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Afectados por la vecindad
Contexto: agricultura orgánica y plaguicidas
Impactos en la salud ecuatoriana
Fumigaciones fronterizas del Plan Colombia
Adolfo Maldonado | | 06/25/2004 | Este artículo ha sido leído 14553 veces
El 15 de septiembre de 2003, el gobierno de Dinamarca prohibió el uso de herbicidas que contuvieran glifosato, durante el otoño que es la temporada de más lluvia. Sin lugar a dudas, se trata de una decisión sin precedentes, cuyo soporte científico está constituido por los estudios realizados por el Instituto de Investigaciones Geológicas de Dinamarca y Groenlandia (DGGRI, en inglés).
El ministro Han Christian Schmidt impuso la prohibición porque “los daneses deben ser capaces de tomar café por la mañana sin preocuparse por los pesticidas”. El director del Instituto para el Ambiente y Recursos de la Universidad Técnica de Dinamarca, profesor Mogens Henze, pronosticó que si la medida no era adoptada, en cinco o diez años se necesitaría limpiar el agua antes de que los daneses la bebieran y añadió, que esa “sólo era la punta del iceberg, porque el glifosato y muchos otros químicos han terminado a su manera ensuciando las tierras”1.
De igual manera, en Brasil, investigadores del Centro de Control de Intoxicaciones de Unicamp concluyeron que una dosis de 25ml de glifosato, ingerida por vía oral, podía causar lesiones gastroesofágicas. Según sus estudios, la ingestión de 5ml ocasionaría una intoxicación leve, la de 20ml una intoxicación moderada y la de 85ml o más una intoxicación grave. Sin embargo, bastaría hallar la ingesta de 0,5ml de glifosato para recomendar la realización de un lavado gástrico. La persona intoxicada, además, debe recibir monitoreo cardiovascular, respiratorio y renal, incluyendo entubación endotraqueal para prevenir una neumonía química2.
En Colombia, sin embargo, el médico Camilo Uribe, asesor de la Sección de Asuntos Narcóticos (NAS, en inglés) de la embajada de Estados Unidos en Colombia, afirma que: “Por vía oral […] se ha calculado una dosis tóxica letal, es decir, capaz de producir la muerte, con 5.500mg/kg de peso, esto quiere decir que un ser humano adulto promedio en Colombia, con un peso de 60 kilos debería ingerir una cantidad aproximada de 15 a 18 litros del producto formulado para producirse una toxicidad aguda severa, en el caso del niño hablaríamos de menores de 12 años […] la ingesta oscilaría entre 6-8 litros”3.
En recientes declaraciones a la prensa ecuatoriana, el médico Uribe aumentó esa cifra a 20 litros (20.000ml); así, resultaría mil veces menos tóxico que en Brasil, a pesar de que en Colombia se usa en concentraciones prohibidas en los Estados Unidos (26% frente a 1%) y mezclado con dos surfactantes (POEA y Cosmo Flux 411F) que multiplican cuatro veces la potencia de su acción.
Pareciera, entonces, que en Dinamarca, Brasil y Colombia, la comunidad científica se atuviera a criterios contradictorios para determinar cuánta cantidad de glifosato representa una dosis tóxica. Mientras en Dinamarca se justifica la prohibición del glifosato, en Colombia se sostiene que se puede tomar en cucharadas sin temer ningún efecto.
Afectados por la vecindad
Los impactos de las fumigaciones en la frontera colombo-ecuatoriana han sido muy graves. Organizaciones populares, no gubernamentales y, últimamente, representantes de los Ministerios de Agricultura y Ambiente de Ecuador, han realizado estudios y misiones de verificación en la zona fronteriza que han permitido recaudar valiosa información sobre los daños humanos y ecológicos causados por las fumigaciones a lo largo de los tres últimos años.
Los surfactantes (POEA + Cosmo Flux 411) provocan la disminución del tamaño de las gotas del glifosato, efecto que permite que éste se sostenga más tiempo en el aire y que la deriva aérea sea importante incluso con escaso viento. Los estudios ecuatorianos han permitido determinar que a cinco kilómetros de los lugares colombianos que son asperjados, entre el 80 y el 100% de los campesinos que se encuentran en territorio ecuatoriano sufre signos de intoxicación aguda por organofosforados (el glifosato). Los signos y síntomas disminuyen conforme se supera la distancia de cinco kilómetros de las zonas fumigadas, lo cual demuestra que esas señales no son la consecuencia de enfermedades naturales4.
La sintomatología que presenta la población tras las fumigaciones, corresponde a síndromes ocasionados por la inhibición de la colinesterasa y el consiguiente aumento del neurotransmisor acetilcolina en los terminales nerviosos. En particular, las náuseas, los vómitos, los espasmos abdominales, las incontinencias urinaria y fecal, la broncorrea, la tos, la disnea, la sudoración, la salivación y el lagrimeo, que son síntomas del síndrome muscarínico, son ocasionados por la estimulación del sistema parasimpático que, en intoxicaciones graves, puede generar bradicardia, bloqueo de la conducción, hipotensión y edema pulmonar. De otra parte, los signos nicotínicos espasmos y fasciculaciones musculares, debilidad, hipertensión, taquicardia y en casos graves, hipoventilación con insuficiencia respiratoria, son ocasionados por la estimulación de los ganglios del sistema vegetativo y de las terminaciones de los nervios motores. El tercer grupo de síntomas corresponde a efectos a nivel del sistema nervioso central por acumulación de la acetilcolina: ansiedad, intranquilidad, temblor, convulsiones, confusión debilidad y coma5.
La sintomatología antes descrita coincide con los reportes médicos encontrados en la población que habita en la zona de frontera. Según los estudios practicados en Ecuador, los síntomas presentes en la población, durante las fumigaciones, son cinco veces más frecuentes que respecto a los encontrados tres meses después de las aspersiones en esas mismas comunidades, lo que redunda en demostrar que son las fumigaciones las causantes de los padecimientos de la población.
Los estudios de sangre hasta ahora realizados han demostrado que la población que vive en la frontera y recibe las fumigaciones, tiene un número de aberraciones cromosómicas que supera al correspondiente de la población no expuesta en un porcentaje que oscila entre 1.200% y 1.700%. En otras palabras, se trata de personas que tienen un riesgo entre 12 y 17 veces más elevado que el común de la gente de padecer cáncer, sufrir mutaciones y presentar abortos o alteraciones embrionarias6.
En un estudio reciente7 realizado con 47 mujeres, la totalidad de ellas que recibieron el impacto de las fumigaciones y sufrieron síntomas de intoxicación, presentaron lesiones genéticas en el 36% de sus células. El daño genético en estas mujeres es de un 800% por encima del grupo control establecido por el laboratorio de Quito y un 500% superior a los daños encontrados en población de similares características en la región Amazónica, a 80km de la zona de estudio.
La población estudiada que recibió los impactos de las fumigaciones, había sido afectada con al menos una fumigación nueve meses antes, por lo que no se puede determinar si las lesiones producidas son efecto del impacto recibido en las últimas fumigaciones o producto de la acumulación de fumigaciones previas. Sin embargo, sí se puede afirmar que someter a la población a más fumigaciones puede aumentar el riesgo de daños celulares y que, una vez permanente, se incrementen los casos de cáncer, mutaciones y alteraciones embrionarias importantes que den lugar, entre otras posibilidades, al incremento del número de abortos en la zona.
En un escenario futuro, la persistencia de las fumigaciones puede traducirse en daños genéticos irreparables para la población que las sufre. En el escenario actual, en la frontera colombo-ecuatoriana se ha registrado la muerte de 12 personas asociada a las fumigaciones. Cada período de fumigaciones ha implicado el incremento del número de fallecimientos en la frontera. La mayoría de las personas que mueren son niños, personas ancianas o personas cuyo sistema inmunológico está debilitado.
Otros efectos
Los análisis efectuados sobre los cultivos ubicados en el cordón fronterizo arrojaron dos hallazgos principales. De una parte, la concentración de fósforo en las plantas (el glifosato es un organofosforado) estaba incrementada en un 300% y constituía la causa de la mortalidad de las plantas a tres kilómetros de la frontera; de tal forma, era evidente el efecto de la deriva de las fumigaciones aéreas. De otra parte, se detectó la inusual presencia del hongo Fusarium en todas las muestras de plantas recogidas y en cada una de las partes de la planta (raíces, tallo, hojas y frutos).
Existen numerosos estudios que han descubierto el incremento de una anormal presencia de Fusarium cuando los cultivos son fumigados con altas concentraciones de glifosatoRoundup Ready8. Al parecer, el glifosato elimina determinados microorganismos del suelo que frenan el crecimiento del Fusarium y por tanto su excesivo uso produce el incremento del hongo. Ambos efectos podrían generar verdaderas epidemias en los cultivos, además de convertirse en un riesgo inminente para la salud de la población.
Otra posibilidad es que el gobierno de Colombia esté usando, a escondidas de la opinión pública, el denominado agente verde (Fusarium oxisporum erytroxylum), un hongo manipulado genéticamente para atacar sólo a las hojas de coca, pero que al ser muy inestable y ser usado en un ambiente como el amazónico, podría atacar diferentes cultivos o vegetación de forma descontrolada. En ese sentido, no se debe olvidar que el 17 de julio del 2000 el periodista Gonzalo Guillén, del New Herald de Miami, denunció que a cinco kilómetros hacia el norte de la ciudad ecuatoriana de Lago Agrio, “científicos norteamericanos realizaron experimentos sobre el bosque amazónico ecuatoriano con el hongo Fusarium oxisporum, seleccionado por el gobierno de Estados Unidos para fumigar en el futuro cultivos de hoja de coca colombianos”. Posteriormente, la prensa ecuatoriana hizo eco de la manifestación del representante del gobernador del departamento colombiano de Putumayo, quien manifestó: “el hongo Fusarium oxisporum fue utilizado por primera vez en la jurisdicción en noviembre del año anterior [1999] y por lo menos en dos ocasiones de este año”9. La denuncia fue ratificada por el alcalde de Puerto Guzmán (Putumayo). En diciembre de 2002, la embajadora de Estados Unidos en Colombia, Anne Peterson, reconoció la utilización de armas biológicas en Colombia, aunque después se retractó10. A todo eso se suma la denuncia por parte de habitantes de la zona de frontera de haber visto dos tipos diferentes de fumigaciones (una con líquido blanco y otra con polvo café).
Las enormes pérdidas de animales (aves, cerdos y bovinos, entre otros) comprobadas en toda la zona, así como las pérdidas del 90% de las cosechas de todo tipo (especialmente de café, cacao, maíz, arroz y yuca) han generado en la zona de frontera una importante afectación de la economía. La destrucción de cultivos y de las economías de subsistencia, trajo como consecuencia hambruna y una fuerte migración de las poblaciones de frontera, pues éstas dependen de su actividad agrícola. Hay comunidades con niveles de migración del 50% del total de la población. Si se suman los efectos graves en materia de salud y también se toma en cuenta la emergencia sanitaria, el panorama equivale, en conjunto, a una situación notablemente crítica.
De otra parte, las nacionalidades y pueblos indígenas han sido particularmente vulnerables, pues las fumigaciones afectan las bases de su cultura. La destrucción de la biodiversidad y el desplazamiento forzado de sus territorios anuncian el etnocidio de estos pueblos, en donde los Shamanes han tenido que desplazarse por la gran afectación de las plantas que usan para las curaciones. Así mismo, la destrucción de la yuca les ha impedido la elaboración de la chicha, alimento fundamental de su dieta.
Respuestas de Colombia
Las autoridades ecuatorianas, en reiteradas ocasiones, solicitaron al gobierno de Colombia que se abstuviera de fumigar los 10 kilómetros de territorio colombiano antes de la línea fronteriza. Sin embargo, las autoridades colombianas no sólo han seguido fumigando esa franja de territorio, sino que también han asperjado químicos directamente sobre las riveras del Río San Miguel, límite norte de la frontera con Colombia.
Las autoridades colombianas se niegan a reconocer las evidencias sobre los impactos de las fumigaciones con glifosato y otras sustancias, mientras insisten en repetir que “la fumigación aérea con el herbicida glifosato es el mecanismo único, ecuánime y aplicablepara asegurar la erradicación de cultivos ilícitos”11. Se criminaliza a quienes se oponen a las fumigaciones “como método único”, insistiendo en que el glifosato es inocuo, pero sin referirse a la verdadera mezcla utilizada (glifosato + POEA + Cosmo Flux) y minimizando los impactos sociales y ambientales.
Mientras en Colombia se hacen esas afirmaciones, un reciente informe de la Contraloría de los Estados Unidos reconoce que se han presentado “quejas por daños a la salud o a cultivos lícitos que fueron evaluados y justas compensaciones fueron pagadas a los reclamos meritorios”12. El informe estadounidense acepta que es necesario mejorar la seguridad ambiental del programa de fumigaciones, en tanto reconoce que han tenido que realizar compensaciones por daños causados a la salud de las personas y a cultivos lícitos.
De igual manera, el encargado civil del Hemisferio Occidental en el Departamento de Defensa (Pentágono), Roger Pardo-Maurer, manifestó a una delegación de organizaciones colombo-ecuatorianas que visitaron Estados Unidos en octubre de 2003 que, “Uribe es nuestro hombre en Colombia, el Plan Colombia es un éxito, las fumigaciones son un éxito; sabemos que hay problemas de salud, incluso muertes, pero para nosotros es un costo aceptable”13. Las respuestas de los entrevistados en el Departamento de Estado fueron idénticas.
En este contexto, afirmaciones según las cuales para que una persona fallezca por tomar glifosato se debe ingerir una cantidad superior a 20 litros, sobrepasan el cinismo, se acercan a la responsabilidad criminal y se alejan de criterios científicos. No es equivocada la afirmación según la cual en una guerra la primera víctima es la verdad. Lo terrible es que la segunda víctima es el pueblo. En esta guerra contra las drogas, más del 90% de los fallecidos es población civil y la tercera víctima es un ambiente como el amazónico, a punto de desaparecer.
1 Los investigadores de este instituto encontraron que, a diferencia de lo que dicen las empresas fabricantes, el glifosato se lava del suelo con el agua de lluvia en una concentración de 0,54 microgramos por litro, contaminando las aguas superficiales a un metro de profundidad con concentraciones cinco veces más altas que las permitidas para el agua potable.
2 Glifosato: Herbicida, Mas ñao Só, 13 de septiembre del 2001, www. boasaude.com
3 Citado por Carlos Pinzón, abogado de la Dirección Nacional de Estupefacientes del Gobierno de Colombia, en el recurso de apelación al fallo del Tribunal Administrativo de Cundinamarca (en la Acción Popular con referencia n° 01-0022 interpuesta por Claudia Sampedro y otros), pág. 71.
4 Acción Ecológica, Impacto de las fumigaciones del Plan Colombia en la frontera ecuatoriana. La guerra oculta contra las comunidades, Quito, Acción Ecológica, 2003.
5 Robert Lauwerys, Toxicología industrial e intoxicaciones profesionales, Barcelona, Editorial Masson, 3ª edición, 1994, págs. 495 y ss.
6 La misma referencia de la nota 4.
7 Maldonado, A. Daños genéticos en la frontera de Ecuador por las fumigaciones del Plan Colombia. Informe de investigación. Noviembre 2003. Quito.
8 Estudios realizados en Canadá y Australia sobre cultivos transgénicos resistentes al glifosato, donde las cantidades usadas de estos herbicidas son ingentes.
9 Diario La Hora, Quito, 23 de agosto de 2000.
10 Jeffrey St. Clair, The Drug War According to Dr. Mengele. Agent Green Over the Andes, December 24 of 2002, http://counterpunch.org/ stclair 1224.html.
11 La misma referencia de la nota 3, pág. 1.
12 General Accounting Office, Drug Control. Specific Performance Measures and Long-Term Costs for U.S. Programs in Colombia Have Not Been Developed, Washington, June 2003, pág. 28.
13 Luis Angel Saavedra (INREDH), Relato de la comisión de organizaciones en visita a EE.UU., octubre de 2003.
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