Alma de Nogal : Los Chalchaleros

jueves, 18 de noviembre de 2010

Lo que nos está intoxicando es bien visible - Juan del Sur

Lo que nos está intoxicando es bien visible

La lucha contra la contaminación (la de la naturaleza y la de la subjetividad humana) es una lucha política que tiene que llegar a un punto en que sea insostenible para el sistema que la provoca.

 No es la solución.

Según la nota “Sustancias invisibles intoxican a los pobres”*, menos del 1,43% de la población mundial está afectada por la contaminación, incluida la causada por los agrotóxicos.
Para entender el porqué de esta grosera subestimación de las cifras hay que fijarse de dónde viene: nada menos que de Green Cross International.
Green Cross International también anduvo por aquí, echó un vistazo a unas fotos de la pastera de Fray Bentos y dictaminó que no contamina.
Y es cierto: no contamina tanto como Chernóbil, que es lo que habrá querido decir, y la referencia que seguramente utiliza Mijail Gorbachov para sus comparaciones.
Porque Green Cross fue fundada por Gorbachov, el mismo que mantuvo en secreto durante varios días el desastre nuclear de aquella ciudad de Ucrania, hasta que se dio la alarma desde Escandinavia cuando llegó allí la nube radiactiva, y sólo entonces el primer ministro ruso tomó tardías medidas de evacuación y descontaminación: al día de hoy se cuentan por decenas de miles los muertos y muchísimos más los enfermos y nacidos con malformaciones a causa en su mayoría de no haberse tomado providencias inmediatas.
Ése, el genocida Gorbachov, es el que lidera una organización dedicada a la salud ambiental: ¡este mundo está profundamente trastornado!
El Blacksmith Institute, organización asociada con Green Cross, da ahora esas cifras ridículas de personas sometidas a contaminación. Y se preocupa  —¡vaya hipocresía!— porque hay pobres que usan la ganga de la minería de uranio como materiales de construcción. Pero con una vueltita de tuerca: dicen "dennos dinero a nosotros, que vamos y descontaminamos". Los mismos intereses privados que embolsaron fortunas con métodos desaprensivos de producción, se cambian el mameluco y vienen a pedir plata para descontaminar.
Exactamente la misma maniobra que han inventado con la geoingeniería —que es la modificación planificada de grandes porciones del planeta para, supuestamente, contrarrestar el cambio climático—: producen el desastre y luego se ofrecen, pago mediante, a reducir los daños.
Pero esa no es la solución, en tanto se continúe con el alienante modalidad de consumir lo superfluo —para mal de males deliberadamente destinado a una rápida obsolescencia—, producido en el marco de una feroz competencia empresarial que obliga a disminuir los costos, en desmedro de los salarios y las condiciones de labor de los trabajadores y de la observancia de los protocolos indicados para no dañar el ambiente.


 

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