'Los celulares se deben tener lejos del cuerpo': Devra Davis
La epidemióloga estadounidense advierte sobre los efectos de los teléfonos móviles en la salud.
Por: LAURA BETANCUR ALARCÓN
Antes de comenzar su conferencia, Devra Davis, una de las expertas en prevención del cáncer más reconocidas en el mundo, sostiene un juguete para bebés en sus manos. Es un rasca encías que en la mitad tiene un espacio rectangular en el que encaja perfecto un iPhone.
“¿Para qué necesita un bebé un sonajero en el que pueda llevar su celular? ¿A qué extremos estamos llegando y cómo estamos exponiendo a nuestros niños”, cuestiona.
Davis es una de las científicas que más ha investigado la radiación de los teléfonos celulares y su efecto en la salud. Es doctora en ciencias de la Universidad de Chicago y posdoctora en epidemiología en la Universidad Johns Hopkins. Actualmente da clases en el Instituto de Cáncer de la Universidad de Pittsburg (EE. UU.).
En su reciente libro Disconnect, reconocido por la revista Time como una de sus mejores publicaciones, ofrece evidencia científica sobre los efectos de la radiación de los celulares en las células cerebrales.
Por ejemplo, argumenta que las personas que usan celular por más de 30 minutos al día, en promedio, durante 10 años, tienen un riesgo doble o más alto de contraer cáncer en el cerebro.
También sostiene que niños y jóvenes son los más afectados, debido a que las ondas de telecomunicación se absorben más durante el desarrollo cerebral. La revista IEEE Transactions on Microwave Theory and Techniques comprobó cómo en niños de 5 y 10 años la absorción es más profunda que en adultos.
Estudios realizados por la Escuela de Asuntos Ambientales de la Universidad de Bloomington (EE. UU.) y la Universidad de Campinas (Brasil) han compilado investigaciones que relacionan las radiaciones de baja frecuencia con daños oxidativos en las células, publicados en la revista Oxidants and Antioxidants in Medical Science.
“No tenemos pruebas definitivas de riesgo en relación a muertes, como los tenemos con el tabaco, pero debemos hacer algo por prevenir desde ya a la sociedad”, afirma.
En 2011, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) clasificó las radiaciones electromagnéticas de los teléfonos celulares como posiblemente cancerígenas para los humanos, basada en un aumento del gliobastoma (tipo de cáncer maligno de cerebro).
Sin embargo, otros estudios como el del Instituto de Epidemiología de Copenhague en ese mismo año, que incluyó a 350 mil personas mayores de 30 años, entre las que había usuarios de móviles y otras que nunca habían tenido acceso a los celulares, concluyó que no existe conexión entre las radiaciones y algún tipo de cáncer, según se publicó en la revista British Medical Journal.
En conversación con EL TIEMPO, la investigadora explica cómo actualmente la industria de telecomunicaciones afronta esta polémica y cómo la clave no está en dejar de usar celulares sino en alejarlos del cuerpo. “La distancia es tu amiga”, enfatiza.
¿Son o no nocivos los celulares para la salud?
No hay evidencia científica definitiva de que lo sean o no. Pero he trabajado por más de 35 años en investigación. Esperamos demasiado para actuar en contra del tabaco, del asbesto, de la terapia de reparación de hormonas.
Se demoraron mucho tiempo logrando que las ratas o los perros fumaran para probar que el tabaco sí producía cáncer de pulmón, aun cuando se sabía desde el siglo XIX que era un causante.
Hoy, la mayoría del mundo está usando celulares, en especial los niños, y no hay estándares para su uso. Por eso, mi posición es que aunque no tenemos pruebas definitivas de riesgo en relación a estadísticas de mortalidad, como los tenemos con el tabaco, hay que empezar a prevenir.
Nuestra civilización ha madurado y se ha hecho más sofisticada, como para dejar de insistir en que los muertos son la única prueba que debe existir.
Pero entonces, en relación con los celulares, ¿qué pruebas existen?
En el caso de los celulares sí tenemos evidencia de peligro. Cada estudio que se ha hecho, bien diseñado, con grupos de personas que han utilizado los celulares con frecuencia durante los últimos 10 años o más, y que lo han comparado con gente que no lo ha hecho, han encontrado que hay un riesgo doble o más alto de contraer gliobastoma, incluso cuando el uso ha sido moderado: solo de media hora al día en promedio durante una década. Es algo común, lo que consumen hoy la mayoría de personas.
También tenemos evidencia científica en cultivos de células. Si tomas las células neuronales de un cerebro inmaduro, realmente son muy sensibles a este tipo de radiación; si tomas linfocitos maduros, que son células más viejas, no responden de la misma manera.
Específicamente, ¿cómo afecta la radiación de los celulares a las células del cuerpo?
Hay que ser claros: la radiación ionizante directamente daña los nucleotipos que mantienen al ADN junto, porque rompe estos vínculos. Aunque la radiación de los celulares no hace esto de esa manera, sí causa daño porque interfiere en la resonancia de la célula y debilita las membranas, lo que perturba la regulación de las células.
¿Con qué enfermedades se relaciona la radiación de los celulares?
Se ha encontrado que los hombres que usan teléfonos celulares de 2 a 4 horas al día tienen un 30 por ciento menos de espermatozoides que los que no los usan. Se ha demostrado que aumenta el cáncer de cerebro; también, un tumor en la zona del oído conocido como neuroma acústico, y además se relaciona con un raro tumor en la mejilla conocido como tumor de la parótida. En Israel, uno de cada cinco casos de esta enfermedad se presenta en personas de menos de 20 años.
¿Por qué a esta edad?, ¿cuál es la población más afectada por la radiación de los celulares?
El cerebro en desarrollo absorbe más radiación que el que ya está maduro. Estudios hechos por la industria demuestran mayor absorción de la radiación electromagnética en niños de 5 años, en comparación con los de 10 o un adulto. El doctor Om. P. Gandhi, quien realizó esta investigación, dejó de recibir patrocinio para sus proyectos tras la publicación de esta. Hacemos esfuerzos por cuidar el desarrollo cerebral en los niños; les damos cinturones de seguridad, cascos para cuando montan bicicleta... y jamás les daríamos un trago de whisky o un cigarrillo; ¿entonces, por qué les damos un celular cuando tenemos evidencia? En 2011, la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideró la radiación de los celulares una posible causa cancerígena en la misma categoría que el DDT, uno de los plaguicidas más usados en el mundo para el control de mosquitos.
Entonces, según su visión, no se deben usar celulares. ¿O cómo debe ser el uso?
Yo no le estoy diciendo a la gente que no use celulares. Los celulares pueden salvar vidas y han mejorado nuestra habilidad para responder a las emergencias. Pero el 90% de la banda ancha en el mundo lo está utilizando el 10% de la población, y la están empleando para juegos, pornografía y videos. Desde el punto de vista de la industria, es una gran respuesta de consumo, pero tenemos que preguntarnos si esto es realmente lo que necesitamos hacer: ¿es necesario tener al lado de las ventanas de nuestro cuarto una gran antena para que todo el mundo pueda bajar una película? Por ejemplo, en Suiza es imposible vender un celular si no viene con auriculares; lo mismo, en Israel. Los audífonos reducen la exposición. El concepto es simple: la distancia es tu amigo. Sin importar qué tipo de celular que se tenga, no se debe portar en los bolsillos.
En Colombia el debate se concentra en la ubicación de las antenas, más que en el uso de los celulares. ¿Qué efecto tienen estas en la salud?
No es cuestión de que se ubiquen o no las antenas, sino que necesitamos que sean mejor diseñadas. Tendrían que haber más, pero más pequeñas y menos potentes. Por ejemplo, el gobierno Suizo y la industria telefónica, que tiene altos estándares de calidad, tienen de 100 a 1.000 antenas menos que Colombia. El software y el hardware tienen que estar de la mejor calidad y de la forma más segura. Actualmente así no se construyen. El gran problema es la ignorancia.
¿Cuáles son los obstáculos para hacer masiva esta información?
Yo he publicado casi 200 artículos científicos al respecto y 11 libros técnicos, pero no hice ninguna diferencia. Si vamos a cambiar la salud pública, hay que prevenir el cáncer; tenemos que parar de debatir si tenemos o no las pruebas suficientes y empezar a tomar pasos para disminuir nuestra posición. La razón por la que no tenemos casi progreso es porque la gente es ignorante, y mi trabajo es transferir este tema que me tomó siete años comprender. Las personas que instalan esas torres no saben nada de salud; lo que ellos quieren hacer es lograr que la señal sea la más fuerte de todas y hacerse más ricos.
Usted compara los efectos de las tabacaleras con los del sector de telecomunicaciones. ¿Qué opina de los esfuerzos de esta industria?
Creo que esta industria está dividida. Hay quienes me hablan y toman nota de mis advertencias; otros no. Yo doy conferencias en Stanford, en Sillicon Valley, y me pregunto por qué ellos, que son los grandes de la tecnología, no les dan celulares a sus hijos y los envían a las escuelas Waldorf, donde no tienen contacto con los computadores hasta que cumplen 12 años, y por qué no tienen ningún problema en hacer dinero a costa de otros niños.
¿Usted utiliza el celular?
Cuando empecé a escribir de este tema tenía tres. Andaba como un vaquero con dos en cada bolsillo. Era muy entusiasta con las tecnologías, y todavía lo soy. Utilizo celular, pero ahora mi equipo está en mi bolso en modo avión, excepto cuando quiero llamar a alguien. Yo reclamo mi espacio.
LAURA BETANCUR ALARCÓN
Para EL TIEMPO
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