1/07/2015 - 12' 39" - 353 VisitasMás de una década de agroindustriaDenuncian la proliferación de cáncer y malformaciones por el uso de químicos en alimentos
http://www.analisisdigital.com.ar/noticias.php?ed=1&di=0&no=222109Los pesticidas afectan el suelo, agua y aire que se respira. Científicos y organizaciones no paran de advertir sobre la mayor cantidad de casos de cáncer, enfermedades de piel, respiratorias, problemas neurológicos, malformaciones y abortos espontáneos. Un “país fumigado”, del que poco se habla. El problema data de hace una década, tal vez un poco más, pero se agravó con marcada intensidad en este último tiempo. A punto tal que en mayo, nada menos que 30 mil profesionales de la salud exigieron que se prohíba uno de los productos más utilizados en la producción agrícola: el glifosato.Nucleados en la Federación Sindical de Profesionales de la Salud de la República Argentina (Fesprosa), sus denuncias no hicieron más que hacerse eco del pronunciamiento de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), que depende de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Según las investigaciones, el glifosato es tan peligroso como el PCB de los viejos transformadores o el virus del papiloma humano (HPV). La OMS informó que existe evidencia científica suficiente para declarar potencialmente cancerígeno al producto que la multinacional estadounidense Monsanto desarrolló a fines de los años 60.
“El glifosato no sólo provoca cáncer. También está asociado al aumento de abortos espontáneos, malformaciones genéticas, enfermedades de la piel, respiratorias y neurológicas”, enfatizaron desde Fesprosa. La posición de la entidad se basa en el estudio más contundente concretado hasta el momento en lo que hace a demostración de daños derivados del contacto con el químico.
Se trata de un trabajo realizado por Andrés Carrasco, un científico que -fallecido el año pasado- llegó a presidir el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), y que probó que la sustancia produce desde muerte celular hasta malformaciones. La investigación reportó estos daños, con el agravante de que la experiencia científica se llevó a cabo sobre concentraciones de glifosato mucho menores a las que hoy se aplican en los campos.
¿Qué es el glifosato?
El glifosato -según CASAFE, una de las entidades que promueve su uso en el país- “se utiliza para eliminar la competencia de malezas en los cultivos por luz, agua y nutrientes”.
El herbicida, autorizado por primera vez en Norteamérica en 1974, combina elementos químicos que inhiben el trabajo de enzimas que permiten a las plantas llevar a cabo procesos esenciales para la supervivencia.
Si bien Monsanto es el principal responsable de su creación, lo cierto que la patente del pesticida se liberó en el año 2000, por lo que su fabricación ya se realiza en distintos lugares en el mundo.
Una de las particularidades de este químico es que no actúa de manera selectiva: elimina toda la vegetación. De ahí la manipulación genética que derivó en el desarrollo de la soja transgénica. Sólo la incorporación del gen que resiste la potencia del glifosato permite a la oleaginosa continuar de pie y proseguir su crecimiento luego de las habituales fumigaciones.
El glifosato es el principio componente del herbicida conocido comercialmente como Roundup, aunque en la Argentina también se ofrece bajo otras marcas.
“Se acaban de difundir los resultados de un estudio que pateó el tablero del modelo de agronegocios. Así, las denuncias que desde hace años vienen haciendo vecinos afectados y científicos fuera de las órbitas de las corporaciones cobró un renovado impulso”, afirman desde Fesprosa.
“En nuestro país se aplica glifosato a más de 28 millones de hectáreas. Cada año, los suelos son rociados con más de 300 millones de litros, lo que implica 13 millones de personas en riesgo de ser afectadas, según datos de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados”, enfatizaron desde la entidad.
Y completaron: “No sólo la soja es adicta al glifosato: también se usa para el maíz transgénico y una gran variedad de cultivos. Donde cae el glifosato, sólo crecen los organismos genéticamente modificados. Todo lo demás muere”.
Con relación a otros estudios vinculados a la toxicidad del producto, distintas experiencias demostraron que el plaguicida atraviesa la placenta, además de persistir en el medioambiente manteniendo su efecto durante meses. En diciembre de 2008, la revista científica Chemical Research in Toxicology publicó una investigación que constató que es letal para las células humanas.
Según el trabajo de Carrasco, en dosis incluso muy por debajo -diluidas 1.000 veces-, los herbicidas Roundup provocan la muerte celular en pocas horas. “Esto deriva en malformaciones, abortos, problemas hormonales, genitales o de reproducción, además de distintos tipos de cánceres”, completaron los científicos.
En Francia, investigaciones del científico Gilles-Eric Séralini vienen aportando nuevos argumentos a lo expuesto por Carrasco en la Argentina. “Hemos trabajado en células de recién nacidos con dosis del producto cien mil veces inferiores a las que cualquier jardinero común está en contacto. El Roundup programa la muerte de esas células en pocas horas”, indicó el profesional galo, especialista en biología molecular.
Este académico -quien además es docente de la Universidad de Caen en Francia y director del Comité de Investigación e Información sobre Ingeniería Genética- recalcó lo riesgoso que resulta para las embarazadas tener contacto o habitar en zonas cercanas a las fumigaciones con glifosato.
Séralini se focalizó en las células humanas de cordón umbilical, embrionarias, y de la placenta, y descubrió que la totalidad de esas células mueren antes de las 24 horas de exposición específica al Roundup.
Glifosato y muchos más
Son innumerables las investigaciones que hacen referencia a la toxicidad de varios plaguicidas que, curiosamente, son utilizados en la Argentina.
Este problema (del que poco se habla por los intereses en juego) abre la puerta a otra discusión: el modelo de producción agrícola vigente en el país, basado principalmente en el cultivo de soja transgénica.
Esto es, el desarrollo de semillas modificadas con el fin de que puedan resistir determinados pesticidas, la siembra directa y, desde ya, la aplicación intensiva de agroquímicos, incluso sobre los granos ya cosechados.
La magnitud de las fumigaciones es tal que, en la actualidad, según datos de CASAFE -cámara que aglutina a las compañías que elaboran y comercializan químicos-, en las zonas cultivadas se vierten alrededor de 300 millones de litros (algo así como 3,5 litros por argentino) por año.
Todo esto forma parte de una “Argentina envenenada” sobre la que cae una lluvia permanente de plaguicidas. Entre los más utilizados figuran:
• El mencionado glifosato.
• La atrazina, prohibida en Europa desde 2004.
• El 2,4-D, usado en armas químicas por Estados Unidos.
• El endosulfan, prohibido en 60 países, incluida la Argentina, aunque aquí se lo sigue aplicando.
El cáncer y las malformaciones, presentes
En este sentido, un relevamiento epidemiológico efectuado por la Universidad de Córdoba (UNC) sobre una localidad sojera -Monte Maíz- arrojó que los casos de cáncer duplican el promedio provincial y nacional.
En esa zona del este cordobés, los tumores aparecen como la primera causa de muerte. No sólo eso: la tasa de mortalidad por cáncer triplica los indicadores de otras zonas y de la Argentina en general.
La experiencia arrojó, además, tasas sustancialmente mayores de otras enfermedades: neumopatías, hipotiroidismo, e incluso malformaciones congénitas y abortos espontáneos.
Medardo Ávila Vázquez, investigador de la UNC -coordinador de la investigación y ex secretario de Salud de Córdoba-, dio más detalles sobre la incidencia directa de los agroquímicos en la problemática sanitaria local.
“Detectamos glifosato en el 100 por ciento de las muestras de suelo y la misma proporción en las cascarillas de los granos que circulan por el aire del pueblo. También ubicamos un insecticida letal, el clorpirifos, y en el 50 por ciento de las muestras se detectó 2,4-D y atrazina”, precisó. “Como parte de la investigación se tomaron a casi 5.000 personas. Los afectados por cáncer duplican a los de otras zonas”, disparó.
Entre Ríos, otro ejemplo
Lo descripto en Córdoba es apenas un ejemplo más de lo que sucede en la geografía argentina.
Equipos de las universidades de La Plata y Rosario realizaron un estudio epidemiológico-ambiental en San Salvador, área que antes fuera capital nacional del arroz y ahora cedió terreno a la soja.
Esto, a raíz de las denuncias de proliferación de cáncer elevadas por la organización Todos por Todos. Con Andrea Kloster como referente, se concretó un muestreo que dio cuenta de que cerca del 45 por ciento de los fallecidos entre 2010 y 2013 fue a raíz del cáncer. El promedio nacional no alcanza al 20 por ciento.
“Han tirado de todo en nuestras tierras. Estamos en un pozo, con las industrias arroceras dentro de la ciudad y rodeados de campo, afectados seriamente por los agrotóxicos”, advirtió Kloster.
Pueblos fumigados
El cambio en la escala de problemas sanitarios por efecto de los agroquímicos ya acumula años de reclamos. Y viene dando origen a actividades que apuntan a, cuanto menos, poner en discusión la utilización de químicos en el campo.
Por ejemplo, a fines de agosto de 2010 se llevó a cabo en Córdoba el “Primer Encuentro Nacional de Médicos de Pueblos Fumigados”.
En dicho evento los académicos vincularon las fumigaciones con el notable incremento de males como las malformaciones congénitas, los abortos espontáneos, las leucemias, distintos tipos de cáncer, afecciones respiratorias, las disrupciones hormonales, anemia o daños en el sistema nervioso central.
Lo que más causa alarma a los médicos de los pueblos fumigados son dos temas:
• Una mayor cantidad de recién nacidos que presentan malformaciones congénitas y una creciente cantidad de abortos espontáneos.
• El gran número de casos de cáncer en niños y adultos, enfermedades severas como púrpuras, hepatopatías tóxicas y trastornos neurológicos.
A través de un documento, los médicos que tomaron parte del encuentro destacaron que “atienden, en general, desde hace más de 25 años a las mismas poblaciones”.
Sin embargo, se vienen encontrando últimamente con situaciones que consideran inusuales producto de las fumigaciones.
Problema extendido
De dicho pronunciamiento médico -revalidado en un nuevo encuentro que se realizó en Rosario- tomaron parte especialistas como Rodolfo Páramo, pediatra y neonatólogo que se desempeña en Santa Fe.
El profesional expuso la alarma que le produjo encontrarse 12 casos de neonatos con malformaciones sobre 200 nacimientos anuales.
En tanto, la doctora María del Carmen Seveso, jefa de Terapia Intensiva de un hospital en Chaco, reportó múltiples situaciones de enfermos con insuficiencia renal y malformaciones congénitas en hijos de madres jóvenes, cáncer en personas de corta edad, abortos espontáneos, problemas de fertilidad, respiratorios y alérgicos.
“Todos ellos derivados del alto nivel de contaminación química, generado por la práctica agroindustrial en la zona”, destacó el documento de Médicos de Pueblos Fumigados.
El mismo equipo de salud detectó “numerosos casos de distress respiratorio, compatibles con la inhalación del herbicida paraquat. Además, un fuerte aumento en situaciones de hipertensión inducida por el embarazo, eclampsias (convulsiones en embarazadas) y preeclampsias”.
La “Argentina envenenada o fumigada” también fue objeto de notas en medios internacionales.
Recientemente el diario español ABC se refirió al caso de Avia Terai, una pequeña población de Chaco, rodeada por inmensos campos de algodón transgénico.
En este caso, el regado masivo con agroquímicos de esos cultivos viene provocando enfermedades respiratorias y cancerígenas en los vecinos.
El medio ilustró con una niña de tan sólo 8 años que tiene todo su cuerpo cubierto de manchas y verrugas negras.
A la menor en cuestión, hace pocas semanas le extrajeron cuatro tumores de la espalda. “Antes de la llegada de los cultivos transgénicos nunca se había visto nada parecido”, declaró la doctora Seveso.
El alimento nuestro de cada día
No es necesario irse a localidades del interior del país para dar con la “Argentina envenenada”. En ciudades como Mar del Plata también se ha confirmado la presencia de agroquímicos letales para el organismo.
En ese sentido, la organización BIOS implementó una campaña a la que denominó “Mala Sangre”, que consistió en la realización de extracciones a cientos de personas.
Silvana Buján, directora de BIOS, detalló los alcances y resultados: “Hicimos un muestreo en el que encontramos restos de plaguicidas en casi todos los casos analizados”.
Señaló que en las personas analizadas se encontraron residuos de distintos componentes químicos nocivos que ingresaron por la vía digestiva. “Detectamos, por ejemplo, productos como el endosulfan, un insecticida que fue prohibido en la Argentina hace tres años. Comprobamos que las verduras incorporadas al organismo habían sido fumigadas con ese químico hace muy poco”, destaco.
Las fumigaciones con plaguicidas comprenden a cultivos que van desde la soja al arándano, pasando por algodón, arroz, frutas, hortalizas, papa, maní, maíz, e incluso pasturas y granos almacenados, entre otras producciones.
La perspectiva es alarmante y responde tanto a cuestiones de política productiva como a las ganancias que obtienen las empresas del sector.
Sucede que, en la actualidad, el negocio de vender químicos -con el glifosato a la cabeza- le asegura a Monsanto, Dow y Syngenta, entre otras firmas, una facturación anual, sólo en la Argentina, superior a los 2.500 millones de dólares.
(Fuente: informe publicado en Iprofesional, el 26 de junio de 2015)
Según la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, cada año los suelos argentinos son rociados con más de 300 millones de litros de glifosato. |
Según las investigaciones, el glifosato es tan peligroso como el PCB de los viejos transformadores o el virus del papiloma humano (HPV). La OMS informó que existe evidencia científica suficiente para declarar potencialmente cancerígeno al producto que la multinacional estadounidense Monsanto desarrolló a fines de los años 60.
“El glifosato no sólo provoca cáncer. También está asociado al aumento de abortos espontáneos, malformaciones genéticas, enfermedades de la piel, respiratorias y neurológicas”, enfatizaron desde Fesprosa. La posición de la entidad se basa en el estudio más contundente concretado hasta el momento en lo que hace a demostración de daños derivados del contacto con el químico.
Se trata de un trabajo realizado por Andrés Carrasco, un científico que -fallecido el año pasado- llegó a presidir el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), y que probó que la sustancia produce desde muerte celular hasta malformaciones. La investigación reportó estos daños, con el agravante de que la experiencia científica se llevó a cabo sobre concentraciones de glifosato mucho menores a las que hoy se aplican en los campos.
¿Qué es el glifosato?
El glifosato -según CASAFE, una de las entidades que promueve su uso en el país- “se utiliza para eliminar la competencia de malezas en los cultivos por luz, agua y nutrientes”.
El herbicida, autorizado por primera vez en Norteamérica en 1974, combina elementos químicos que inhiben el trabajo de enzimas que permiten a las plantas llevar a cabo procesos esenciales para la supervivencia.
Si bien Monsanto es el principal responsable de su creación, lo cierto que la patente del pesticida se liberó en el año 2000, por lo que su fabricación ya se realiza en distintos lugares en el mundo.
Una de las particularidades de este químico es que no actúa de manera selectiva: elimina toda la vegetación. De ahí la manipulación genética que derivó en el desarrollo de la soja transgénica. Sólo la incorporación del gen que resiste la potencia del glifosato permite a la oleaginosa continuar de pie y proseguir su crecimiento luego de las habituales fumigaciones.
El glifosato es el principio componente del herbicida conocido comercialmente como Roundup, aunque en la Argentina también se ofrece bajo otras marcas.
“Se acaban de difundir los resultados de un estudio que pateó el tablero del modelo de agronegocios. Así, las denuncias que desde hace años vienen haciendo vecinos afectados y científicos fuera de las órbitas de las corporaciones cobró un renovado impulso”, afirman desde Fesprosa.
“En nuestro país se aplica glifosato a más de 28 millones de hectáreas. Cada año, los suelos son rociados con más de 300 millones de litros, lo que implica 13 millones de personas en riesgo de ser afectadas, según datos de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados”, enfatizaron desde la entidad.
Y completaron: “No sólo la soja es adicta al glifosato: también se usa para el maíz transgénico y una gran variedad de cultivos. Donde cae el glifosato, sólo crecen los organismos genéticamente modificados. Todo lo demás muere”.
Con relación a otros estudios vinculados a la toxicidad del producto, distintas experiencias demostraron que el plaguicida atraviesa la placenta, además de persistir en el medioambiente manteniendo su efecto durante meses. En diciembre de 2008, la revista científica Chemical Research in Toxicology publicó una investigación que constató que es letal para las células humanas.
Según el trabajo de Carrasco, en dosis incluso muy por debajo -diluidas 1.000 veces-, los herbicidas Roundup provocan la muerte celular en pocas horas. “Esto deriva en malformaciones, abortos, problemas hormonales, genitales o de reproducción, además de distintos tipos de cánceres”, completaron los científicos.
En Francia, investigaciones del científico Gilles-Eric Séralini vienen aportando nuevos argumentos a lo expuesto por Carrasco en la Argentina. “Hemos trabajado en células de recién nacidos con dosis del producto cien mil veces inferiores a las que cualquier jardinero común está en contacto. El Roundup programa la muerte de esas células en pocas horas”, indicó el profesional galo, especialista en biología molecular.
Este académico -quien además es docente de la Universidad de Caen en Francia y director del Comité de Investigación e Información sobre Ingeniería Genética- recalcó lo riesgoso que resulta para las embarazadas tener contacto o habitar en zonas cercanas a las fumigaciones con glifosato.
Séralini se focalizó en las células humanas de cordón umbilical, embrionarias, y de la placenta, y descubrió que la totalidad de esas células mueren antes de las 24 horas de exposición específica al Roundup.
Glifosato y muchos más
Son innumerables las investigaciones que hacen referencia a la toxicidad de varios plaguicidas que, curiosamente, son utilizados en la Argentina.
Este problema (del que poco se habla por los intereses en juego) abre la puerta a otra discusión: el modelo de producción agrícola vigente en el país, basado principalmente en el cultivo de soja transgénica.
Esto es, el desarrollo de semillas modificadas con el fin de que puedan resistir determinados pesticidas, la siembra directa y, desde ya, la aplicación intensiva de agroquímicos, incluso sobre los granos ya cosechados.
La magnitud de las fumigaciones es tal que, en la actualidad, según datos de CASAFE -cámara que aglutina a las compañías que elaboran y comercializan químicos-, en las zonas cultivadas se vierten alrededor de 300 millones de litros (algo así como 3,5 litros por argentino) por año.
Todo esto forma parte de una “Argentina envenenada” sobre la que cae una lluvia permanente de plaguicidas. Entre los más utilizados figuran:
• El mencionado glifosato.
• La atrazina, prohibida en Europa desde 2004.
• El 2,4-D, usado en armas químicas por Estados Unidos.
• El endosulfan, prohibido en 60 países, incluida la Argentina, aunque aquí se lo sigue aplicando.
El cáncer y las malformaciones, presentes
En este sentido, un relevamiento epidemiológico efectuado por la Universidad de Córdoba (UNC) sobre una localidad sojera -Monte Maíz- arrojó que los casos de cáncer duplican el promedio provincial y nacional.
En esa zona del este cordobés, los tumores aparecen como la primera causa de muerte. No sólo eso: la tasa de mortalidad por cáncer triplica los indicadores de otras zonas y de la Argentina en general.
La experiencia arrojó, además, tasas sustancialmente mayores de otras enfermedades: neumopatías, hipotiroidismo, e incluso malformaciones congénitas y abortos espontáneos.
Medardo Ávila Vázquez, investigador de la UNC -coordinador de la investigación y ex secretario de Salud de Córdoba-, dio más detalles sobre la incidencia directa de los agroquímicos en la problemática sanitaria local.
“Detectamos glifosato en el 100 por ciento de las muestras de suelo y la misma proporción en las cascarillas de los granos que circulan por el aire del pueblo. También ubicamos un insecticida letal, el clorpirifos, y en el 50 por ciento de las muestras se detectó 2,4-D y atrazina”, precisó. “Como parte de la investigación se tomaron a casi 5.000 personas. Los afectados por cáncer duplican a los de otras zonas”, disparó.
Entre Ríos, otro ejemplo
Lo descripto en Córdoba es apenas un ejemplo más de lo que sucede en la geografía argentina.
Equipos de las universidades de La Plata y Rosario realizaron un estudio epidemiológico-ambiental en San Salvador, área que antes fuera capital nacional del arroz y ahora cedió terreno a la soja.
Esto, a raíz de las denuncias de proliferación de cáncer elevadas por la organización Todos por Todos. Con Andrea Kloster como referente, se concretó un muestreo que dio cuenta de que cerca del 45 por ciento de los fallecidos entre 2010 y 2013 fue a raíz del cáncer. El promedio nacional no alcanza al 20 por ciento.
“Han tirado de todo en nuestras tierras. Estamos en un pozo, con las industrias arroceras dentro de la ciudad y rodeados de campo, afectados seriamente por los agrotóxicos”, advirtió Kloster.
Pueblos fumigados
El cambio en la escala de problemas sanitarios por efecto de los agroquímicos ya acumula años de reclamos. Y viene dando origen a actividades que apuntan a, cuanto menos, poner en discusión la utilización de químicos en el campo.
Por ejemplo, a fines de agosto de 2010 se llevó a cabo en Córdoba el “Primer Encuentro Nacional de Médicos de Pueblos Fumigados”.
En dicho evento los académicos vincularon las fumigaciones con el notable incremento de males como las malformaciones congénitas, los abortos espontáneos, las leucemias, distintos tipos de cáncer, afecciones respiratorias, las disrupciones hormonales, anemia o daños en el sistema nervioso central.
Lo que más causa alarma a los médicos de los pueblos fumigados son dos temas:
• Una mayor cantidad de recién nacidos que presentan malformaciones congénitas y una creciente cantidad de abortos espontáneos.
• El gran número de casos de cáncer en niños y adultos, enfermedades severas como púrpuras, hepatopatías tóxicas y trastornos neurológicos.
A través de un documento, los médicos que tomaron parte del encuentro destacaron que “atienden, en general, desde hace más de 25 años a las mismas poblaciones”.
Sin embargo, se vienen encontrando últimamente con situaciones que consideran inusuales producto de las fumigaciones.
Problema extendido
De dicho pronunciamiento médico -revalidado en un nuevo encuentro que se realizó en Rosario- tomaron parte especialistas como Rodolfo Páramo, pediatra y neonatólogo que se desempeña en Santa Fe.
El profesional expuso la alarma que le produjo encontrarse 12 casos de neonatos con malformaciones sobre 200 nacimientos anuales.
En tanto, la doctora María del Carmen Seveso, jefa de Terapia Intensiva de un hospital en Chaco, reportó múltiples situaciones de enfermos con insuficiencia renal y malformaciones congénitas en hijos de madres jóvenes, cáncer en personas de corta edad, abortos espontáneos, problemas de fertilidad, respiratorios y alérgicos.
“Todos ellos derivados del alto nivel de contaminación química, generado por la práctica agroindustrial en la zona”, destacó el documento de Médicos de Pueblos Fumigados.
El mismo equipo de salud detectó “numerosos casos de distress respiratorio, compatibles con la inhalación del herbicida paraquat. Además, un fuerte aumento en situaciones de hipertensión inducida por el embarazo, eclampsias (convulsiones en embarazadas) y preeclampsias”.
La “Argentina envenenada o fumigada” también fue objeto de notas en medios internacionales.
Recientemente el diario español ABC se refirió al caso de Avia Terai, una pequeña población de Chaco, rodeada por inmensos campos de algodón transgénico.
En este caso, el regado masivo con agroquímicos de esos cultivos viene provocando enfermedades respiratorias y cancerígenas en los vecinos.
El medio ilustró con una niña de tan sólo 8 años que tiene todo su cuerpo cubierto de manchas y verrugas negras.
A la menor en cuestión, hace pocas semanas le extrajeron cuatro tumores de la espalda. “Antes de la llegada de los cultivos transgénicos nunca se había visto nada parecido”, declaró la doctora Seveso.
El alimento nuestro de cada día
No es necesario irse a localidades del interior del país para dar con la “Argentina envenenada”. En ciudades como Mar del Plata también se ha confirmado la presencia de agroquímicos letales para el organismo.
En ese sentido, la organización BIOS implementó una campaña a la que denominó “Mala Sangre”, que consistió en la realización de extracciones a cientos de personas.
Silvana Buján, directora de BIOS, detalló los alcances y resultados: “Hicimos un muestreo en el que encontramos restos de plaguicidas en casi todos los casos analizados”.
Señaló que en las personas analizadas se encontraron residuos de distintos componentes químicos nocivos que ingresaron por la vía digestiva. “Detectamos, por ejemplo, productos como el endosulfan, un insecticida que fue prohibido en la Argentina hace tres años. Comprobamos que las verduras incorporadas al organismo habían sido fumigadas con ese químico hace muy poco”, destaco.
Las fumigaciones con plaguicidas comprenden a cultivos que van desde la soja al arándano, pasando por algodón, arroz, frutas, hortalizas, papa, maní, maíz, e incluso pasturas y granos almacenados, entre otras producciones.
La perspectiva es alarmante y responde tanto a cuestiones de política productiva como a las ganancias que obtienen las empresas del sector.
Sucede que, en la actualidad, el negocio de vender químicos -con el glifosato a la cabeza- le asegura a Monsanto, Dow y Syngenta, entre otras firmas, una facturación anual, sólo en la Argentina, superior a los 2.500 millones de dólares.
(Fuente: informe publicado en Iprofesional, el 26 de junio de 2015)
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