Parkinson, pesticidas y demagogia
Alfredo Moncadista
Rebelión
Diversos medios de comunicación se hacen eco de la publicación de un artículo el 30 de noviembre en “Reportes científicos” del grupo Nature. El autor principal del trabajo es un neurocientífico gallego, Francisco Pan Montojo. Esta publicación es la continuación de otras dos donde se demuestra que un compuesto utilizado en pesticidas, induce la sintomatología del Parkinson en el sistema nervioso periférico.
Hay evidencias de que el sistema nervioso periférico está implicado en la enfermedad de Parkinson. En algunos tipos de Parkinson se encuentran cuerpos de Lewy, que sirven como diagnóstico de la enfermedad. Estas inclusiones proteicas características del Parkinson están formadas por una proteína llamada alfa-sinucleina. Sólo un 3% de los enfermos de Parkinson tienen alguna mutación que les hace incrementar la expresión de esta proteína, por lo que otras causas tienen que existir, tanto ambientales como genéticas para su acumulación.
La rotenona es un veneno que inhibe la producción de energía en las células. Es importante destacar que es un veneno utilizado ancestralmente, en pesca por ejemplo, que se extrae de la raíz de una leguminosa, y está considerado un “veneno ambiental”, al ser producido por dichas plantas. En España se dejó de utilizar como pesticida en 2007, aunque en países como Canadá todavía se utiliza. Pan Montojo demostró que inducía la enfermedad en el sistema nervioso entérico. Sin que el pesticida, que es muy lipofílico, entrara directamente en el torrente sanguíneo. En ese artículo observaron que el tratamiento con rotenona inducía la producción de alfa-sinucleina que se acumula e induce estrés oxidativo en las neuronas periféricas. Lo curioso de su primer artículo es que demuestran que la alfa-sinucleina puede ser transportada entre neuronas hasta el SNC.
Ellos demuestran que el pesticida induce la producción de alfa-sinucleina, y que esta es transportada hasta el SNC, donde induce Parkinson. A ratones tratados con rotenona, se les cortó los nervios que unen el SNC con el periférico, y esto evitó la aparición de alfa-sinucleina en el SNC y además retrasó significativamente la aparición de problemas motores.
Si bien este estudio no demuestra por qué los ratones que no tenían conectado el SNC con el periférico todavía sufrían, aunque un mes más tarde, problemas motores, sí queda claro la posible implicación de la rotenona (y potencialmente otros tóxicos similares) en la aparición de Parkinson. El artículo plantea la duda de que la escisión de los nervios reduce la absorción de rotenona. Sin embargo, demuestran que el “transporte” de sinucleina a nervios centrales se ve totalmente inhibida por el corte del nervio, demostrando que la aparición o extensión de la enfermedad puede ser debida a la presencia de tóxicos como la rotenona.
Sin embargo, este estudio no puede demostrar causalidad inversa, o sea, que el Parkinson en humanos sea debido a la presencia de toxinas. Aunque, de nuevo, las evidencias son suficientemente importantes como para que se deban reducir la presencia de pesticidas en nuestra comida. Además, el estudio tiene un par de problemas metodológicos, que lo hacen más difícil de extrapolar al ser humano: tienen que disolver la rotenona en una solución con cloroformo que podría estar aumentando su capacidad tóxica, y, por otra parte, la cantidad de rotenona es mucho mayor a la encontrada en la naturaleza.
Al igual que con el tema del glifosato, los transgénicos y el cáncer, la polémica está servida. La demagogia de los medios de comunicación sensacionalistas y la de los detractores cientifistas (recomiendo leer los comentarios del artículo), empaña la realidad: hace falta más investigación pública e independiente de todo lo relacionado con la salud. Sin embargo, la tendencia es recortar en investigación.
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