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miércoles, 27 de abril de 2016

Mate sin trabajo infantil: la historia de una familia tarefera.

CIUDADANOS 
MENCIÓN EN MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Mate sin trabajo infantil: la historia de una familia tarefera

Publicada en La Voz del Interior
Para Carlos, la escuela y los yerbales se volvieron un paisaje cotidiano con tan solo 13 años. Hoy es papá de 10 hijos que también trabajan en la cosecha. Desde la ONG "Un sueño para misiones" buscan impulsar una ley que prohíba el trabajo infantil.

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  • Para Carlos, la escuela y los yerbales se volvieron un paisaje cotidiano con tan solo 13 años. Hoy es papá de 10 hijos que también trabajan en la cosecha. Desde la ONG “Un sueño para misiones” buscan impulsar una ley que prohíba el trabajo infantil. Necesitan juntar 50.000 firmas más en Change.org para consolidar la iniciativa. Por Milagros Martínez | Especial

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    Compartir es la esencia de un buen mate. En una ronda, van y vienen historias, las de amigos y las de rostros desconocidos que son parte de ese sabor inconfundible. Esta bebida nacional nos une, pero su producción está lejos de los valores argentinos. Para disfrutarlo en la mesa, familias completas se dedican a cortar artesanalmente las hojas en contextos desoladores, una tarea que Carlos Rodríguez practica desde pequeño.
    Con tan solo 13 años, comenzó a cargar sobre sus espaldas ponchadas de yerba que pesaban 100 kilogramos. Para aliviar a sus padres, dividía su tiempo entre la escuela y la dura realidad de la cosecha. En las condiciones más extremas, lleva ya 40 años trabajando en los campos de Misiones y al momento de contar su historia, lo hace con la necesidad de desahogarse. Confía en que puede ser escuchado.
    “Prácticamente me crié tarefeando. Hay que soportar muchas cosas. Laburar nueve, diez, once horas en la chacra no es fácil. El tarefero pasa lluvias, pasa frío, pasa hambre, pasa todo”, confiesa. 
    Su día comienza a las 4 de la mañana cuando se prepara la comida, que sabe más tarde no podrá calentar, y espera a que un camión o colectivo lo traslade hasta el Rosado, en Oberá. “Todo es muy a pulmón. Vamos juntando las hojas en una ponchada, en una lona hasta llegar a los 100 kilos. Nosotros acá no usamos tijera eléctrica. La primera parte del trabajo es virutear, cortar los gajos como pide el ingeniero, el capataz o el dueño de la yerba. Como tareferos, tenemos que agachar la cabeza y seguir haciendo”, explica sobre la minuciosa y agobiante tarea. 
    Papá de diez hijos, le duele la realidad que les toca vivir y confiesa que ningún tarefero tiene “la dicha o la alegría” de decir que su hijo pudo ir a la facultad. “Lo que sacamos en un jornal no alcanza” repite Carlos una y otra vez, mientras cuenta que seis de sus hijas están casadas y también trabajan en yerbales. Un círculo del que no pueden salir, una historia que se repite de generación en generación. 
    Amamos el mate, sin trabajo infantil 
    Desde la organización “Un sueño para misiones” publicaron un petitorio en la plataforma Change.org, basado en la consigna: “Me gusta el mate… Sin trabajo infantil”. El objetivo es aunar fuerzas para que su proyecto sea tratado en el Congreso de la Nación. La meta son 100.000 firmas y vos podés sumar la tuya, acá. Hasta el momento, más de 50.000 argentinos ya adhirieron a la causa.
    “Debemos encontrar los caminos para que nuestra voz se escuche y provocar nosotros los cambios que queremos”, asegura Jorge Kordi, responsable de Comunicaciones de la ONG.
    El pasado miércoles 20 de abril lograron presentar en el Senado el documental que muestra la más cruda realidad de las familias tareferas. Con el apoyo de algunos diputados, la intención es que el proyecto avance en las distintas comisiones. “Entendí la importancia de terminar con este flagelo cuando conocí a Francisco, un niño con bajo peso que trabajaba en la cosecha junto a su abuelo. Huesudo, simpático, curioso, entendí que nosotros debíamos hacernos responsables de que él y miles de otros niños logren una vida digna. Amamos el mate pero aún no representa nuestros valores”, destaca Kordi.
    Números alarmantes de la cosecha
    • MÁXIMO ESFUERZO. Un tarefero de entre 27 y 30 años, logra cosechar 500 kilos en un día. Por kilo, recibe sólo $0.60, lo que equivale a 300 pesos en una jornada. Como el pago depende de la cantidad de kilogramos cosechados, el ingreso es variable y toda la familia colabora para aumentar el volumen.
    • JORNADAS EXTENDIDAS. Hay tareferos que viven durante dos semanas en un campamento. Al respecto, Carlos aclara: “Los buscan en un camión y llevan a 15, 16 personas juntas. Llevan sus colchones, sus frazadas y ahí se instalan por 15 días”.
    • FAMILIAS NUMEROSAS. Cada tarefero tiene un promedio de entre seis y siete hijos. “Hay chicos que tienen 13, 14 años y dejan de estudiar para poder ayudar a su padre a trabajar porque ven que la necesidad es bastante extrema”, señala Carlos.
    • NIÑOS DESPROTEGIDOS. El 90% de la yerba Mate que se consume en Argentina y el 60% de la que se consume en el mundo se cultiva en Misiones con trabajo infantil. 
    • MÁS CIFRAS.
     
    Nadie los cuida
    “No nos alcanza para comprar carne y tenemos que pasarnos comiendo lentejas, porotos, arvejas, mandioca, batata, lo más barato. Esa es la comida favorita del tarefero. Por eso, hay muchos hijos desnutridos. No alcanza para nada”, reclama Carlos alzando la voz de cientos de trabajadores que se enfrentan a la impotencia de no poder ofrecer una mejor alimentación a su familia.
    A su vez, muchas veces se ven forzados a vivir en el campo con sus hijos porque sostener una casa y mantenerse a sí mismos en el yerbal termina siendo un doble gasto. Acostumbrados al desamparo, Carlos comenta que no les exigen estudios médicos previos para trabajar. “No se fijan si tenés problemas de columna, de brazo, de pierna para levantar un raído de 100 kilos. Tengo mis 53 años y llevar un raído de 100 kilos en la espalda es bastante complicado”, advierte con mucho pesar. 
    Pero su espíritu optimista le dice “hay que salir adelante y ganar el pan de cada día”. Agotado, después de un extenso día de trabajo, comparte la esperanza de que en algún momento puedan sentirse valorados: “Nosotros soñamos con un mañana mejor”.

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