Alma de Nogal : Los Chalchaleros

miércoles, 30 de julio de 2014

Aguas lluvias. Por: Tatiana Acevedo, El EXPECTADOR.

Aguas lluvias

Tatiana Acevedo
Entre los párrafos de cualquier noticia sobre el Chocó se incluye casi siempre información sobre su agua.
Por: Tatiana Acevedo
 “Chocó, uno de los departamentos del Pacífico con mayores necesidades (…) un 80% de la población no tiene servicios de acueducto y alcantarillado, según cifras del DANE”, se lee esta semana en la mitad de un informe periodístico. Un vistazo al agua de lluvia, a la forma en que ésta cae, fluye, se recoge, guarda y usa, puede dar alguna idea sobre cómo agencias del Gobierno (en distintas escalas y en el marco de la guerra contra las drogas) incorporan a los habitantes de la región.
Municipios como Quibdó, Istmina, Condoto o Acandí cuentan con sistemas de acueducto espacialmente fragmentados, manejados por concesiones a empresas inestables, que prestan un servicio de agua asistemático, poco fiable y no potable. En municipios pequeños o veredas el servicio de acueductos rurales cuenta con escasos recursos para el tratamiento y la distribución. Como complemento muchos habitantes han recogido agua de lluvia tradicionalmente. Esta se usa para lavar la ropa, la casa, los platos. Y para hacer frente a la falta de saneamiento básico. En algunos hogares recibe algún tratamiento a través de filtros o químicos y se usa también para bañarse y cocinar.
El agua lluvia es importante en la jornada diaria. No sólo debido al pésimo funcionamiento de los acueductos y a los nodos de corrupción entre gobiernos locales, reguladores nacionales y empresas citadinas que hacen que se reciba con sospecha cualquier plan para mejorarlos. Sino también porque es gratis y abundante (la región cuenta con altísimos niveles de precipitación). La práctica de guardar y tratar agua de lluvia encuentra, sin embargo, complicados obstáculos.
Uno de estos afecta las cabeceras municipales. El hambre de las empresas concesionarias (que la gente guarde el agua pero la de la llave, así le podemos cobrar) se alimenta de la legislación (que establece que toda agua consumida en los hogares debe ser medida y cobrada) y desemboca en medidas para desincentivar la recolección de lluvia.
Otros problemas los trae el glifosato. Pese a que la aspersión se suspendió por varios meses tras el ataque a dos aeronaves y la muerte a un funcionario de la Embajada de Estados Unidos, ésta se renovó a mediados de febrero. Así, la Policía Antinarcóticos afirmó que las aeronaves y equipos se fortalecieron y que el Chocó es uno de los departamentos en los que se “centrará” la medida.
Comunidades en distintas zonas del departamento han denunciado en cientos de ocasiones que el glifosato es más móvil en zonas como el Chocó, donde llueve mucho, o cuando se fumiga en zonas urbanizadas (como Istmina) cuyos suelos tienen menores niveles de absorción. A mayor movilidad del químico, más probabilidad de contaminar fuentes de agua. Se ha denunciado además que las aspersiones se han hecho “sobre los nacimientos de quebradas donde están las bocatomas de los acueductos rurales”. Otra de las denuncias más recurrentes afirma que las casas han sido objeto de la fumigación aérea “contaminando nuestros techos”: los techos donde la población recoge aguas lluvias.
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