Jorge Carpio
Director Ejecutivo de FOCO
Foro Ciudadano de Participación por la Justicia y los Derechos Humanos
Para los que trabajamos en FOCO, como organización de derechos humanos, nuestra
preocupación sobre el uso del glifosato tiene que ver en forma directa con los efectos
que su aplicación y uso indiscriminado producen o generan sobre los derechos de las
personas a la salud y al ambiente sano. En las circunstancias actuales, cuando las
investigaciones de los especialistas ponen en evidencia el impacto de esa sustancia
sobre los suelos y los procesos vitales, el uso indiscriminado de la misma constituye
una violación del derecho a la vida, a la biodiversidad y a la dignidad de las personas.
Ante esa situación, voy a centrar mi intervención en destacar dos asuntos que nos
interesan especialmente, con la idea de aportar nuestra mirada sobre estos temas
que nos preocupan a todas las personas y organizaciones que nos hemos dado cita
en este espacio.
El uso del glifosato se nos presenta como una práctica funcional y necesaria para un
modelo de explotación del suelo y la producción agrícola, que combina los intereses de las
grandes corporaciones transnacionales (como es el caso de Monsanto, Cargill, Bunge y
Born y otras similares) con grupos privilegiados de los dueños de la tierra, en alianza con
sectores de las capas medias rurales, enloquecidas por las ganancias fáciles y dispuestas a
servir de dóciles mayordomos al servicio de los grandes productores, a cambio que les
dejen un buen mordisco de la torta.
Se trata de un sistema técno –productivo y transnacionalizado de explotación agrícola
que guarda correspondencia con un modelo de organización de la sociedad y la
economía que en sus grandes líneas fue claramente expuesto por el Presidente de la
Sociedad Rural en el discurso de inauguración de la última feria.
A ese sistema de explotación transnacionalizado, se enfrenta otro modelo, que tiene
como objetivo principal garantizar el derecho a la alimentación para toda la población,
a partir de una producción agrícola sustentable y eficiente, para cuidar la
biodiversidad, el ambiente y la fertilidad del suelo, sin recurrir a transgénicos,
plaguicidas o fertilizantes que atenten o pongan en peligro los equilibrios virtuosos
que siempre deben existir entre la vida y el desarrollo.
Cuando analizamos las posturas sobre el uso del glifosato en esos términos, aparece
claramente que se trata de un asunto político, donde se ponen en juego los diversos
intereses que dividen y separan a quienes están comprometidos con uno u otro
modelo de explotación agro-tecnológico y que suponen también en última instancia
distintos modelos de país y sociedad.
Creo que plantear el asunto en estos términos, nos ayuda a prevenirnos sobre falsas
soluciones, que supuestamente nos pueden dejar sin argumentos a los que nos
oponemos al glifosato, cuando logremos que se apruebe la prohibición de aplicarlo, o
la empresa que lo produce decida su retiro del mercado, como está sucediendo con
otro producto igualmente dañino que la empresa Bayer anuncia que va a retirar del
mercado.
Cuando logremos que MONSANTO acepte retirar el glifosato del mercado, podemos
tener por seguro que lo va a reemplazar por otro producto igualmente dañino, que ya
debe estar preparando o incluso debe tener listo, para escapar de las críticas y acallar
las denuncias que recibe a nivel internacional, porque ya se ha demostrado su
peligrosidad en forma contundente y no la puede seguir negando.
Por todo esto, debemos estar prevenidos y concientes que nuestra lucha contra el
glifosato, no se va a agotar después de lograr su prohibición, por bienvenida que sea,
porque esta lucha se enmarca en el rechazo al modelo de explotación que sostiene y
utiliza esos venenos y al modelo de sociedad y de país al que responde. Lo que nosotros
pretendemos al rechazar el uso de estas sustancias es remplazar el modelo
productivo al que son útiles y remplazarlo por un sistema de producción y trabajo
ambientalmente sustentable y como dijimos anteriormente, comprometido con
garantizar el derecho a la alimentación a toda la población.
Esto, amigos es política, POLITICA con mayúsculas, que es la que debe ponerse en
juego cuando se trata de situaciones que afectan las condiciones de vida de la
población y comprometen su presente y su futuro, que es la razón misma del ser de la
política. Política que la derecha y los sectores interesados de este país, se han
encargado de devaluar hasta hacer de la misma una mala palabra, aunque también
hay que decirlo, con la complicidad de algunos malos políticos, que no han vacilado en
vender sus conciencias para ponerse al servicio de cualquier causa que les permita
llenar sus billeteras, o seguir medrando con el manejo de los asuntos públicos
transformados en intereses privados.
Aunque sabemos que eso existe, porque no somos ingenuos, ello no alcanza para
prestarnos al juego de los intentan rechazar o devaluar un argumento aduciendo que
se trata de una posición política, como si la posición que sostienen no fuera política y
tratan de venderla como asuntos de gestión, de eficacia o supuestamente técnicos y
neutrales, para tratar de confundirlos con la VERDAD.
Esa es - o fue - la falacia del pensamiento único que durante los noventa, en pleno
auge del neo liberalismo, se propuso a sí mismo como la única verdad. Desterró la
política y las ideologías con el canto del fin de la historia, como eficaz justificación para
aplicar en plenitud SU política y SU ideología, y acallar los adversarios que los
denuncien o los puedan desmentir.
Embriagados por ese discurso, el mundo, y con él la Argentina, nos sumergimos en
las aguas del neo-liberalismo, llevados de la mano por el FMI, el BID, la banca
multilateral y las grandes corporaciones internacionales del Consenso de Washington,
que se encargaron de conducirnos dócilmente. Después del violento final de esa
aventura en el 2001, el país no volvió igual y no fue mas el mismo, porque trajimos con
nosotros la terrible carga de la desigualdad, la pobreza, el desempleo y la
desesperanza que hoy prolifera en el país y sacude las conciencias de nuestra
sociedad. En esa coyuntura, el mundo desarrollado vio en nosotros lo que no tardaría
mucho en sentir en carne propia, a partir de la crisis que ha sacudido desde sus bases esas
economías de casino, sembrado de pobreza, dolor, exclusión, desamparo y
miseria a sus sociedades.
La conciencia de esa situación nos advierte nuevamente sobre la falacia que intenta
desprestigiar el mensaje de la política para ocultar intereses subalternos que nos
arrastraron al desastre y que no se resignan a replegarse o renunciar a sus privilegios,
generalmente mal habidos.
En la situación que estamos o mejor dicho, la situación en la que ha quedado el
mundo después de varias décadas de sometimiento a un sistema de explotación voraz
y depredador, que está poniendo en peligro la vida sobre la tierra, lo que nos queda a
nosotros es sumar todas las fuerzas que podamos para impedir el desastre. Poner
todas nuestras fuerzas en frenar un modelo civilizatorio y un sistema de explotación
trasnacional que nos arrastra en una marcha enloquecida, que se alimenta de la
avaricia y la insolidaridad que anida en la zona oscura que todos los seres humanos
tenemos y nos está conduciendo al desastre, a asesinar a la propia madre naturaleza,
sembrando de desertificación y muerte al planeta.
Hoy estamos aquí un conjunto de organizaciones ciudadanas que desde distintos
espacios regionales e institucionales, nos hemos dado cita, convocados por una
representante del poder político, con evidente compromiso popular. Este solo hecho
nos llena de esperanzas, como lo hacen también las experiencias de lucha que se han
manifestado en este evento, al igual que todas las manifestaciones de una nueva
conciencia que a lo largo y ancho de este país, y digamos también del mundo,
seguimos luchando por un mundo mejor, mas humano y mas justo donde sean
realidad plena, los derechos humanos para todos.
Muchas gracias.
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