas están manchadas, quiere decir que ya todo la ciudad está contaminada. La otra utilidad, es para proteger de los vientos, o de los tornados y la más romántica es la de embellecer el predio.
De la cortina forestal, a dos kilómetros más adentro del campo, recién se podría sembrar algún cereal que necesite fumigación, por ejemplo la soja transgénica, ya que esa es la reglamentación o legislación provincial. También la reglamentación dice que es necesario para proteger la salud de la población en general, que las aspersoras terrestres, o llamados mosquitos, no entren a la ciudad, sino que tengan una “zona de sacrificio”, es decir un predio lejos de la ciudad, donde puedan abastecerse, limpiarse y estacionarse. Este predio es irrecuperable ambientalmente, hay que decirlo.
Pero además sería optimo o deseable que en esos dos kilómetros de la cortina forestal para adentro de los campos, pudieran los verdaderos “pequeños productores”, realizar huertas o quintas de alimentos frescos. Cabe aclarar que de los pequeños productores que nosotros hablamos, no son los que dice representar De Angeli o Buzzi. Esos “pequeños”que ellos dicen, pueden exportar 500 toneladas de soja, esos...serán otros pequeños, pero de los nuestros no son.
En todo caso, nosotros sabemos de los “pequeños” que tienen un lote, que tienen menos de 5 hectáreas y viven en su tierra, rodeados de soja, sin la posibilidad de producir de modo orgánico, con el riesgo de envenenar a los animales, con el miedo que le fumiguen los aviones la propia casa, los hijos.
Muchos como Pedro saben, que hay otros modos posibles de producir la tierra. Muchos como Pedro saben, que es necesario respetar la naturaleza, que el ecosistema no puede transgredirse de tal modo que genere sequía o inundación o desastre ambiental. ¿Tendrá algo que ver, la constante agresión a la tierra, la sequía que padecemos hoy? ¿Tendrá algo que ver el monocultivo con la sequía en nuestra región? ¿Tendrá algo que ver el desmonte en el norte con las inundaciones?
Todas las culturas desarrollan actividades teóricas (modelos médicos), técnicas (materia médica) y roles (agentes) para enfrentar y tratar de solucionar los problemas de enfermedad.
Para la cultura mapuche, existe un todo conformado por la especie humana y el ambiente y un conjunto de fuerzas con poder, que rigen sobre los dos primeros.
La enfermedad es el producto de un desequilibrio o transgresión de la persona, de la familia o del territorio donde se habita. No tenemos una concepción filosófica antropocéntrica sino biocéntrica. Si se enferma el territorio, nosotros nos enfermamos.
Quizás, por la coyuntura social y política que atravesamos (conflicto agropecuario de por medio) sea el momento de repensar entre mapuches y no mapuches, qué modelos de desarrollo local nos merecemos, para que no esté solo en el recuerdo de Pedro y de tanto otros como él, una forma de producir, comer, curar, llorar y reír como hacían nuestros abuelos.
Verónica Azpiroz Cleñan
Asoc. Mapuche Epu Bafkeh
Tiempo de siembra,
esperando que no nos fumiguen
Septiembre de 2008
Publicado por Revista LaManuelaMolina
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