Fotografía : La Opinión .
Polémica por la reutilización de bidones con glifosato
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Un emprendimiento privado en Villa Igoíllo trabaja en la recuperación de los envases plásticos que contienen el herbicida. Los vecinos se quejaron por la peligrosidad del tóxico, levantaron firmas y elevaron su reclamo al Intendente. Bromatología inspeccionó el lugar, pero la competencia sobre el tema excede a esa cartera y está en la órbita de la Provincia, a través del Organismo para el Desarrollo Sotenible.
Un grupo de vecinos del barrio Villa Igoíllo inició una serie de reclamos por la preocupación que le genera desde hace seis meses la instalación de una emprendimiento particular que se dedica a la recuperación de envases plásticos. La preocupación obedece a que en ese pequeño galpón de la calle Carlos Gardel al 15 trabajan con bidones que contuvieron glifosato, el peligroso herbicida utilizado para fumigar sobre las plantaciones de soja.
El galpón está ubicado al lado de otro emprendimiento que trabaja con plásticos pero que no desarrolla esa actividad. Es blanco de las críticas de los vecinos, quienes elevaron su preocupación al Intendente Guacone y recurrieron al Concejo Deliberante para hacer llegar su inquietud.
En una carta que acompañan con firmas de los habitantes del barrio, entregada en la Municipalidad y dirigida al Jefe Comunal, aseguran que están “concurriendo al doctor por colitis, decaimiento, presión baja, bronquitis persistente, infección en la vista, faringitis, dolores estomacales, etc.”, que atribuyen a la posible contaminación que el trabajo de la firma instalada en el lugar estaría produciendo.
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Un emprendimiento privado en Villa Igoíllo trabaja en la recuperación de los envases plásticos que contienen el herbicida. Los vecinos se quejaron por la peligrosidad del tóxico, levantaron firmas y elevaron su reclamo al Intendente. Bromatología inspeccionó el lugar, pero la competencia sobre el tema excede a esa cartera y está en la órbita de la Provincia, a través del Organismo para el Desarrollo Sotenible.
Un grupo de vecinos del barrio Villa Igoíllo inició una serie de reclamos por la preocupación que le genera desde hace seis meses la instalación de una emprendimiento particular que se dedica a la recuperación de envases plásticos. La preocupación obedece a que en ese pequeño galpón de la calle Carlos Gardel al 15 trabajan con bidones que contuvieron glifosato, el peligroso herbicida utilizado para fumigar sobre las plantaciones de soja.
El galpón está ubicado al lado de otro emprendimiento que trabaja con plásticos pero que no desarrolla esa actividad. Es blanco de las críticas de los vecinos, quienes elevaron su preocupación al Intendente Guacone y recurrieron al Concejo Deliberante para hacer llegar su inquietud.
En una carta que acompañan con firmas de los habitantes del barrio, entregada en la Municipalidad y dirigida al Jefe Comunal, aseguran que están “concurriendo al doctor por colitis, decaimiento, presión baja, bronquitis persistente, infección en la vista, faringitis, dolores estomacales, etc.”, que atribuyen a la posible contaminación que el trabajo de la firma instalada en el lugar estaría produciendo.
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En el pequeño galpón trabaja Eduardo, un emprendedor local que inició un proyecto de recuperación de plásticos, utilizando los tambores vacíos que desechan los productores rurales tras fumigar en sus campos. La tarea que realiza implica la transformación del material a través de un proceso de picado que permite la reutilización del plástico en nuevos productos que elaboran empresas dedicadas a ese trabajo, quienes adquieren a esta firma el producto.
Una vecina mantuvo una entrevista con el Intendente, quien se comprometió a trabajar en el tema, tras reconocer “el peligro” que significa, y prometió enviar inspectores.
El Director de Bromatología, Saverio Gutiérrez, informó a La Opinión que realizaron “una visita .informal” al lugar y constataron que “había presencia de bidones, que los lava en un tambor ahí.
Una vecina mantuvo una entrevista con el Intendente, quien se comprometió a trabajar en el tema, tras reconocer “el peligro” que significa, y prometió enviar inspectores.
El Director de Bromatología, Saverio Gutiérrez, informó a La Opinión que realizaron “una visita .informal” al lugar y constataron que “había presencia de bidones, que los lava en un tambor ahí.
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Cuando fuimos estaba lavando y nos dijo que el agua la lleva al campo y la tira”.
Este semanario visitó la planta y dialogó con su responsable, quien atendió a los periodistas en la puerta y no permitió el ingreso. Allí sostuvo: “Los productores me traen los bidones con el triple lavado obligatorio y yo lo que hago es picarlos y venderlos. No los lavo acá y no contamino el agua, porque no hay efluentes”.
Este semanario visitó la planta y dialogó con su responsable, quien atendió a los periodistas en la puerta y no permitió el ingreso. Allí sostuvo: “Los productores me traen los bidones con el triple lavado obligatorio y yo lo que hago es picarlos y venderlos. No los lavo acá y no contamino el agua, porque no hay efluentes”.
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Saverio Gutiérrez informó que “el triple lavado está permitido”, pero que no le “consta que esta persona lo esté haciendo y no tenemos la certeza de que no lave en ese lugar ni que esté llevando el agua al campo”.
Saverio Gutiérrez informó que “el triple lavado está permitido”, pero que no le “consta que esta persona lo esté haciendo y no tenemos la certeza de que no lave en ese lugar ni que esté llevando el agua al campo”.
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La peligrosidad de la situación, teniendo en cuenta las múltiples denuncias que hay en el mundo sobre la toxicidad del glifosato y lo que implicaría su contacto con el agua obliga a una intervención urgente. Sin embargo, Gutiérrez señaló que, tras enviarle el informe sobre su actuación al Intendente, no tiene mucho más por hacer ya que quien “tiene que tomar intervención es el OPDS”, Organismo para el Desarrollo Sostenible de la provincia de Buenos Aires, que ocupa a nivel provincial el lugar de lo que sería una Secretaría de Medio Ambiente.
Hay quienes aseguran que en San Pedro hay tres establecimientos urbanos más que realizan la misma práctica.
Protocolo para los tambores
El tratamiento de los bidones contenedores de glifosato vacíos es tema de debate en múltiples sectores. Desde los propios productores hasta las organizaciones ambientalistas, pasando por organismos oficiales como el INTA y la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (CASAFE), hasta la comunidad científica, que elaboró protocolos y estudia nuevas tecnologías para reducir el impacto contaminante de los restos del famoso y cuestionado herbicida, todos han manifestado su preocupación al respecto.
Es que más allá de la infinidad de denuncias sobre la aplicación del glifosato como parte fundamental de los agroquímicos utilizados para fumigar, el problema sobre qué hacer con los restos que quedan en los bidones usados es una realidad insoslayable.
Un estudio de la Casafe revela que en el mercado nacional se expenden 82.000.000 litros o kilos de agroquímicos con un valor de la producción de 750.000.000 de dólares. Los residuos de producto en el envase se calculan del orden de 1,5% del contenido original, lo que representan 1.230.000 litros o kilos, siendo en términos económicos 11.250.000 dólares.
Esta cantidad desaprovechada (1,5 % por envase), y que afecta tanto al ambiente como al bolsillo del productor, se puede minimizar a 30 partes por millón/envase con el Triple Lavado, transformando el envase residual de residuo peligroso a no peligroso. El principal problema es la disposición final de los envases vacíos.
La recomendación es el tratamiento para su reutilización, tal como se plantea el proyecto que lleva adelante el galpón de Gardel al 15. Los problemas que se presentan aquí, sin embrago, son varios.
En principio, el obvio de que no se puede lavar los bidones en plena ciudad deponiendo el agua en la red cloacal, ya que la contaminación que se estaría generando es del orden de lo irreparable. Lo ideal, según expuso un vecino conocedor del tema y que alguna vez pensó en un proyecto similar, es instalar la planta en el campo, para controlar los efluentes con mayor precisión.
Por otro lado, el OPDS es muy rígido respecto de la habilitación de este tipo de industrias, ya que su peligrosidad es importante si no se la controla como es debido.
El triple lavado
El triple lavado consiste en enjuagar tres veces el envase vacío. Deben escurrirse totalmente al agotar su contenido, manteniéndolos en posición de descarga por no menos de 30 segundos. Luego se procede a llenar el envase vacío con agua, aproximadamente hasta una cuarta parte de su volumen total. Se ajusta el tapón y se lo agita fuertemente. Finalmente el agua proveniente de esta limpieza se vuelca al tanque de la pulverizadora para ser utilizado en la tarea de protección de los cultivos prevista. Esta operación se debe repetir por lo menos dos veces más, especialmente en aquellos envases que contengan productos viscosos. Es importante señalar que el agua utilizada en el lavado debe provenir de cañerías, canillas o bidones llevados “ad hoc”, nunca de acequias, cursos de agua o lagunas cercanas ya que correrían riesgo cierto de contaminación.
Experiencias exitosas
En Río Negro, desde 1998 funciona el primer Centro Piloto para la eliminación sistemática de envases de agroquímicos del pais. Está ubicado en la Estación Experimental Agropecuaria INTA del Alto Valle de esa provincia y participaron de la puesta en marcha el Casafe, el Estado provincial y el gobierno de Alemania, con vasta experiencia en el tema.
El Centro entró en funcionamiento en General Roca, donde los agricultores dejan sus envases en forma gratuita. El lugar de acumulación de envases usados es un predio semitechado 216 metros cuadrados, donde se reciben las bolsas conteniendo los envases vacíos que entrega cada productor, provistas a los productores por los comercios que venden los agroquímicos. Allí funciona una compactadora que reduce el volumen a pequeños fardos, que una vez reunidos en una cantidad suficiente se trasladan en camiones a un horno cementero.
Para un mejor control del sistema las ventas de agroquímicos a los productores son registradas. Una vez aplicado el producto, siguiendo las recomendaciones del triple lavado, los envases vacíos se trasladan por cada predio en cajones bins. Luego cada productor prepara el envío cortándoles la base, para evitar su reuso, los aplasta y los coloca en las mencionadas bolsas contenedoras. Las cierra y precinta colocándoles una etiqueta identificatoria con los datos del remitente.
Una investigadora de la Universidad Nacional del Litoral señaló que es “necesario que haya un compromiso y un control por parte del Estado para que los envases no sean abandonados. Incluso, muchos usan esos bidones como tachos porque son de buenos plásticos, duros y resistentes. Acumularlos es un riesgo para el productor, la familia y todo el sistema de plantas y animales del lugar, y la contaminación de las aguas, tanto subterráneas como superficiales. Lo que recomienda la Cámara de Sanidad Vegetal y Fertilizantes (Casafe) es lavar tres veces los recipientes y utilizar el agua de enjuague en el pulverizador. Sin embargo, este protocolo no es una práctica frecuente. De hecho, es común ver en los campos montañas de envases sin ningún tratamiento”.
Por otra parte, otros estudiosos del tema sostienen que es necesario involucrar a los importadores y fabricantes de estos productos, para que las responsabilidades no caigan sólo en el Estado, apelando al “Principio del Contaminador Pagador”, de modo que aspectos de financiamiento de los proyectos locales para el apropiado acopio, trituración y traslado al horno de cementeras sea cubierto con fondos aportados por estas empresas.
La peligrosidad de la situación, teniendo en cuenta las múltiples denuncias que hay en el mundo sobre la toxicidad del glifosato y lo que implicaría su contacto con el agua obliga a una intervención urgente. Sin embargo, Gutiérrez señaló que, tras enviarle el informe sobre su actuación al Intendente, no tiene mucho más por hacer ya que quien “tiene que tomar intervención es el OPDS”, Organismo para el Desarrollo Sostenible de la provincia de Buenos Aires, que ocupa a nivel provincial el lugar de lo que sería una Secretaría de Medio Ambiente.
Hay quienes aseguran que en San Pedro hay tres establecimientos urbanos más que realizan la misma práctica.
Protocolo para los tambores
El tratamiento de los bidones contenedores de glifosato vacíos es tema de debate en múltiples sectores. Desde los propios productores hasta las organizaciones ambientalistas, pasando por organismos oficiales como el INTA y la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (CASAFE), hasta la comunidad científica, que elaboró protocolos y estudia nuevas tecnologías para reducir el impacto contaminante de los restos del famoso y cuestionado herbicida, todos han manifestado su preocupación al respecto.
Es que más allá de la infinidad de denuncias sobre la aplicación del glifosato como parte fundamental de los agroquímicos utilizados para fumigar, el problema sobre qué hacer con los restos que quedan en los bidones usados es una realidad insoslayable.
Un estudio de la Casafe revela que en el mercado nacional se expenden 82.000.000 litros o kilos de agroquímicos con un valor de la producción de 750.000.000 de dólares. Los residuos de producto en el envase se calculan del orden de 1,5% del contenido original, lo que representan 1.230.000 litros o kilos, siendo en términos económicos 11.250.000 dólares.
Esta cantidad desaprovechada (1,5 % por envase), y que afecta tanto al ambiente como al bolsillo del productor, se puede minimizar a 30 partes por millón/envase con el Triple Lavado, transformando el envase residual de residuo peligroso a no peligroso. El principal problema es la disposición final de los envases vacíos.
La recomendación es el tratamiento para su reutilización, tal como se plantea el proyecto que lleva adelante el galpón de Gardel al 15. Los problemas que se presentan aquí, sin embrago, son varios.
En principio, el obvio de que no se puede lavar los bidones en plena ciudad deponiendo el agua en la red cloacal, ya que la contaminación que se estaría generando es del orden de lo irreparable. Lo ideal, según expuso un vecino conocedor del tema y que alguna vez pensó en un proyecto similar, es instalar la planta en el campo, para controlar los efluentes con mayor precisión.
Por otro lado, el OPDS es muy rígido respecto de la habilitación de este tipo de industrias, ya que su peligrosidad es importante si no se la controla como es debido.
El triple lavado
El triple lavado consiste en enjuagar tres veces el envase vacío. Deben escurrirse totalmente al agotar su contenido, manteniéndolos en posición de descarga por no menos de 30 segundos. Luego se procede a llenar el envase vacío con agua, aproximadamente hasta una cuarta parte de su volumen total. Se ajusta el tapón y se lo agita fuertemente. Finalmente el agua proveniente de esta limpieza se vuelca al tanque de la pulverizadora para ser utilizado en la tarea de protección de los cultivos prevista. Esta operación se debe repetir por lo menos dos veces más, especialmente en aquellos envases que contengan productos viscosos. Es importante señalar que el agua utilizada en el lavado debe provenir de cañerías, canillas o bidones llevados “ad hoc”, nunca de acequias, cursos de agua o lagunas cercanas ya que correrían riesgo cierto de contaminación.
Experiencias exitosas
En Río Negro, desde 1998 funciona el primer Centro Piloto para la eliminación sistemática de envases de agroquímicos del pais. Está ubicado en la Estación Experimental Agropecuaria INTA del Alto Valle de esa provincia y participaron de la puesta en marcha el Casafe, el Estado provincial y el gobierno de Alemania, con vasta experiencia en el tema.
El Centro entró en funcionamiento en General Roca, donde los agricultores dejan sus envases en forma gratuita. El lugar de acumulación de envases usados es un predio semitechado 216 metros cuadrados, donde se reciben las bolsas conteniendo los envases vacíos que entrega cada productor, provistas a los productores por los comercios que venden los agroquímicos. Allí funciona una compactadora que reduce el volumen a pequeños fardos, que una vez reunidos en una cantidad suficiente se trasladan en camiones a un horno cementero.
Para un mejor control del sistema las ventas de agroquímicos a los productores son registradas. Una vez aplicado el producto, siguiendo las recomendaciones del triple lavado, los envases vacíos se trasladan por cada predio en cajones bins. Luego cada productor prepara el envío cortándoles la base, para evitar su reuso, los aplasta y los coloca en las mencionadas bolsas contenedoras. Las cierra y precinta colocándoles una etiqueta identificatoria con los datos del remitente.
Una investigadora de la Universidad Nacional del Litoral señaló que es “necesario que haya un compromiso y un control por parte del Estado para que los envases no sean abandonados. Incluso, muchos usan esos bidones como tachos porque son de buenos plásticos, duros y resistentes. Acumularlos es un riesgo para el productor, la familia y todo el sistema de plantas y animales del lugar, y la contaminación de las aguas, tanto subterráneas como superficiales. Lo que recomienda la Cámara de Sanidad Vegetal y Fertilizantes (Casafe) es lavar tres veces los recipientes y utilizar el agua de enjuague en el pulverizador. Sin embargo, este protocolo no es una práctica frecuente. De hecho, es común ver en los campos montañas de envases sin ningún tratamiento”.
Por otra parte, otros estudiosos del tema sostienen que es necesario involucrar a los importadores y fabricantes de estos productos, para que las responsabilidades no caigan sólo en el Estado, apelando al “Principio del Contaminador Pagador”, de modo que aspectos de financiamiento de los proyectos locales para el apropiado acopio, trituración y traslado al horno de cementeras sea cubierto con fondos aportados por estas empresas.
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