Acerca de la ciencia, los científicos y el impacto de los plaguicidas
15-12-09 Por Ing. Agr. (Ms. Sc) Javier Souza Casadinho
Que los plaguicidas causen daño en la salud no reviste la característica de novedad, cientos de investigadores alrededor del mundo lo afirmamos, y no es una cuestión ideológica, es algo que está probado en ensayos de laboratorio y en investigaciones de campo, ejemplo las que realizamos en el áreas hortícola de Buenos Aires, en el área de producción de soja en Santiago del Estero, en el área tabacalera Misionera, etc. Conocimiento obtenido por diferentes estrategias metodológicas: los estudios prospectivos y retrospectivos, las historias de vida, los estudios epidemiológicos realizados en las comunidades.
Todas las decisiones tienen su costo, también las decisiones de índole político como pueden ser la aceptación de prohibir o restringir la utilización de un agrotóxico, como las de permitir su libre comercialización. Por ejemplo hace un año las autoridades de Alemania decidieron retirar del mercado dos plaguicidas de amplio uso en Argentina; el imidacloprid y el fipronil. Dicha prohibición se basó en investigaciones que indicaban su incidencia en la vida de las abejas, en este caso provocando alteraciones en el sistema nervioso hasta producir su muerte.
Fue una decisión política basada en información científica condicionada por la necesidad de preservar la vida de las abejas y la actividad de los apicultores. Mientras tanto en nuestro país, también por una decisión política, se permite la comercialización de una gran cantidad de plaguicidas con un alto costo social y ambiental; intoxicaciones, desarrollo de enfermedades y muerte de seres humanos, pérdida de diversidad biológica, contaminación de los cursos de agua. Como investigador me preocupan tanto las verdades científicas como el impacto social, ambiental y económico que producen los plaguicidas, defendiendo el derecho que nos asiste a vivir en un planeta libre de tóxicos.
El conocimiento científico es originado en determinados centros de investigación –públicos y privados-. Generado por investigadores el conocimiento debe reunir algunas características; ser objetivo, sistemático, comprobable, neutral, etc., etc.
Una gran parte del conocimiento que hemos creado investigadores del país y de otras naciones, tanto en el ámbito público como privado, en torno al impacto de los plaguicidas reviste las características de científico, es decir reúne las características descriptas y además fue generado por procedimientos aceptados por quienes hacemos ciencia; proponemos objetivos, hacemos una revisión de los conocimientos existentes, establecemos una estrategia metodológica con fuentes de datos, instrumentos, determinación de muestras, etc. y lo que es más importantes sometemos el conocimiento que hemos obtenido, así como la estrategia que posibilitaron su obtención, al juicio de otros investigadores y de la toda la sociedad.
EL DDT no fue prohibido luego de la reunión de Estocolmo realizada en la década del '70. En un largo proceso se fue prohibiendo en cada país. En el nuestro comenzó a prohibirse a inicios de los años '70 para ser utilizado en baños en animales como antisárnico, pero hasta el año 1995 se utilizó en campañas sanitarias contra los insectos vectores de enfermedades. Aún más, en la actualidad existen zonas del país contaminadas con DDT y otras sustancias que contienen cloro en su estructura, producto del almacenaje de estos plaguicidas obsoletos en pésimas condiciones que determinan su arrastre por el viento y la lluvia y aún el uso por las comunidades que ignoran su capacidad de producir daño. Situación que pudo constatarse parcialmente a partir de las acciones emanadas del plan de actividades derivadas del Convenio de Estocolmo.
El golpe de gracia al DDT lo dieron tanto la producción del conocimiento científico que demostró como impactaba en la salud como también las luchas de las personas y comunidades afectadas. Claro está que se necesito de personas valientes que lo anuncien y denuncien a la sociedad, este rol lo tuvo Rachel Carlson. La ciencia es una sola, no existe la pseudo ciencia, aunque sí existen pseudocientíficos, de esto podemos obtener una larga lista en los ejemplos enunciados por Marie Monique Robin en el libro “El mundo según Monsanto”.
La ignorancia sobre la malaria consiste en creer que se puede combatirla solo con DDT. Las causas que originan la malaria –para América Latina paludismo- se corresponden con las condiciones de vida de las personas: la pobreza, la acumulación de agua, la acumulación de basura. En este caso conviene analizar y tener en cuenta dos aspectos: los países que combatieron la malaria de manera efectiva lo hicieron con mayor empoderamiento de las comunidades, con mayor participación en la limpieza de fuentes de agua y de pastizales, con acceso a medicinas, sin depositar toda la estrategia de manejo del mosquito en técnicas químicas aisladas e ineficaces. Por otra parte la utilización permanente de plaguicidas recreó condiciones de resistencias en los insectos por lo cual se requieren dosis más altas de plaguicidas para matarlos.
Respecto a su toxicidad, el DDT, al igual que otros plaguicidas clorados, han sido incluidos en el listado de plaguicidas que pueden causar cáncer, que al igual que la malaria matan a las personas. Este plaguicida, además de otras sustancias que se acumulan en el ambiente y son resistentes a la degradación, han sido incluidas en el convenio de Estocolmo. Según este convenio más de 100 países han prohibido el uso de DDT y en unos pocos países solo se permite la utilización restringida para combatir a insectos vectores de enfermedades. No es real que la organización Mundial de la salud revea su prohibición, dado que esta organización promueve la adopción de estrategias de manejo integrales. Una prueba de esto último la da el informe de expertos sobre la evaluación de la producción y el uso de DDT y sus alternativas para el control de vectores de enfermedades presentado el 5 de mayo de este año en la reunión del Convenio de Estocolmo realizada en Suiza.
Respecto a que cada período posee su Rachel Carlson, quizás no exista mejor halago para Marie Monique Robin, pero no está demás afirmar que Marie visitó la Argentina invitada por la editorial que imprimió su libro y por la Red de Acción en Plaguicidas de América Latina que junto a la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Plata, la cátedra libre de soberanía alimentaria de la misma universidad, el Movimiento Agroecológico de América Latina, el foro ambiental de Los Toldos –Bs. As.-, La Cátedra de Sociología y Extensión Rural de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, FANA del centro de estudiantes de la misma Facultad y Foro Ciudadano de Participación por la Justicia y los Derechos Humanos.
Un conjunto de instituciones que hacemos investigación, capacitación, denuncias sobre el impacto de los plaguicidas y sobremanera estamos en contacto con las comunidades afectadas por las aplicaciones de dichos tóxicos. Instituciones y organizaciones que también hacemos investigación y difundimos estrategias para la producción de alimentos de manera agroecológica.
El libro “el mundo según Monsanto” describe, utilizando una innumerable cantidad de citas, investigaciones y entrevistas una serie de estrategias de la empresa para manipular investigaciones y de cómo se ha intentado, en vano, demostrar la inocuidad del los plaguicidas. Resulta importante el capítulo dedicado al 2, 4, 5 T, producto utilizado en Vietnam y que en Argentina se utilizó hasta ser prohibido en el año 1984. En este capítulo se analiza como se prestó poca atención al modo de producción del plaguicida con lo cual no se respetaron las más mínimas normas de seguridad afectando a los trabajadores Estadounidenses, de la misma manera se utilizó indiscriminadamente para acabar con la vegetación selvática vietnamita. Aún hoy nacen niños afectados por dichas fumigaciones.
Ahora bien, el rechazo a una tecnologia no solo puede darse por la obtención de conocimiento científico que pruebe su impacto en la salud, sino que pueden existir y deben aceptarse razones de índole filosófica, ética y cultural.
El recorte a las palabras enunciadas por las comunidades, los dichos, las declaraciones no pueden realizarse de manera arbitraria, a lo largo del mundo miles de habitantes de las comunidades brindan muestras con palabras, y marcas en su propio cuerpo, del impacto de los plaguicidas en su salud, aspecto que les imposibilita el desarrollo de una vida plena.
Las razones por las cuales una sustancia “se pone en el tapete” se hallan relacionadas con su impacto en la salud. Producto al que se llega luego de un largo y complejo proceso al que se arriba luego de la recolección, elaboración y análisis de datos donde no solo se analiza su capacidad de producir enfermedades agudas y crónicas sino la existencia de alternativas tanto dentro como por fuera del sistema. Ejemplo de esto último son modos de producción que como la agroecológica permiten producir alimentos sin usar tóxicos.
El 2, 4, 5 T, el paration, el clordano, fueron prohibidos por su impacto en la salud y no por causas derivadas de presiones políticas. Ignorar los mecanismos que se establecen por ejemplo el convenio de Estocolmo donde se determinan los procedimientos para prohibir o restringir el uso de los productos, es muy grave.
Allí se establecen las normativas, se analizan investigaciones, se requieren pruebas, se hacen estudios de laboratorio, de campo, antes de prohibir un producto. Claro está las discusiones son técnicas y también políticas. Realmente no es ético considerar de “lamentable” el éxito que se alcanzó prohibiendo sustancia altamente contaminantes y que evitaron la muerte de niños, adultos –mujeres y hombres-, cientos de productores, trabajadores y habitantes de zonas colindantes a los campos fumigados.
La agricultura moderna realizada en Argentina basada en la adopción de un paquete tecnológico asentado en semillas transgénicas, fertilizantes, herbicidas e insecticidas posee un gran impacto ambiental, por lo cual no es creíble la afirmación de que hayan realizado un gran servicio al ambiente, muy por el contrario han producido contaminación de ríos y arroyos, pérdida de diversidad, desmonte, etc.
Incluso han impactado en otras actividades como la apicultura. No se puede hablar de sustentabilidad cuando se requiere la adopción de un paquete tecnológico altamente demandante de capital, para los que pueden aplicarlo, de energía y con impacto ambiental.
Resulta triste e indignante que miles de personas en el mundo vean afectada su vida a causa de los plaguicidas. Tenemos muchos ejemplos e historias de las prohibiciones de los plaguicidas realizadas en Argentina. Es preocupante la continuidad en el mercado de una gran cantidad de productos altamente peligrosos. Continuidad y acceso basada en decisiones políticas, relacionadas con presiones empresariales preocupadas por la rentabilidad a corto plazo. Por su parte a quienes defendemos la existencia de una producción agropecuaria rentable y verdaderamente sustentable nos preocupa el respeto por la vida de los seres humanos y del resto de los seres vivos que habitamos este planeta y con los cuales somos interdependientes.
Mal que nos pese, la ciencia y la ideología se mezclan porque ambas las hacemos seres humanos, y de esto leyendo el libro “El mundo según Monsanto” y analizando la realidad Argentina y mundial tenemos muchos ejemplos de cómo en vano se intenta manipular los resultados de las investigaciones que siempre hablan por si mismos.
Ing. Agr. (Ms. Sc) Javier Souza Casadinho - Coordinador regional de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas de América Latina - RAPAL -
El Primer diario de agrotóxicos inconscientemente arrojados en la República Argentina, América Latina, and so on ... Envíanos tus denuncias ambientales escaneadas con ingreso a algún organismo NACIONAL, MUNICIPAL, PROVINCIAL ( verifica la presencia de sello y firma, y foto, video) o tus acciones concretas del cuidado del medio ambiente en tu barrio. Bienvenido, nuevo corresponsal de NOGAL DE VIDA, a cambio de más oxígeno,agua y alimentos sanos en tu comunidad: arbolnuevodevida@gmail.com.
martes, 5 de enero de 2010
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