AGROTÓXICOS
¿Se atreverá la Unión Europea a prohibir el glifosato?
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Un informe de la Agencia Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA) decidirá el 12 de noviembre si se renueva la autorización para comercializarlo.
11/11/15 · 8:00
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Cultivo de soja / OLMO CALVO
¿Será prohibido el glifosato en el seno de la Unión Europea en los próximos meses? La decisión dependerá en parte del informe de reevaluación que presentará en noviembre la Agencia Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) sobre esta sustancia herbicida, la más utilizada en el mundo, y cuya autorización de comercialización finaliza en territorio europeo a finales de año.
Encima de la mesa, el último informe de la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC), de la Organización Mundial de la Salud, que en marzo clasificó el glifosato como un “probable carcinógeno para el ser humano” basándose en un metaestudio en el que se demostró que hay “fuertes evidencias” de que provoca cáncer en animales de laboratorio. La EFSA deberá tener en cuenta estas conclusiones a la hora de reevaluar la seguridad de esta sustancia. “Sólo con esto debería ser suficiente para que la EFSA prohibiera el herbicida en Europa, ya que una de las normas sobre plaguicidas es que no debe haber riesgo de que provoquen cáncer”, dice Luís Ferreirim, coordinador de la Campaña de Agricultura y Transgénicos de Greenpeace.
Sin embargo, las organizaciones ecologistas temen que los intereses que planean en torno al glifosato sean más fuertes que las nuevas evidencias científicas sobre su toxicidad, que diversos colectivos y científicos llevan denunciando desde hace años. “Es difícil que se prohíba, porque las presiones son tremendas y hay conflictos de intereses muy importantes”, dice Dolores Romano, responsable de Políticas de Sustancias Químicas de Ecologistas en Acción. No en vano, el glifosato es el ingrediente activo principal del herbicida Roundup, comercializado por Monsanto, la multinacional agroalimentaria más poderosa del mundo.
Además, Romano explica que, aunque la EFSA deberá tener en cuenta las conclusiones de la IARC, el informe inicial en el que se basará principalmente es el publicado en enero de 2014 por el Instituto Federal Alemán de Evaluación de Riesgos, que concluía que el glifosato ni es tóxico ni cancerígeno.
Ante esta situación, el 29 de octubre, casi 50 organizaciones ecologistas, sanitarias y científicas enviaron una carta al comisario europeo de Salud y Seguridad Alimentaria en la que instan a la Comisión Europea, “ante la ausencia de consenso científico de que el glifosato no es dañino”, a “invocar el principio de precaución” y cumplir con “la responsabilidad de proteger al público y los trabajadores de la exposición al daño”.
Riesgos para la salud
“Además de ser un posible cancerígeno, hay bastante evidencia sobre sus efectos retrotóxicos, de malformaciones en el desarrollo, y empieza a haber cierta evidencia científica sobre su capacidad de alterar el sistema hormonal”, dice Romano. Estudios anteriores también lo relacionan con “procesos agudos como problemas en la piel, respiratorios, dolor de cabeza; y crónicos como un desarrollo neurológico anormal, un incremento en la incidencia del linfoma no-Hodgkin, afección en la placenta humana con probable incidencia en el desarrollo de abortos, etc.”, indica a Diagonal Javier Souza, presidente del Pesticide Action Network International. De hecho, en Argentina, donde trabaja este ingeniero agrícola, la justicia ya reconoció la nocividad del glifosato al condenar a dos personas por fumigaciones a menos de 1.500 metros de un barrio en el que 169 de los 5.000 vecinos desarrollaron cáncer en esos años. Además, “el uso de éste y otros herbicidas afecta a la biodiversidad y contamina acuíferos y suelos”, dice Luís Ferreirim. En 2013, un estudio con voluntarios encontró restos de este herbicida en el 44% de las muestras tomadas, que correspondían a personas de 18 países europeos.
Sin embargo, el uso del glifosato no ha hecho más que crecer en los últimos años. Aunque este principio activo, bajo el nombre comercial de Roundup, empezó a utilizarse por Monsanto en la década de los 70, el boom de este producto vino ligado a los transgénicos. “Los primeros transgénicos, creados también por Monsanto, la soja Roundup Ready, fue una creación para garantizar el seguimiento de la comercialización de su producto estrella, que era el glifosato”, explica Ferreirim. Dicha soja fue modificada genéticamente para ser tolerante al glifosato. Después vinieron otros cultivos modificados para tal fin: el maíz, el algodón, la canola, la remolacha o la alfalfa.
Hoy, el 99% de la soja cultivada en Argentina, y más del 90% de la mundial, es transgénica, pero con el paso del tiempo las malas hierbas han creado una resistencia al herbicida, lo que obliga a los agricultores a utilizar cada vez mayores cantidades de glifosato. “Según las investigaciones que hemos hecho, en el año 2000 se usaban en Argentina de tres a cuatro litros de glifosato por hectárea de soja y hoy pueden llegar a usarse más de 12 litros”, dice Souza, que trabaja con productores para sustituir el glifosato por abonos verdes. Souza considera que “el uso de transgénicos junto a la expansión del glifosato son parte de un proceso de agriculturización donde los monocultivos requieren cada vez más de insumos externos, sistemas sostenidos por plaguicidas y fertilizantes, pero que no son sustentables”.
Ante las cada vez más numerosas señales de alarma, algunos Estados han empezado a mover ficha. En septiembre, la Oficina de Evaluación de Riesgos para la Salud Ambiental de California decidió etiquetar el glifosato como un producto que “provoca cáncer”. También Francia ha dado un pequeño paso al anunciar que a partir de enero este herbicida no se encontrará expuesto al gran público en las tiendas, aunque podrá solicitarse en un mostrador y la venta a los agricultores no se verá limitada. Sin embargo, España “espera a que en Europa se tomen decisiones para implementar la normativa europea sólo cuando es obligatorio –indica Romano–. Además, se alinean con países como Reino Unido, Italia o Alemania para retrasar la aplicación de normativas que prohíben sustancias químicas”. A nivel europeo, indica Ferreirim, “el gran avance que necesitamos es una decisión política consolidada que permita una prohibición más amplia”.
El glifosato en nuestras ciudades
El uso del glifosato se halla ampliamente extendido en las ciudades, donde se utiliza para eliminar las malas hierbas en parques y jardines, además de en el mantenimiento de calles. Los organismos públicos también lo utilizan para erradicar las hierbas de las cunetas y las de la red ferroviaria, que es regada por enormes tanques de herbicidas. Sin embargo, en los últimos años los Ayuntamientos de diversas ciudades han decidido dejar de utilizar esta sustancia y sustituirla por métodos no contaminantes. La última, Tarragona, el 29 de septiembre.
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