Alma de Nogal : Los Chalchaleros

miércoles, 15 de octubre de 2014

Arándanos y agroquímicos en Blueberries SA. El trabajador Edgardo Ferreyra fallece de cáncer, luego de haber ingerido frutos contaminados con agroquímicos.

Arándanos y agroquímicos en Blueberries SA

El periodista Patricio Eleisegui es autor de “Envenenados. Una bomba química nos extermina en silencio” (Editorial Wu Wei 2014). En él expone los efectos nocivos en la salud de las personas de los agroquímicos que se utilizan en el cultivo de soja. Ahora vuelve a aparecer en el campo periodístico con una investigación sobre la producción y la gestación del arándano en Concordia, titulada “Fruto de la desgracia. Agroquímicos y esclavos para un mundo con arándano argentino”.
Al arándano que se exporta desde Concordia a los Estados Unidos, el que representa el 95 por ciento, le corresponde una fumigación extra.
Al arándano que se exporta desde Concordia a los Estados Unidos, el que representa el 95 por ciento, le corresponde una fumigación extra.
En la presente investigación Eleisegui hace contacto con Edgardo Ferreyra (a quien corresponde la imagen del informe), el cual, en palabras del autor, se convirtió en el acontecimiento decisivo “que disparó la concreción de este trabajo”.
Edgardo Ferreyra fue empleado de una de las mayores productoras de arándanos de la Argentina Blueberries SA;  aseguraba que su sangre había sido contaminada por el uso de agroquímicos en el cultivo de los arándanos para dicha compañía
El martes 10 de junio falleció en el hospital Masvernat a sus 48 años. A Ferreyra el cáncer se lo llevó en seis meses; al morir presentaba deformaciones y bultos rojizos, luego que se le diagnosticara, a inicios de 2014, la presencia de linfomas por todo el cuerpo.
Testimonio en primera persona: “yo comí arándano envenenado”

“Yo comí arándano envenenado.  En el 2012 fui y comí de vuelta. Había caído piedra y para no perder la fruta, la empresa le echó químicos. Querían que la fruta haga cáscara otra vez. Eso es lo que me contaminó a mí. Ahora tengo todo el cuerpo tomado con linfomas. Ahí mismo, en la empresa, murió un muchacho de Concordia por la misma causa y hay diez más complicados en la misma situación. Esos son de distintas partes de país. Los dolores que siento son insoportables. Estoy con quimioterapia”, relataba Edgardo Ferreyra, oriundo de Federación, también remisero y albañil; quien trabajó en temporada de cosecha, de octubre a diciembre.
Ferreyra explicaba en el primer contacto con Eleisegui, durante el mes de abril, que la tarea que desempeñaba dentro de la empresa Blueberries era la de operario: “trabajaba adentro del galpón, manejando los botones de las máquinas, nada más. Máquinas que elevan la fruta para la envasadora. Que no venga la fruta muy rápido, esas cosas. Yo no estaba en el campo ni nada. Estaba en blanco y todo”.
“Los primeros síntomas de la intoxicación los empecé a sentir a fines de ese 2012 que yo comí. Después estuve todo el 2013 enfermo, imposibilitado. Los de la mutual Osprera (obra social de los trabajadores rurales) me rechazaron todos los papeles. Y la empresa, como hace un año, terminó la zafra y cerró la oficina. Todos desaparecieron”, exponía Ferreyra; testimonio que va desandando a lo largo de la investigación.
Murtagh, la médica desentendida de los agroquímicos
La doctora que lo atendió es Mónica Murtagh, jefa en el servicio de Hematología del hospital Masvernat, “directamente me encuentra cáncer en la sangre. Al mes de los primeros estudios ya tenía la mitad de los glóbulos rojos que debería tener. Todos los bultos en el cuerpo me empezaron a aparecer a partir de enero de este año”, contaba Ferreyra a Eleisegui. A lo que agregaba “Está comprobado, eso me dijo mi médica, que no había que comer arándanos porque estaba con químico”.
El mismo Eleisegui contactó, vía telefónica, a la médica Murtagh, y después de un par de preguntas, “la doctora en cuestión hizo gala de contradicciones hasta concluir el diálogo de manera intempestiva. En todo momento, su intención fue la de no referirse a la situación del ex empleado del arándano, incluso adujo desconocer su dolencia”.
“No tengo idea de qué productos se usan en los arándanos. Pero los organofosforados no son la bomba de Hiroshima”, expresó Murtagh.
El autor del libro “Envenenados” es contundente en relación a las palabras y a la postura de la profesional de la salud ante la problemática de los agroquímicos: “pese a que en todo momento remarcó su desconocimiento respecto de los plaguicidas que se aplican sobre la fruta, la especialista insistió con que ´no se puede decir que hay una relación directa con los organofosforados´-palabra que jamás pronunció este autor en todo el diálogo- además de repetir una apreciación que fija una postura frente al problema de la contaminación con agroquímicos: “Los organofosforados no son la bomba de Hiroshima”.
El “Fruto de la desgracia” explica el origen y el devenir de los organofosforados, cuyo principal desarrollo se dio en la Segunda Guerra Mundial pero aparece como gas letal en la guerra entre Irak-Irán de los años 80 y en los atentados terroristas en Japón del ´94 Y ´95, hasta llegar a convertirse en parte de activa de los pesticidas.
La investigación brinda información rigurosa y detallada de los pesticidas basados en organofosforados que se utilizan sobre el arándano en Concordia; en un fragmento nos dice: “-pese a que Murtagh dijo no estar al tanto de los químicos que demanda la actividad- se destacan los insecticidas metilazinfos y clorpirifos que tanto la germana Bayer como la estadounidense Dow comercializan bajo las etiquetas Gusathion 36 SC y Lorsba”.
Arándanos sin lavar para el mercado interno
Patricio Eleisegui consultó a Graciela M. de Taylor, la vocera de la Asociación de Productores de Arándanos de la Mesopotamia Argentina (Apama), sobre la vinculación entre la producción del arándano y agroquímicos.
“Hoy no existe producción que no lleve agroquímicos. Yo soy productora de cítricos también, y de variedades de frambuesa y nueces. Toda la producción frutihortícola, absolutamente toda, a no ser que venga con una certificación de orgánico, lleva agroquímico”, manifestó la empresaria.
Reconoció que “La fruta va así. Se pasa nada más por una clasificación para sacar el arándano que está deteriorado. A la fruta no se le hace nada posterior. Un problema por contaminación con algún producto o un residuo de fumigación te puede pasar con cualquier fruta”.
La reflexión que decanta de las expresiones vertidas por Taylor en el “Fruto de la desgracia” es la reveladora frase de Eleisegui: “la misma cámara que nuclea a las empresas productoras de Concordia, reconocen y destacan que la fruta no se limpia o lava en ningún momento”.
En la investigación aparecen distintos relatos de ex empleados, por ejemplo, de La Granja Azul SRL, donde uno de ellos destaca que: “en Concordia se usa mucho glifosato. No se le aplica a la planta del arándano, pero si al suelo, alrededor del tronco, para matar los yuyos. Al momento del análisis, los productores tienen mucho cuidado de dónde toman las muestras. Así, no se saca fruta de la parte de debajo de la planta”.
Luego, y en estricto off the record, un despachante de aduana con pasado en la exportadora Sun Belle cuenta la forma en que se comercializa la fruta. “Por supuesto que el arándano no se lava. El inconveniente está sobre todo en el producto que queda para el consumo interno, porque es el descarte y directamente no se controla qué tiene y qué no”.
Arándano con bromuro de metilo para los EE UU
Cabe destacar que al arándano que se exporta desde Concordia a los Estados Unidos, el que representa el 95 por ciento, le corresponde una fumigación extra, exigida por Estados Unidos a sus proveedores para poder comercializar la fruta. Antes de su envío al mercado norteamericano la fruta resulta empacada en pallets que luego son fumigados con bromuro de metilo, el cual elimina los residuos químicos.
Conclusión
El trabajo periodístico brinda detalles del titular de Blueberries SA, el empresario mendocino Ulises Sábato domiciliado en Nueva Jersey, EEUU. Contacta al abogado de Edgardo Ferreyra, Andrés Pessolani, quien le contó que “la misma empresa les daba la fruta para que coman en el horario del almuerzo. Y esa fruta venía con químicos”.
La investigación consta de un capítulo titulado “Cultivar con esclavos”. Allí se entrevista con Alcides Camejo, actual secretario general del sindicato de la Fruta de Entre Ríos, quien aporta material fotográfico sobre las condiciones laborales de los empleados del arándano, una estructura que mueve en Concordia hasta 15.000 trabajadores.
Para no extendernos por demás, recomendamos a quien esté interesado en la problemática de los agroquímicos en Concordia, la lectura del “Fruto de la Desgracia” de Patricio Eleisegui, el cual verá la luz pública en breve.
Fuente: Diario Junio

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