La semana en Bariloche
Indefensión
00:23 03/06/2012 Imprimir Enviar Compartir Tamaño
El malestar colectivo que corrió desde la noche del martes en esta ciudad con la veda forzosa de gas natural introdujo una nueva hipótesis de emergencia con potencial suficiente para desbordar las prevenciones existentes.
Hasta ahora nadie lo tenía en cuenta. Pero además de una gran nevada, una erupción volcánica, una racha de incendios forestales, una lluvia abundante o un brote de hantavirus, Bariloche también puede entrar en zozobra si una máquina vial engancha y rompe el gasoducto que provee a la región.
Hasta ayer una parte grande de la población (un cuarto por lo menos) llevaba cuatro días sin gas, la mayoría de ellos sin contar con un medio alternativo de calefacción y cocción de alimentos, ya que cada vez son menos las casas que cuentan con hogar, salamandra o cocina a leña.
Aun cuando las temperaturas fueron relativamente benignas para la época (la semana anterior todo hubiera sido peor, ya que Bariloche sufrió heladas de hasta 7 grados bajo cero), la gente no tardó en orientar su furia hacia la empresa Camuzzi Gas del Sur.
La prestadora del servicio de gas es noticia muy cada tanto. En 2004 fue la limitación del gasoducto que obligó a acumular más de 1.000 "factibilidades" denegadas hasta que se hicieron las obras de ampliación. Hace un par de años un aumento tarifario dispuesto a nivel nacional derivó en la distribución de facturas abultadas, que luego quedaron relativizado por nuevas decisiones políticas.
Muy poco para una empresa que tiene a su cargo un servicio esencial.
Ahora le tocó por un corte abrupto del fluido, que para los usuarios derivó en un forzado aprendizaje sobre las "medidas de seguridad" establecidas para reparar la rotura, devolver presión a la red de gas y reconectar uno a uno cada domicilio. Muy distinto a lo que ocurre cuando se trata de enmendar un corte de agua, un desperfecto eléctrico o la caída del servicio telefónico.
La empresa dispuso un esquema de 200 operarios para el operativo de cierre y posterior reconexión de los medidores en una ciudad de 140 mil habitantes y -lo que es peor- ignoró la elemental necesidad de difundir su plan de trabajo, para que cada barrio y cada vecino supiera cuándo les tocaría en suerte recuperar el servicio.
Lo insólito es que el delegado local Enargas, Jorge Aumedes, justificó a la empresa y dijo que "por protocolo" tiene obligación de cuidar al máximo la seguridad pero no de publicar un cronograma. El sentido común no genera obligaciones.
Si bien los protocolos seguramente fueron delineados en un escritorio de la metrópoli -sin contemplar lo que significa un corte general de gas en regiones con el clima y la intrincada geografía de Bariloche- el organismo regulador transmitió la sensación de que tiene poca o ninguna voluntad de ponerse firme con la empresa.
Más allá de lo que esté pautado, en una emergencia que "no tiene antecedentes en el país desde la vuelta de la democracia" (Aumedes dixit), hubiera correspondido tal vez que el Estado asuma otro protagonismo.
Si por falta de personal, por economía, o por simple reticencia Camuzzi dispuso un despliegue insuficiente, bien pudo hacerlo el propio Enargas "con cargo" posterior a la prestadora. Igual que cuando un municipio limpia un baldío y le cobra el trabajo al propietario.
El propio intendente Omar Goye, con experiencia previa en el tema como ex titular de la CEB, dijo que Camuzzi pudo dar una respuesta más eficiente y que "estas cosas se solucionan poniendo plata".
Si los "protocolos" son tan estrictos para la tarea de restaurar el fluido, es lícito preguntarse por qué no lo son para meter máquinas viales en cualquier lado, a riesgo de que se "pasen a llevar" un caño maestro de gas.
Los propios usuarios particulares y algunas juntas vecinales esgrimieron el grueso de las quejas, al menos públicamente. Fue llamativo por ejemplo el silencio de las cámaras empresarias, que seguramente hubieran estado en primera fila de los indignados si el corte ocurría en pleno mes de julio.
La minicrisis permitió asumir una conciencia súbita sobre la vulnerabilidad y la indefensión que afecta a la ciudad cuando arrastra fallas de planeamiento tan evidentes y cuando el servicios públicos siguen moldeados como en la década del 90, con la maximización de la renta como regla excluyente.
Ahora habrá que inventariar entre las amenazas posibles un colapso del caño maestro de gas. Y las que aun quedarán por conocer.
Daniel Marzal dmarzal@rionegro.com.ar
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