Que pase el siguiente
Artículo 51 de la Constitución Española
ADRIÁN MARTÍNEZ 11.07.2015 | 10:01
Artículo 51 de la Constitución Española
El artículo 51 de nuestra Constitución garantiza «la defensa de los consumidores y usuarios protegiendo mediante procedimientos eficaces la seguridad, la salud y los legítimos intereses económicos de los mismos»
Ya se ha iniciado la canícula estival, cambio climático incluido, y con tanto calor apetece hacer otras cosas; para las vacaciones no queda mucho recorrido laboral. Sin embargo, desde el privilegio, entiendo que hay mucha gente en este país que no lo tiene. Así que cuando llegue agosto elegiré el Olimpo (montaña más alta de Grecia) para rendir homenaje a esa libertad perdida, social y financiera, que recuperaremos, en España, a golpe electoral y partidario, agónicamente pero ganada a pulso con rebeldía por una ciudadanía que ha cambiado, y cambiará, mucho. Ya lo verán. A la playa patria y chica no se me ocurrirá pisarla. Con lo que me gusta, ya saben ustedes, el agua de mar. Y los churros con chocolate.
Un día de playa en Alicante será en breve como un acto en la fundación FAES: aunque lleves la sombrilla con el anagrama de la sucursal bancaria de tu pueblo puedes quedar patéticamente antiguo y socialmente obsoleto. Y más después de saber que en las costas alicantinas se instalará wifi gratuitourbi et orbi, vía modernización, ofrecida por el insigne y reciente alcalde de Alicante, valedor del tripartito, que es una cuestión de tres y por será más liviana de llevar en cuanto vengan mal dadas, ningún dios lo quiera. Es más podría incluso invitar a un técnico superior en informática, por ejemplo, que ya conozco en efigie, a pasar, de forma vicaria un día playero, a realizarme la compra en algún mercado municipal y, aunque ya no es el caso, a manejarme a los niños por algún parque público, cafelito, wifi y antidepresivo incluidos. De mi parte. O de las dos.
Conozco técnicos superiores en informática que, incluso aceptando ser autodidactas y escépticos en muchas áreas del conocimiento, porque yo lo valgo y por esa lógica instrumentada de rancio sabor testicular sin reglar académicamente, solo llegan a aceptar lo que su autodidacta y rígida mente les da a entender intentado meter vara, de paso, a todo prójimo que osa salirse de sus propios cánones a base de denunciar actos y compromisos relacionados con la libertad de cada uno, con la propia expresión de la misma y con los compromisos sociales y sanitarios que corresponden a determinados colectivos, incluidos los médicos. Agradezco desde aquí sus vanos, estériles e infructuosos esfuerzos. De ahí lo del antidepresivo.
El asunto es que hace poco tiempo unos cuantos médicos organizamos una jornada, abierta a otros colectivos, sobre radiaciones electromagnéticas y salud pidiendo la colaboración de nuestro Colegio oficial. El asunto no era otro que tratar el estado actual de esa cuestión y defender lo que la Organización Mundial de la Salud, a través de la IARC (Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer), defiende: las radiaciones electromagnéticas emitidas por las antenas de telefonía, los móviles, los teléfonos inalámbricos, el sistema wifi y otros dispositivos son «posiblemente cancerígenos» reconociendo que su uso conlleva un mayor riesgo de tumores cerebrales, y recomendando tomar medidas para reducir su exposición. Lo de las medidas en España y en Alicante, no se ha dado, que yo sepa, y por eso la potencia de emisión sigue siendo de las más altas de Europa.
Sin embargo estos policías del pensamiento, en su inefable preocupación por entender un mundo que se les ha vuelto complejo, intentaron imponer su ideología de pensamiento único, desprestigiando no solo tal acto sino influyendo, cosa excepcional pero fácilmente explicable, en el mismísimo Colegio Oficial de Médicos que, finalmente, retiró la publicidad «on line» del evento. Estamos otra vez como cuando fumar tabaco o inhalar amianto no producía ninguna patología y consideraba a sus detractores enemigos de la tecnología y del futuro.
No nos sirve, a los que estamos posicionados en la dialéctica como base de la evolución, también tecnológica y médica, aquellos planteamientos de quienes están influidos por la retórica banal y desinformada y que genuflexionan ante la consentida industria, sobre todo la de telecomunicaciones. Su manipulación informativa y su escepticismo solo suele tener como principio rector la mala leche.
No estamos en contra de nada, ni siquiera en contra de las vacunas, como han intentado hacer ver estos indocumentados. Solo estamos en contra de algunas que han demostrado excesivos riesgos y pocos beneficios. En definitiva solo queremos que se siga investigando todo aquello que pudiera interferir con la salud pues, en este tema, es desacertado afirmar que la comunidad científica está totalmente de acuerdo y que sus posiciones son claras y precisas. Nada más lejos de la realidad.
Es lícito por tanto solicitar a nuestras autoridades más cercanas el tan cacareado «Principio de precaución» que debe regir toda actuación pública, ni qué decir de la médica. El artículo 51 de nuestra Constitución garantiza «la defensa de los consumidores y usuarios protegiendo mediante procedimientos eficaces la seguridad, la salud y los legítimos intereses económicos de los mismos». De ahí lo del alcalde.
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