Temores científicamente fundados
La exposición a glifosato genera síntomas que incluyen irritaciones dérmicas y oculares, náuseas y mareos, edema pulmonar, descenso de la presión sanguínea y más. Fernando Barri.
19/06/2012 00:01
Fernando Barri (Profesor adjunto de Problemática Ambiental de la FCEFyN, investigador del Conicet)
...En una nota de Opinión del pasado jueves 14 de este mes, mi colega docente de la Universidad Nacional de Córdoba enfatiza que, en relación con el juicio por contaminación con plaguicidas en barrio Ituzaingó Anexo, se deben “cambiar temores por conocimiento”. Y a partir de ello sostiene que no se pueden atribuir las enfermedades registradas en el barrio a las pulverizaciones.
...En una nota de Opinión del pasado jueves 14 de este mes, mi colega docente de la Universidad Nacional de Córdoba enfatiza que, en relación con el juicio por contaminación con plaguicidas en barrio Ituzaingó Anexo, se deben “cambiar temores por conocimiento”. Y a partir de ello sostiene que no se pueden atribuir las enfermedades registradas en el barrio a las pulverizaciones.
Es a raíz de estas afirmaciones que considero oportuno, como docente e investigador de la misma universidad, aportar a la sociedad en su conjunto parte del conocimiento científicamente fundado, que hace sumamente probable vincular algunas de las patologías relevadas en barrio Ituzaingó Anexo con los plaguicidas que se utilizaron en los campos lindantes a este.
Entre los efectos probados del glifosato (*) sobre la salud humana, se puede mencionar que: (1) induce divisiones y mutaciones en células de mamíferos; (2) es un potente disruptor hormonal y puede ser letal para células placentarias; (3) genera alteraciones en el desarrollo embrionario de vertebrados.
Todo ello puede llegar a provocar la aparición de procesos neoplásicos como cánceres, así como malformaciones neuronales, intestinales y cardíacas en embriones, aun en dosis muy inferiores a las utilizadas en agricultura.
Asimismo, la exposición a glifosato genera síntomas que incluyen irritaciones dérmicas y oculares, náuseas y mareos, edema pulmonar, descenso de la presión sanguínea, reacciones alérgicas, dolor abdominal, pérdida masiva de líquido gastrointestinal, vómito, pérdida de conciencia, destrucción de glóbulos rojos, electrocardiogramas anormales y daño o falla renal.
Otros estudios demuestran que los residuos de glifosato se pueden hallar por bioacumulación a largas distancias de donde fue aplicado y que el mayor riesgo para la población general está vinculado con la exposición por vía oral, a través del consumo de alimentos y/o agua contaminados con sus residuos.
Los estudios antes mencionados son sólo una pequeña lista de un creciente número de publicaciones científicas en revistas con referato internacional, que han demostrado de manera fehaciente no sólo los efectos nocivos de este producto sobre la salud humana, sino sobre otros seres vivos, las cadenas tróficas y los procesos ecosistémicos.
Incluso, recientes reportes provenientes de los Estados Unidos indican que el glifosato daña los cultivos de maíz, de soja y de animales alimentados con estos.
Lo mismo ocurre con el Endosulfán, otro de los agroquímicos hallados en la sangre de los niños de Ituzaingó Anexo, agroquímico que la propia compañía que lo producía (Bayer) decidió retirar del mercado ante las abrumadoras evidencias científicas en su contra.
Me atrevo a señalar que, al igual que en el caso del DDT, el Endosulfán y tantos otros productos que generaron un altísimo impacto ambiental por contaminación a lo largo de la historia reciente, el glifosato correrá la misma suerte y será prohibido en pocos años para su uso comercial (seguramente también hasta tanto los impulsores del agronegocio desarrollen un producto alternativo).
Los temores de los vecinos de Ituzaingó Anexo están científicamente fundados y las altas tasas de enfermedades graves acontecidas en el barrio (estadísticamente significativas respecto de otros barrios de la ciudad), sumadas a la presencia de agroquímicos por niveles superiores a lo tolerable en la sangre de un altísimo porcentaje de su población, nos deben merecer el mayor respeto como académicos hacia el conocimiento que en la materia poseen los vecinos afectados.
Nuestra responsabilidad como docentes e investigadores de la universidad pública es aportar al bienestar de la sociedad en su conjunto, sobre todo de aquellos sectores que no cuentan con los medios necesarios para defenderse de las agresiones externas.
Tampoco debemos revertir el principio de precaución (que dicta que ante la sospecha de riesgo se debe frenar la aplicación de un producto), ni confundir a la población con falsas antinomias (“opinólogos” versus “idóneos”), y debemos comprender que, por triste que parezca, en la historia reciente de la humanidad se ha avanzando en materia ambiental más por la lucha de las poblaciones afectadas que por la intervención que en tal sentido debiera realizar la comunidad académica.
(*) Se omiten las citas para evitar la extensión del artículo.
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