“El patrón mío sabe lo que es trabajar en la quinta, también es quintero, y
no me cobra tanto. Hay otros dueños de tierras que si cobran una fortuna, un
montón de plata están cobrando por la tierra que está cerca del asfalto, yo como
vivo a cuatro cuadras del asfalto, mi alquiler no es caro, ni barato, está en el
medio…”. Así define Edmundo, productor, agricultor de la
localidad de Etcheverry, partido de La Plata el precio que paga por la tierra
que trabaja, y cómo este precio influye en el costo final que pagamos por los
alimentos que consumimos. Edmundo, junto con otros ocho productores, elabora
bolsones de verduras que más tarde son ofrecidos en puestos ambulantes
en el marco del Programa Verdura para Todos, impulsado por la Corriente
Agraria Nacional y Popular (Canpo) en la zona de La Plata y gran La Plata.
Hipólito Maidana pertenece a la
Cooperativa Moto Méndez, también, junto a otros productores
vienen desarrollando un trabajo de venta directa a través de puestos ambulantes,
que en algunos casos ya se convirtieron en “puestos fijos”, impulsados por la
calidad de la verdura que ofrecen y por la accesibilidad que permite su precio,
mucho más económico que el que se presenta en las cadenas de supermercados o
verdulerías.
Hipólito ensaya algunas razones y arranca desde el principio mismo:
Semillas.
“Nosotros producimos con semilla híbrida, semilla importada. El problema
fundamental son los alquileres, el valor de la tierra es altísimo, no se puede
comprar, entonces se tiene que producir bajo cubierta y bajo cubierta la mejor
semilla, que se adapta para esta producción intensiva es la semilla importada.
Hay semillas de la zona pero por la humedad no rinde como debería”.
“Si fuéramos propietarios de nuestras quintas podríamos trabajar de otra manera, con semillas nacionales, porque no hay que cubrir tantos costos de producción”.
Hace algunas semanas, la Unión de Trabajadores de la Tierra llevó su
problemática a la Plaza de Mayo y la visibilizó mediante la venta de
verduras que ellos mismos producen. Además, trabajaron con materiales que
explicaban en detalle la situación que viven cotidianamente por la falta de
tierra, la explotación del trabajo y la obligación de aceptar las reglas: “El
comprador viene y te dice, me llevo esto por tanta plata, y aunque te parezca
poco y no lo quieras vender, sabés que va, se cruza y tu vecino le vende a esa
plata, y además vos necesitás el lugar para sacar la producción, osea, si o si,
terminás aceptando”.
La UTT de Parque Pereyra Iraola, espacio ligado al
Frente Popular Darío Santillán escribe en su página de Internet
las razones de su trabajo y su lucha cotidiana: “Apostamos a construir una vida
más digna, con salud, con trabajo, con acceso a la tierra y a las herramientas
para trabajar en ella. Queremos como pueblo producir y consumir alimentos sanos,
nadie debería pasar hambre teniendo una tierra tan rica y de tanta extensión.
Queremos que nuestro trabajo como productores no sea apropiado por los grandes
mercados de comercialización, queremos un precio justo para el que produce y
para el que consume”.
Desde hace algún tiempo, muchos de estos productores no están solos en la
búsqueda de organización y espacios de venta. El INTA
(Instituto Nacional de Tecnología Industrial), fundamentalmente uno de sus
programas, el IPAF (Instituto para la Agricultura Familiar)
la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional
de La Plata, el Banco Social, entre otras
organizaciones, trabajan a la par de los productores en el empoderamiento, la
visibilidad y la capitalización de los saberes, usos y prácticas de producción
de los alimentos.
La periodista Soledad Barruti, en su libro
Malcomidos cuenta las experiencias que se llevaron
adelante en el Parque Pereyra, con productores de toda la provincia para “volver
a los orígenes” en el cuidado de los alimentos, y además, para compartir saberes
que portan los conocedores de la tierra. Estas experiencias, muy ricas en su
relato empírico, sirvieron realmente para cuidar la vida de muchos de los
productores que se enfermaban manipulando los venenos con los que rociaban las
verduras.
Sin intermediarios
“Al embolsado de 10 o 12 productos lo producimos
nosotros, somos ocho compañeros, y si falta salimos a comprarle al vecino, y así
armamos la bolsa. Yo creo que es un precio muy accesible para el
bolsillo, son 60 pesos de una variedad de verduras que están en la
quinta, berenjenas, variedades de lechugas, tomates, lo que haya en ese
momento, por ahí falta una cosa y sumamos otra, pero menos de 10 productos no
van en la bolsa”, agrega Edmundo, en la previa de un embolsado porque al día
siguiente iban a ofrecer sus productos en un Centro Cultural.
Desde la Cooperativa Moto Méndez, Hipólito Maidana, nos
cuenta una propuesta concreta sobre la que vienen trabajando: “El pequeño
productor no tiene todavía ni la logística ni el transporte para la venta que
queremos hacer directa, esto es lo que nos falta para la punta del ovillo que es
del productor al que consume. Muchas veces la mercadería se vende al precio que
pone el comprador, y ese precio se va incrementando hasta que es finalmente el
que se lleva a los grandes mercados y trasladan todos los costos a esa cadena
que se va generando y queda a un precio que no es el de la quinta. Un
cajón de acelga que tiene mínimo 12 paquetes se paga 25 pesos de culata de
camión en la quinta, de ahí el comprador lo lleva al mercado y le pone
un porcentaje de su flete y su ganancia, luego el mercado que vende le pone otro
porcentaje y luego el verdulero o el supermercadista, entonces termina
el consumidor pagando un 200 o 300 por ciento más de lo que vale el
producto.
“Estamos empezando a trabajar en que los mercados concentradores sean espacios también de venta directa del productor al consumidor, lo que haría que también se reduzca el precio”.
“Además, genera trabajo pero no a costa de un precio que no sea el justo ni
para el consumidor ni para el productor”.
El 2 de abril pasado, el portal Marcha publicó una nota dando cuenta
del acampe de dos días que habían realizado más de 100 familias, productoras de
frutas, verduras y flores en La Plata, querían tierra “para quién la trabaja”.
Reproducimos textualmente las palabras que se reflejan en el sitio de Internet y
que pertenecen a Virginia Crispin, integrante de la Unión de Trabajadores de la
Tierra (UTT):
“Estamos pidiendo crédito para tierras, no pedimos que nos regalen nada.
Tierra para seguir produciendo verdura y flores. Poder vender nosotros mismos
lo que producimos, también venderle al Estado, porque el Estado compra verdura
para los hospitales, las escuelas… y a ¿quién le compra? A los grandes, no a los
pequeños agricultores. Principalmente esta lucha es por la tierra, por un pedazo
de tierra para vivir con nuestros hijos y cultivar”.
La tierra para quién la trabaja: Un reclamo histórico, que no pierde
vigencia.
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