Dos jóvenes parejas de nacionalidad paraguaya y un misionero denuncian haber padecido maltratos, trabajo forzado y esclavo en una granja avícola en las afueras de la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires. Además aseguran padecer problemas de salud derivados de su paso por el lugar. La denuncia involucra a un miembro de Apasur.
Eusebio Cantalicio Cardozo es oriundo de Misiones, Argentina, y llegó a la ciudad de La Plata en la búsqueda de nuevas posibilidades laborales. Lo mismo soñaronFidencio López Vargas, de 24 años; María Liz Rivarola, de 18; Diosnel Ocampo Martínez, de 22; y Rosalva Ruiz Díaz, de 21; cuando dejaron Paraguay y se animaron a viajar a Argentina. La ilusión y la esperanza de un mejor pasar económico los arrojó a un lugar que ni en pesadillas podrían haber imaginado.
Los cinco cuentan a NOVA situaciones similares. Un allegado les prometió trabajo y los puso en contacto con Walter Martins Chalao, dueño de la Granja Martins, ubicada en 453 y 139 n°4050 de La Plata, Buenos Aires, miembro de la comisión directiva de Apasur, Asociación de Productores Avícolas del Sur.
La promesa de Martins Chalao fue que trabajarían por un salario semanal de 1100 pesos. Sin embargo a la hora de pagar, la suma fue la mitad por lo que los jóvenes terminaron cobrando 550 pesos por jornadas laborales que se extendían por nueve horas como mínimo, ya que las mujeres muchas veces llegaron a trabajar doce horas. Además, según el relato de los jóvenes, la semana para Martins Chalao tiene dos días más, por lo que el pago no se hacía cada siete días, sino cada nueve. Los jóvenes, en más de dos años de trabajo nunca tuvieron día de franco ni vacaciones. De lunes a lunes, de sol a sol, durante dos años sin parar.
Para asegurar que los jóvenes provenientes de Paraguay pudieran llegar a la ciudad de La Plata, Martins Chalao les envió los pasajes. El gesto entusiasmó a los compatriotas, quienes no dudaron en dejar su familia para viajar a Argentina. Lo que no sabían en es que el productor avícola le descontaría el gasto del pasaje en la primera paga.
Casa, comida y salud
Como enganche, además, Martins Chalao les prometió casa y comida. Lo que no se imaginaron es que la casa iba a estar pegada al lugar donde se deposita el guano de las aves, provocándoles serios inconvenientes para vivir, y que además nunca iban a poder salir de la casa sin previa autorización del “patrón”. Las pocas cosas que compraron con sus sueldos, fueron llevadas a la granja por fleteros que hacían a la vez de transportistas y de corredores comerciales.
A esto se sumó las insalubres condiciones laborales a las que estuvieron expuestos. Durante el tiempo que trabajaron, no sólo aguantaron el mal olor de las heces de los pollos, sino que además nunca recibieron ropa de trabajo adecuada, ni protección para exponerse a la fumigación de moscas.
Como consecuencia, los jóvenes padecen problemas gastrointestinales, de columna y uno de ellos, estuvo 22 días en cama producto de la inhalación del químico que se utiliza para fumigar las moscas, consideradas plagas en las granjas avícolas.
Un dato aparte es justamente la atención sanitaria. Los jóvenes relatan que Martins Chalao los hacía trabajar bajo la lluvia y nunca les importó si estaban enfermos y si, por lo tanto, necesitaban reposo. Siempre tuvieron que salir a trabajar. Relatan que en una ocasión uno de ellos debía asistir al médico por un cuadro de intoxicación y que no sólo no le permitió a nadie que lo acompañe, sino que los engañó diciéndole que él lo llevaría. Lo único que hizo fue sacarlo a la calle a que esperara que alguien pasase y lo llevara al hospital. De más está decir que si llegaron de Paraguay, directo a la granja no conocían ni hospitales, ni calles, ni recorridos de micros de la ciudad de La Plata.
Decir basta
Dos de los jóvenes, finalmente, decidieron recurrir a un abogado para asesorarse. Para hacerlo debieron escapar y al regreso a la granja, Martins Chalao lo esperaba nervioso y dispuesto a castigarlos. Los jóvenes pretendían un aumento de sueldo y el patrón cedió. Lograron que de 550, les subiera a 900 pesos. Sin embargo, los jóvenes que habían logrado esa alza fueron sancionados: el aumento concedido al resto de la planta de trabajadores se les iba a descontar a ellos.
Esa gota rebasó el vaso. El abogado Marcelo Badía, representante de los jóvenes, se interpuso y la furia del productor se hizo sentir. Inmediatamente después que supo de la participación y asesoramiento del letrado, denunció que los jóvenes estaban en su casa porque la habían usurpado, en una clara maniobra de despegarse del conflicto.
Tras la denuncia del productor, intervino la Policía que intimó a los jóvenes a retirarse de la granja. La última cachetada que recibirían fue que sus pocas pertenencias fueron sacadas a la calle. Nada pudieron hacer para evitar que se las robasen. Sin lugar dónde llevarlas, amigos de lo ajeno no dudaron en hacerlas propias.
El abogado representante de los jóvenes, Marcelo Badía, señala que están a la espera de los resultados de los estudios de salud para reclamarle al dueño de la granja una indemnización por lo sufrido.
Los jóvenes, además, agregaron ante NOVA que en varias ocasiones personal de organismo de contralor visitaron la granja para inspeccionar los galpones, pero nunca se acercaron a ellos para indagarlos sobre sus condiciones laborales ni migratorias. Lo que hace suponer cierta connivencia entre los entes de control y otro tipo de organismos como ARBA y AFIP.
Los más de 20 empleados con los que cuenta el lugar están en las mismas condiciones laborales: en negro, expuesto a trabajo esclavo y forzado, sin franco, la mayoría son inmigrantes ilegales provenientes de Paraguay y Bolivia, no cuentan con atención médica y viven hacinados. Un combo completo para cualquier tipo de inspección seria.
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