Alma de Nogal : Los Chalchaleros

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Antenas, wifi, móviles y salud. La opinión de Murcia.

Espacio Abierto

Antenas, wifi, móviles y salud

30.11.2013 | 04:00

A pesar de que la comunidad científica internacional (frente a los sesgados contrainformes de la industria) se expresa con voz unánime, esto es, a pesar de que no se da la posibilidad de que las autoridades responsables desconozcan el problema, los límites legales que serían adecuados para nuestra salud se superan en nuestro país en miles de veces»
En telediarios y reportajes hemos visto casos. Personas cubiertas con telas metálicas, incapaces de salir a la calle porque no toleran la radiación artificial que, poco a poco, va saturando nuestro entorno. Como probablemente ustedes, al verlo pensé que eran casos excepcionales, personas con reacciones extremas, anormales, a las que les había tocado eso en la vida, como a todos en ocasiones nos sonríen o nos dan la espalda la salud, el amor o la fortuna. Pues bien, después de dos años de médicos, pruebas, síntomas que no remiten (pitidos en los oídos, mareos, dolores de cabeza diarios, calambres, taquicardias€) y muchas cajas de medicamentos, decidí medir el nivel de electrocontaminación de mi casa (Infante/ Barrio del Carmen), ya que a escasos cien metros había dos grandes antenas de telefonía. El resultado fue altísimo (4.740 mW/m2). En pocos días, empecé a mentalizarme y a asumir que el mío también podía ser uno de esos casos ´raros´.
Intentando dar en la web con un especialista al que consultar, encontré algo que no esperaba. A la luz de la numerosa y reveladora información científica disponible, ni los casos de electrosensibilidad son ´raros´ ni tampoco ´anormales´. La literatura científica independiente no admite controversia: los efectos de los campos electromagnéticos generados a gran escala, principalmente, por la tecnología telefónica inalámbrica (antenas, móviles, wifis, teléfonos ´fijos´ inalámbricos, PDA´s) y similares (microondas) son nocivos para la salud a todos los niveles: endocrino, cardiovascular, sistema hormonal, neurológico, celular€ siendo uno de los efectos demostrados (Informe Reflex, 2004, financiado por la CCE) que se rompen los enlaces de ADN a niveles de radiación bajos. Hay que advertir que, en los niños los efectos son muy superiores a los que padecemos los adultos y también que son acumulativos. El organismo suma y sigue. Lo que sucede es que hay personas que desarrollan una sintomatología ´de aviso´, la ´electrosehipersensibilidad´ y otras que no, pero están igualmente expuestas a los riesgos para la salud de esta nueva plaga. A la larga (cinco/diez años de exposición) enfermedades graves de todo tipo, cánceres de todos, cardiopatias, y un largo etc.
Esto no sólo lo atestiguan numerosos artículos de investigación sino que científicos de todo el mundo han suscrito numerosos llamamientos públicos colectivos alertando a las autoridades y a la sociedad de los inminentes y graves riesgos que para la salud pública conlleva la proliferación de este tipo de tecnologías: resolución de Salzburgo 2001; declaración de Friburgo, 2002; declaración de Venecia, 2007; llamamiento de Bruselas, 2007; panel de Seletun, Noruega, 2009; declaración de París, 2009.
Aun así, a pesar de que la comunidad científica internacional (frente a los sesgados contrainformes de la industria) se expresa con voz unánime, esto es, a pesar de que no se da la posibilidad de que las autoridades responsables desconozcan el problema, los límites legales que serían adecuados para nuestra salud (mil megavatios por metro cuadrado se considera exposición extrema) se superan en nuestro país en miles de veces y el debate de la nueva ley no contempla rebajarlos.
Mientras, una parte de nuestros vecinos europeos y occidentales como Italia, Alemania, Austria o Suiza, tienen legislaciones más restrictivas que la nuestra (incluso Rusia y China), advierten a sus ciudadanos de los efectos dañiños del uso privado de estas tecnologías, retiran de escuelas, centros educativos, hospitales, bibliotecas, instituciones públicas, etc., antenas, wifis, wimax, bluetooth y dispositivos inalámbricos, y cuidan, como es su deber, a los grupos de riesgo (niños, ancianos, epilépticos, embarazadas) así como a las personas ´electrosensibles´, muchas, gravemente incapacitadas. Suecia lidera aquí los logros y reivindicaciones.
De todo lo anterior también nos advierten: la OMS (IARC), clasificando el 31 de mayo de 2011 las radiaciones electromagnéticas de radiofrecuencia como posible cancerígeno en humanos (grupo 2B); la Asamblea del Consejo de Europa, resolución 1815 (2011), instando a los Gobiernos europeos a que adopten de inmediato medidas para reducir la exposición de los ciudadanos a todo tipo de radiaciones electromagnéticas; la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA), confirmando que «las radiaciones de microondas pueden provocar enfermedades tales como leucemia infantil, tumores cerebrales, cáncer de mama, alteraciones en el sistema nervioso, cambios en las funciones cerebrales y daños en el sistema inmunitario».
Afortunadamente, en casa, la solución es sencilla, gratuita (si la exigimos) y accesible para todos: teléfonía fija e internet por cable. La telefonía por cable es totalmente inocua para nuestra salud y la de nuestros hijos. A nivel político, tal y como está el patio, y con las multinacionales de telecomunicación enfrente, más nos vale empezar a informarnos y cuidarnos los ciudadanos (perdón, los consumidores) por nuestra cuenta.
Pero, por favor, no consintamos que nuestros hijos estén todo el día irradiados en los colegios. Reclamemos, como mínimo, que retiren los wifis de los centros educativos públicos (incluida la universidad, a la que pertenezco). Sólo contando el periodo de educación obligatoria, un niño pasa más de 10.000 horas en su centro. Según la Convención Internacional de los Derechos del Niño de 1989, niños y niñas tienen derecho a vivir con salud y bienestar, a tener una protección especial para desarrollarse, y a ser los primeros en recibir protección y auxilio. No se trata de dar la espalda a la tecnología, sino de utilizarla de forma segura. 

Apostemos por el cable y el principio de 

precaución.

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