A la calle Vs. Monsanto
Jueves, 1 de mayo de 2014
Es lamentable la falta de respuesta y apoyo popular a los organismos sociales empeñados en que el gobierno federal cese su abierto patrocinio a los intereses crematísticos de la Monsanto
Moisés EDWIN BARREDA
“Por ver el árbol se pierde el bosque”. Este viejo proverbio debe servirnos para preocuparnos por combatir la siembra de maíz y soya transgénica de la Monsanto — transnacional estadounidense–, y no limitarnos a seguir impulsando la lucha contra la traición a la patria que es la reforma energética, y la traición al pueblo que es la ley secundaria en materia de comunicaciones, favorable sólo al duopolio televisivo beneficiario de la corrupción atlántica y de profunda y extensa raigambre, que nos zarandea cual cáscara de nuez.
Aunque sin pruebas porque la corrupción no se documenta, desde mozalbetes de secundaria hasta quienes tenemos poca materia gris pero mucha y amarga experiencia acerca del tremedal en que desde 1929 el PRI, y como PRIAN de 1988 a la fecha, ha convertido a la administración pública, podemos afirmar, sin temor a equívocos, que los llamados a evitar la siembra de soya y maíz transgénico en el país porque acabarán con la soberanía alimentaria y la salud popular, se estrellan en la densa cortina de negros intereses económicos de particulares y de grupo en el poder satisfechos por la Monsanto.
Muestra fehaciente de la inmensidad de la corrupción en ese rubro, es que por la lucha social se obtuvo orden judicial para suspender la siembra experimental y piloto de maíz transgénico; pero el Secretario de Agricultura –Sagarpa–, Enrique Martínez y Martínez, casualmente ex delegado del PRI en el estado de México durante el sexenio anterior, ordenó a su departamento jurídico actuar para desechar esa resolución. No le ha sido fácil
Es lamentable la falta de respuesta y apoyo popular a los organismos sociales empeñados en que el gobierno federal cese su abierto patrocinio a los intereses crematísticos de la Monsanto, que también responden a la estrategia estadounidense de dominio global, para cuya consecución aquí se atropellan historia, tradiciones y economía del pueblo mexicanos. Asimismo se debe sancionar la complicidad de traidores a la patria anteriores y actuales en Sagarpa, Semarnat y Profepa. Si no lo fueran contribuirían no sólo a que se suspenda la siembra de maíz y soya transgénicos, sino a que sean arrasados los sembradíos actuales y se proscriban definitivamente.
La negativa a retirar el apoyo oficial al avance de esa problemática se mantiene a pesar de nadie ignora que en Europa, América Latina y en el mismo Estados Unidos, crece el repudio a los productos de las transnacionales de biotecnología encabezadas por la Monsanto, cuyo objetivo, inadvertido voluntaria e involuntariamente, es someter por hambre a las naciones.
De no existir esa criminal colusión no se hubiera autorizado sembrar un solo grano de maíz transgénico ni de soya transgénica. Ambos ocasionan grave perjuicio ecológico y económico, pues el polen del primero aniquilará al maíz criollo, como se ha dicho miles de veces, y el de la segunda ya empezó a matar abejas y contamina la miel. Por esto se ha desplomado la exportación de ese producto, en perjuicio de los apicultores.
Para empeorar las cosas, se trae a la memoria la advertencia de Albert Einstein: cuidar a esas admirables obreras, pues si desaparecieran –como empieza a suceder– de la faz de la Tierra, el hombre les sobreviviría menos de un lustro.
No obstante el conocimiento de que el peor perjuicio por la soya transgénica es que los grandes males que causa en el aparato digestivo de los bovinos son transmitidos a los seres humanos por la ingesta de leche y carne, hace unos cuatro años las Secretarías de Agricultura –Sagarpa–. de Medio Ambiente –Semarnat– y la Procuraduría Federal de Protección al Medio –Profepa– autorizaron su cultivo en 240 mil hectáreas, superficie que comprende parte de la Huasteca, Yucatán, Campeche y Chiapas
Este punto es particularmente preocupante porque la leche en polvo distribuida por Liconsa y consumida en grandes cantidades más por su tan cantado valor proteínico que por el precio — 4.5 pesos el litro–, es importada de Estados Unidos el mayor volumen, y miles de reses son nutridas allá con soya y alfalfa transgénicas.
Por la corrupción resulta inútil todo lo escrito y dicho hasta el cansancio, y muy clara y extensamente, acerca de este espinoso tema, ninguna autoridad presta oídos al problema, ni los titulares de las dependencias que se ocupan de la materia, responsables del ecocidio y el asesinato a corto, mediano y largo plazo, de los mexicanos obligados a sembrar y comer el maíz , la soya y otros productos agrícolas transgénicos altamente nocivos. Son tan nefastos que hasta los propios ciudadanos estadounidenses empiezan a rechazarlos y proscribirlos.
Es necesario que las organizaciones sociales se aboquen al problema de soberanía alimentaria y de salud pública que son los transgénicos, que ganen la calle y den mayor volumen a la voz de los científicos que inútilmente han advertido al gobierno federal, de la inminencia de ecocidio y problemas de salud y asesinato –a cuenta gotas– de consumidores.
Habrá ecocidio porque el maíz transgénico eliminará al criollo, lo que está demostrado científicamente; no habrá más semilla para sembrar y comer que la transgénica de Monsanto, y asesinato a pausas porque el maíz genéticamente alterado y la soya tratada igual, son altamente dañinos a la salud. Por ejemplo, el glifosato, sustancia tóxica del herbicida especial que se les aplica, creado por dicha transnacional, es asimilado –cadena alimenticia– por los humanos y provoca cáncer, esterilidad en las mujeres y deformaciones en criaturas durante la gestación.
Pero no todos los mexicanos andamos prendidos de la milonga y el futbol: con apoyo de investigadores nacionalistas, productores de miel de Quintana Roo, Yucatán y Campeche extienden su batalla contra la siembra de soya transgénica. Visitan diversas comunidades de otros estados para convencer a los agricultores de sustituirla por la variedad Huasteca, creada por el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias. Rinde 10 por ciento más la que les vende Monsanto, y sin la toxicidad de ésta.
Les informan que Monsanto ha creado y utiliza varios agrotóxicos. Los máspeligrosos son el glifosato (herbicida), el pyraclostrobin y el epoxiconazole. El segundo también es moderadamente tóxico para las abejas y en extremo para los peces; irrita la piel humana y es peligroso si se inhala. El epoxiconazole es muy tóxico para animales acuáticos y de muy alta persistencia en el ambiente, y está catalogado como probable cancerígeno en humanos.
Esos son los venenos que Monsanto oculta y de los que se habla poco, pero figuran preeminentemente en la información que los apicultores, muchos de ellos también agricultores, proporcionan en sus charlas.
La lucha contra la expansión de cultivos de soya transgénica en el sureste obedece a que está en juego la propia Naturaleza y la supervivencia de más de 20 mil apicultores de la península de Yucatán, quienes con sus 35 a 40 colmenas obtienen no más de 2 mil 300 pesos mensuales cada uno, y complementan sus ingresos con las cosechas de maíz.
Transgénicos en miel
Luis Arturo Carrillo, de la red MA OGM Colectivo sin Transgénicos, del sureste de México, comentó que las 14 mil hectáreas de soya transgénica sembrada hace dos años en la región se convirtieron en fuente de infición porque las intensas lluvias del año pasado impidieron eliminar el rebrote de la planta, la cual florece cuando no hay otras disponibles en ese sitio.
Por los análisis de laboratorio se detectó contaminación con transgénicos en la miel, evidencia de que la polinización no se puede controlar y que deben aplicarse principios precautorios.
Sin embargo, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) se niegan a aceptar los riesgos que para los apicultores trae consigo el otorgamiento de permisos para cultivar soya transgénica en la región y que ponen en riesgo las exportaciones de miel orgánica.
Es innegable la trascendencia del asunto, pues la propia Sagarpa informa que en el país se producen más de 57 mil toneladas anuales de miel y se tiene un inventario de 1.9 millones de colmenas. Yucatán, Campeche y Jalisco aportan tres de cada 10 toneladas.
Yucatán es el mayor exportador de miel orgánica a Europa y ha incrementado su producción en casi 60 por ciento en los recientes años.
Maricarmen Quirasco Baruch y Amanda Gálvez Mariscal, de la Facultad de Química de la Universidad Nacional Autónoma de México, confirmaron que la producción de miel del segundo ciclo del año pasado está contaminada con transgénicos, lo que impulsó a los apicultores a seguir su batalla no sólo legal contra las siembras de transgénicos –ganaron ya dos juicios de amparo– sino para exigir a la Sagarpa que declare zona libre de transgénicos la península de Yucatán.
El gobierno yucateco y los cabildos de los 10 municipios con mayor vocación apícola, aprobaron esa gestión, pero desde hace año y medio la Sagarpa mantiene en bodega los documentos y, además, no aplica el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo referente a la consulta a los pueblos originarios.
La Secretaría de Salud jamás se ha ocupado de investigar si la creciente incidencia de cáncer entre los mexicanos obedece a la inclusión de transgénicos en la alimentación. Tampoco se ha preocupado por que se imponga la obligación de etiquetar todos los productos transgénicos, mientras en Estados Unidos, cuna de esa perversa fase de la biotecnología, avanza el clamor popular en ese sentido.
En Vermont , Virginia, se aprobó la primera ley “sin ataduras” que requerirá el etiquetado de alimentos producidos, que entraría en vigencia desde el 1 de julio del 2016. Será un día histórico para la gente que lucha por su derecho a saber qué come. Vermont lidera en el país la lucha por imponer un programa de etiquetado obligatorio nacional.
Muchos grupos sociales contribuyeron a esa importante victoria contra la Monsanto, otras empresas similares y los funcionarios corruptos que las apoyan. Por ejemplo, Center for Food Safety –CFS– colaboró a la con ingeniería genética (GE). Sólo está pendiente que el gobernador Shumlin la decrete y la consulta con representantes del estado, y proveyó testimonio legal frente a la Legislatura de Vermont.
Muchos grupos sociales contribuyeron a esa importante victoria contra la Monsanto, otras empresas similares y los funcionarios corruptos que las apoyan. Por ejemplo, Center for Food Safety –CFS– colaboró a la con ingeniería genética (GE). Sólo está pendiente que el gobernador Shumlin la decrete y la consulta con representantes del estado, y proveyó testimonio legal frente a la Legislatura de Vermont.
CFS ha mantenido presencia activa en el estado, proveyendo recursos y consejo legal y experto a los ciudadanos y legisladores de Vermont. También ha apoyado iniciativas legales de etiquetado en California y Washington y redactó una ley nacional de etiquetado.
No es poca cosa el que The New York Times haya informado que 93 por ciento de los estadounidenses desean que sean etiquetados todos los alimentos genéticamente modificados, pero los gigantes agroquímicos encabezados por Monsanto han invertido e invierten decenas de millones de dólares en campañas engañosas para mantener desinformados a los consumidores.
Vermont está a la cabeza, pero no están solos. Estados como California, Oregon, Hawaii, Connecticut y Maine le siguen. Este año, legislaturas en 30 estados a lo largo del país considerarán leyes de etiquetado de alimentos GM. Siguen a las 64 naciones, incluyendo la Unión Europea, Rusia, China y Brasil, que requieren etiquetado.
Monsanto y amigos pueden verlo escrito en la pared: El pueblo de USA está dispuesto a pelear por el derecho a saber qué hay en nuestros alimentos. “La industria agroquímica no puede ganar en los estados por lo que tratarán de robarnos nuestro derecho a nivel nacional. Ya han ido al Congreso y elegido a Mike Pompeo para cabildear una legislación que niegue a los estados aprobar leyes localmente apropiadas. Pero Food Safety –dice la propiaCFS– estará ahí en cada paso que den.
Los mexicanos no debemos quedarnos atrás. ¡A la calle, contra la amenaza a la vida y la independencia que son los transgénicos de Monsanto!
Los mexicanos no debemos quedarnos atrás. ¡A la calle, contra la amenaza a la vida y la independencia que son los transgénicos de Monsanto!
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