SOCIEDAD › INVESTIGADORES DEL
CONICET DESCUBRIERON COMO COMBATIR TUMORES QUE SON RESISTENTES AL TRATAMIENTO
CONVENCIONAL
Avance argentino en la lucha contra el cáncer
La prestigiosa revista especializada Cell dedicó su tapa al
desarrollo del equipo que dirige el investigador Gabriel Rabinovich y destacó
que se trata de un “avance de punta”. El científico presentó ayer el hallazgo
junto al ministro de Ciencia, Lino Barañao.
Por Pedro
Lipcovich
Un equipo de investigadores del Conicet desarrolló un nuevo
recurso terapéutico para tumores resistentes a otros tratamientos. Los
resultados de su trabajo se publicaron en la prestigiosa revista especializada
Cell, que les dedicó la tapa de su edición de ayer. El nuevo método fue ensayado
en animales de laboratorio, para tumores de mama, próstata y pulmón, y se anota
en una de las principales estrategias que ya se utilizan contra el cáncer:
impedir que el tumor obligue al organismo a generar vasos sanguíneos para nutrir
su desarrollo maligno. Existen medicamentos para bloquear esta capacidad de los
tumores, aunque a veces funcionan, a veces no, y a veces primero funcionan, pero
después pierden su aptitud terapéutica. El equipo científico –dirigido por el
investigador Gabriel Rabinovich– encontró una causa para esos fracasos, y
descubrió y patentó un producto capaz de remediarlos. En caso de que los ensayos
clínicos sobre seres humanos den resultado, el nuevo abordaje podría servir
también para otras enfermedades, como la retinopatía diabética.
La revista Cell publica una nota editorial firmada por Pamela Stanley que
incluye esta investigación en la categoría de los “avances de punta” en ciencia.
El trabajo fue desarrollado en el Instituto de Biología y Medicina Experimental
(Ibyme), dependiente del Conicet, donde Rabinovich –-que también es profesor en
la UBA– se desempeña como investigador principal. Entre los firmantes del
artículo en Cell están también los investigadores Mariana Salatino, Diego Croci
y Juan Pablo Cerliani. En la presentación del trabajo, ayer en el Ibyme,
participó Lino Barañao, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación
Productiva.
Los tumores malignos, como todos los tejidos del organismo, necesitan los
nutrientes y el oxígeno que aporta la sangre; en realidad, el tumor, para
sostener su crecimiento enloquecido, requiere grandes cantidades de oxígeno.
Pero, para obtener su ración de sangre, debe convencer al organismo de que
extienda su aparato circulatorio para nutrirlo, a él, que se dispone a matarlo.
Con este fin, el tumor emite una sustancia llamada “factor de crecimiento
endotelial vascular” (VEGF). Cuando esa sustancia entra en contacto con las
células de la pared interna de los vasos sanguíneos, éstas se ven estimuladas a
proliferar, ramificarse y formar así una red vascular, caótica y aberrante como
el tumor mismo, que cumple en nutrirlo.
La existencia de esa arma de los tumores, el VEGF, fue descubierta en 1989, y
eso permitió desarrollar terapias para contrarrestar su efecto: anticuerpos
monoclonales (una vez más, la huella de César Milstein) que “secuestran” esa
sustancia, de modo que el tumor pierde la posibilidad de ordenarle al organismo
que le fabrique vasos sanguíneos. Desde 1994, estos tratamientos quedaron
incorporados: “Son una de las terapias más importantes contra el cáncer”,
puntualizó ayer Rabinovich, y planteó la cuestión sobre la que se organizó su
investigación: “Si bien hay tumores sensibles al tratamiento anti-VEGF, otros no
responden a este tratamiento, y otros responden primero, pero luego se hacen
resistentes. ¿Por qué?”
El equipo del Conicet encontró una respuesta a esa pregunta y fue “gracias a
un hallazgo casual, que nos encontró trabajando”, graficó Rabinovich. El
hallazgo casual fue que en esas células de los vasos sanguíneos, en los mismos
receptores, los mismos lugarcitos de la membrana celular donde se engancha el
VEGF para obligarlas a ser esclavas del tumor, allí mismo puede engancharse otra
sustancia, una proteína llamada Galectina-1 (Gal1), que puede ser tan dañina
como el VEGF.
El hallazgo los encontró trabajando porque, desde su tesis doctoral en 1993,
Rabinovich venía estudiando la Gal1. En 2004, en un trabajo publicado en Cancer
Cell, su equipo mostró que los tumores se servían de la Gal1 para evadir la
respuesta inmunitaria, para lograr que las células del sistema defensivo del
organismo no los destruyan. Rabinovich destacó que la incorporación al equipo de
los investigadores Diego Croci –con conocimientos especializados en
vascularización– y Mariana Salatino –con experticia en tumores– permitió dar el
siguiente paso.
Este paso, el que Cell destaca en su tapa, consistió en discernir que en
tumores resistentes a los tratamientos contra el VEGF, lo que pasó fue que la
Gal1 pasó a cumplir, al servicio del tumor, la misma función que hubiera
desarrollado el VEGF. La terapia anti-VEGF no resulta porque la Gal1 lo
reemplaza. ¿Y si se desarrollara un nuevo anticuerpo monoclonal, esta vez contra
la Gal1? El equipo del Conicet lo de-sarrolló, lo probó en animales de
laboratorio y así consiguió que los tumores resistentes pasaran a ser sensibles
al tratamiento.
En realidad, en los experimentos con animales de laboratorio, el nuevo
producto tiene dos efectos: “En tiempos cortos de tratamiento, reorganiza los
vasos sanguíneos que ya nutren al tumor, permitiendo así el acceso de células
inmunitarias que lo combatan; en tiempos más largos, impide el desarrollo de
nuevos vasos que sirvan al tumor”.
Este anticuerpo monoclonal fue patentado por el equipo del Conicet, y hoy se
desarrollan tratativas con empresas farmacéuticas con la perspectiva de avanzar
hacia su uso terapéutico en seres humanos. Este proyecto implica varias etapas,
que –si todo va bien– requerirán años: primero hay que “humanizar” el anticuerpo
monoclonal, hasta ahora utilizado para ratones, de modo que no provoque rechazo
en el organismo de las personas; entretanto, hay que probarlo en animales
superiores; luego habrá que seguir las distintas fases de experimentación sobre
seres humanos. Esto requerirá años pero, en caso de que todo vaya bien, la
perspectiva es un avance infrecuente en el tratamiento de los cánceres.
Y quizá no sólo de cánceres. “Hay enfermedades oftalmológicas, como la
retinopatía diabética o la degeneración macular progresiva, donde también hay
formación aberrante de vasos sanguíneos y que podrían responder a este
tratamiento: estamos en diálogo con oftalmólogos”, agregó Rabinovich. El trabajo
en Cell también menciona la posible aplicación en enfermedades cardiovasculares:
“En este caso se presenta la situación inversa –explicó Rabinovich–: el corazón
infartado tiene carencia de oxígeno, y administrar Gal1 podría contribuir a
desarrollar vasos que lo nutran”.
Rabinovich destacó que “la investigación se financió sólo con fondos
argentinos”. Estos provinieron de la Agencia Nacional de Promoción Científica y
Tecnológica, dependiente del Ministerio de Ciencia y Tecnología; del Conicet; de
la Universidad de Buenos Aires, de la Fundación Sales y de donaciones de las
familias Ferioli y Ostry.
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