La tierra neutraliza a Monsanto
Una variedad de amaranto de cuatro metros de altura, tan resistente que las máquinas agrícolas no pueden destruirla sin severo desgaste, y que arruina también las herramientas manuales con que se pretende destruirla, está afectando junto con otras 14 “malezas” la agricultura de los Estados Unidos y poniendo al descubierto las mentiras de Monsanto.
El antiguo proverbio dice “lo que no te mata, te fortalece”. Usándolo, hubo en Renacimiento quien se curó en salud contra los envenenadores que pululaban entonces tomando dosis crecientes de veneno hasta soportar cantidades que hubieran matado a un regimiento.
Como acontece cuando se busca exterminar un adversario en lugar de convivir con él aprovechando sus puntos buenos, las malezas que acompañan a la agricultura desde el Neolítico en lugar de desaparecer se han hecho resistentes tanto al glifosato de Monsanto como a otros herbicidas. Gracias a la tecnología productivista es preciso ahora luchar con monstruos muy poderosos, creaturas de aprendices de mago.
Hace alrededor de dos décadas, Monsanto puso a punto un plan maestro con miras a dominar el mercado de alimentos del mundo: una semilla de soja modificada genéticamente con el gen de una bacteria, que la hacía inmune al glifosato.
El plan se completaba con el mismo glifosato, un herbicida desarrollado a partir del “agente naranja” que los norteamericanos usaron como defoliante en la guerra de Vietnam. Y con el patentamiento de las semillas “modificadas” que pronto se extendieron a otros cultivos, como la colza, la canola, el algodón, el maíz y el maní.
Las semillas no podrían ser usadas sin pagar a Monsanto por su invento y los agricultores que insistieran en sus viejas prácticas de guardar semillas para la siembra siguiente, serían considerados criminales y llevados a los tribunales.
En poco tiempo, los recursos financieros que el primer mundo parece tener en exceso se apoderaron de los negocios del campo, establecieron el monocultivo en vastas regiones, llevaron a la ruina, la desesperación o el suicido a agricultores tradicionales, y prometieron resolver el problema del hambre mediante un explosivo aumento de la productividad.
No hay ningún aumento de productividad. Las semillas modificadas no tienen rendimientos mayores que las otras. Pero la aplicación del glifosato permitía eliminar las malezas y dejar intactas a la soja o el maíz, y simplificaba la tarea contra las plantas indeseables.
Pero así como el uso intensivo de antibióticos creó microorganismos resistentes al punto que algunos se atraven a considerar que estamos perdiendo la guerra contra ellos, la tierra se defiende contra la invasión del interés usurario disfrazado de ciencia y progreso.
La comodidad que permitía el glifosato hizo que los agricultores obviaran la rotación de cultivos, que sumada al aumento de la resistencia natural al plaguicida creó “supermalezas”, especies vegetales de plantas conocidas de antaño pero que ahora son invasivas, pueden tener hasta seis metros de altura y limitan el rendimiento de las cosechas al 50 por ciento o menos.
Un libro de botánica escrito hace tres o cuatro décadas, cuando estos problemas no se presentaban, contiene una lista de las plantas que llegaron últimas en la evolución. Aparecen en ella casi todas las malezas. Es lógico, porque se trata de plantas que han evolucionado para enfrentar la competencia con otras y han logrado éxito. Por eso, la cizaña ahoga el trigo, pero el trigo no ahoga a la cizaña.
Monsanto y el roundup, su herbicida que contiene glifosato, han apurado esta evolución natural y en pocos años han llevado a la formación de supermalezas, que no son afectadas por dosis de glisofato 10 ó 20 veces superiores a las recomendadas.
El remedio de las multinacionales es sencillo: pan para hoy y hambre para mañana, literalmente, porque ese puede ser el final de la aventura agraria del capital financiero.
El remedio de las multinacionales es sencillo: pan para hoy y hambre para mañana, literalmente, porque ese puede ser el final de la aventura agraria del capital financiero.
Ellos, en particular Syngenta y Dows Agrosciences proponen un nuevo herbicida, que previsiblemente nos llevará a la misma situación actual dentro de un lustro, o variedades de cultivos resistentes no a uno sino a dos herbicidas.
Esta última iniciativa de las multinacionales implicaría para el agricultor usar no uno sino dos herbicidas, con el consiguiente aumento de costos, justo lo contrario de lo que le prometieron.
Monsanto prometía que con el roundup se iban a lograr maravillas.
Monsanto prometía que con el roundup se iban a lograr maravillas.
Lo más maravilloso de todo, que se pasa sin embargo en silencio, son las ambrosías de seis metros de altura, monstruos con que la naturaleza responde a un mal trato monstruoso, que además de ser invulnerables producen tanto polen que los alérgicos y asmáticos no pueden vivir en el campo donde crecen.
Agricultores norteamericanos recuerdan que desde hace 15 años vienen diciendo que el uso de la tecnología presentado como maravilloso iba a traer problemas como los que enfrentan ahora. “Roundup era el producto que se suponía iba a lograr maravillas”, dijo Van Leech, un granjero de Nebraska. “Y lo hizo durante los primeros años. Todo el mundo podía obtener cosechas limpias de malezas. “Pero en los últimos años las tierras se ven así”, dijo apuntando a un campo con malezas tan altas que cubren totalmente los cultivos a pesar de haber sido tratadas con roundup.
Dow Agrosciences trata de aprovechar cualquier traspié de Monsanto para desalojarla de su lugar de privilegio entre las multinacionales de la “revolución verde: Trata de que el departamento de Agricultura de los Estados Unidos apruebe un sistema de control de malezas llamado “Enlist”, que empeora las cosas porque modifica genéticamente los cultivos para que resistan a dos herbicidas.
Uno es el glifosato y el otro es el 2,4-D, una droga potente desarrolla en Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial, uno de los componentes del agente naranja 2,4-D se usa en agricultura, pero muy limitadamente porque es muy tóxico, como dicen que no es el glifosato.
Por supuesto que el 2,4 D funcionará bien con cultivos resistentes a él y al glifosato, pero por algunos años. Después vendrán otras malezas y será necesario reiniciar la lucha, en una espiral que puede no tener fin o tener uno que se puede sospechar: el desierto.
De la Redacción de AIM
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ESTADISTICA SEMANAL DE NOGAL DE VIDA:
Muchas gracias queridos lectores
Ing. agr. Patricia Isabel Roccatagliata
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